La temporada Sótano 2 reafirma la apuesta e interés del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico por una renovación del teatro peruano. Para ello fomenta y difunde el trabajo de una nueva generación de artistas. Y un título especialmente significativo para este encuentro de teatro emergente ha sido “Metamorfosis”, una adaptación de la novela homónima de Franz Kafka.
Es muy significativa la elección, consciente o no, de esta pieza. Porque “Metamorfosis”, como toda la obra de Kafka, siempre ha representado una manera de reflexionar, renovar e impactar. Cosa que un teatro joven debe tener entre sus objetivos.
La novela se publicó en 1915, cuando su autor y su entorno eran parte del aún sobreviviente Imperio Austrohúngaro. En ese aspecto sus escritos son valiosos testimonios de un mundo a punto de desaparecer. Y en otro aspecto no dejan de sorprender por su proyección del futuro. “Metamorfosis” nos habla de la deshumanización del individuo en un mundo dominado por la burocracia y el consumismo. Donde la familia se canibaliza a sí misma y los instintos más arraigados de la humanidad, como la maternidad, se van perdiendo. Visionario a un nivel apocalíptico, Kafka ofrece un estudio de la transformación no solo de un individuo sino también de la humanidad.
No es la primera vez que “Metamorfosis” se adapta al teatro. Ya el cine y las diversas artes escénicas han insistido sobre el tema.
Por ello hay que admitir que el equipo liderado por el director Rodrigo Chávez ha asumido un reto bastante difícil. No solamente por abordar un clásico de la literatura del siglo pasado, sino por hacerlo de una manera que lo distinga del resto de adaptaciones, muchas de las cuales fracasaron.
Lo que no sucede con el trabajo de Chávez y su equipo. Porque el montaje tiene la garra, la originalidad y la entrega que una obra así necesita.
Para comenzar, la puesta en escena apuesta totalmente por el texto y por sus intérpretes, quienes apoyados en algunos pocos elementos escenográficos recrean no solamente las emociones humanas, sino incluso la geografía del escenario en el que se mueven. La iluminación, no siempre en su sitio, acude en ayuda del elenco y enfatiza momentos claves.
No deja de sorprender el tono expresionista que el montaje tiene de comienzo a fin. El director se interna en la estética alemana de entreguerras para acercarse al universo kafkiano. A esa visión de contrastes, claroscuros e infinitas sombras. Presenta a sus personajes como si se tratara de creaciones pictóricas de Otto Dix o personajes cinematográficos de algún drama de G.W. Pabst. Los arranca de sus lienzos o películas y las conduce al espacio de la ficción que ha creado en su propio escenario. Así, entre humanos y androides, entre seres cotidianos o criaturas de cabaret, nos entrega un acabado cuadro escénico. Además alcanza un oportuno ritmo narrativo que logra llegar a sus momentos climáticos con aplomo.
En conjunto el elenco se comporta a la medida de las exigencias. La coreografía inicial no solamente es un ejercicio de virtuosismo, sino que nos lleva de la mano hacia el corazón de la obra: Gregor, el protagonista. Un personaje que exige un esfuerzo físico tremendo y al que el actor Gabriel González se entrega con total convicción. Es el eje central del universo que propone la obra y su interpretación no puede ser más adecuada.
Hay que señalar que, a medida que la obra se desarrolla, el elenco no logra mantenerse tan alineado. El ritmo del relato los gana y el virtuosismo inicial se va perdiendo. Hay tonos de voz innecesarios y movimientos ya no tan precisos. Me imagino que si esta obra se mantuviera durante más tiempo en cartelera la disciplina diaria obligaría a los actores a permanecer más sujetos al ensamblado.
Pese a estos defectos, “Metamorfosis” introduce al espectador en el universo propuesto por Kafka. En eso el espíritu del montaje es fiel a la obra y nos permite acercarnos al doloroso e inevitable proceso de deshumanización de la sociedad que conocemos.