Entre Kiev y Moscú hay 754 kilómetros de distancia. Esos son 46 kilómetros menos que el alcance máximo que posee un UJ-22, un dron fabricado por la empresa ucraniana UKRJET que se ha convertido en un dolor de cabeza para el Kremlin.
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Aunque el consejero de la presidencia ucraniana, Mykhailo Podolyak, ha insistido en que su ejército no realiza ataques en suelo ruso, desde inicios de marzo se han reportado avistamientos y derribos de diferentes naves del tipo UAV (vehículos voladores no tripulados, por sus siglas en inglés).
Desde Bélgorod, Briansk, Krasnodar, Adigueya, Crimea y a unos 100 kilómetros de Moscú se han reportado este tipo de eventos.
Una situación que confirma que esta se ha convertido en la guerra de los drones.
PRODUCCIÓN CASERA
Kiev espera gastar unos 550 millones de dólares para abastecerse de los “cientos de miles de drones” que necesitará durante el 2023, según la agencia Reuters. Estos modernos vehículos, cuyos tamaños van desde los pocos centímetros hasta un par de metros de dimensión, se han convertido en la respuesta más viable de los ucranianos ante la evidente superioridad armamentista rusa.
Pero, además, ha representado la salida para la crisis en la que se sumieron diferentes industrias a causa de la invasión emprendida por Vladimir Putin.
Según el ministro de Defensa ucraniano Oleksii Reznikov, actualmente Kiev trabaja con 80 empresas locales dedicadas a la producción de drones.
“Los drones son potencialmente un cambio de juego en el campo de batalla de la misma manera que los Sistemas de Cohetes de Lanzamiento Múltiple lo fueron durante el año pasado”, aseguraba hace unas semanas el ministro Reznikov en un correo a Reuters.
Un ejemplo de estas empresas es AeroDrone, una compañía basada al norte del país que hasta antes del conflicto bélico se dedicaba a producir drones para fumigar cultivos y ahora produce UAV capaces de transportar cargas de 300 kilos por varios miles de kilómetros.
Claro está que no toda esta tecnología proviene de las fábricas ucranianas sino que, al igual que durante estos 14 meses de guerra, el apoyo de sus aliados ha resultado clave.
Ya sean los pequeños Black Hornet de 33 gramos producidos en Noruega o los enormes Bayraktar TB2 turcos, de 6 metros y medio de largo, capaces de disparar misiles, el armamento enviado por Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea ha contemplado a los drones como pieza fundamental.
LOS OPERADORES
“Mi arma es mucho más discreta (...) Aquí dentro están los ojos del ejército”, dice sonriendo a la AFP Oleksander, un treintañero que está al mando de una unidad de refuerzo aéreo para la quinta brigada de las fuerzas armadas ucranianas, encargados de defender Bajmut.
Ubicada en el óblast de Donetsk, Bajmut se ha convertido desde hace semanas en el epicentro de los combates entre rusos y ucranianos, quienes se disputan el control de la estratégica ciudad en la que es hasta ahora la batalla más larga y sangrienta de la conflagración.
En este contexto, los drones han probado ser extremadamente eficientes al momento de aumentar la efectividad destructora de ambos bandos.
“Efectuamos reconocimiento y al mismo tiempo vigilancia, identificamos al enemigo y podemos escoltar a los grupos de asalto”, explica sobre su función Oleksander.
En su opinión, el uso de los drones ha contribuido a que Bajmut siga resistiendo.
“Antes, para ajustar un disparo de mortero, era necesario un topógrafo en la colina, con un trípode y prismáticos (...) Tenía que dar los ángulos de corrección al artillero. Ahora, con un dron, la persona que dirige el disparo lo ajusta en tiempo real”, explica el militar, quien confiesa que incluso los días de poca visibilidad se prefiere no sacar las piezas de artillería para no desperdiciar munición.
Pero la tecnología se ha desarrollado en ambos bandos, por lo que ahora durante las batallas no solo se busca al soldado rival sino también a los artefactos detectores del otro lado.
“Es un poco la revancha de los ‘geeks’”, dice Oleksander, en alusión a los fanáticos de la tecnología.
LOS ‘KAMIKAZE’ RUSOS
No sería preciso asegurar que los drones son protagonistas de último minuto en este conflicto, pues su papel ha ido escalando desde los primeros días de la guerra.
Lo cierto es que uno de los eventos que mayores luces dio sobre su relevancia vino desde el lado ruso. Desde octubre del 2022 se acumularon reportajes en los medios internacionales sobre drones que eran utilizados por las fuerzas rusas para emular a los míticos kamikazes japoneses de la Segunda Guerra Mundial.
Así pues, enjambres de Shahed-136 de fabricación iraní, fueron enviados para impactar directamente contra viviendas y otros edificios civiles, sembrando el terror entre los ciudadanos.
Lo barato que resultan a comparación de los misiles -se estima que un Shahed-136 bordea los 20 mil dólares- y la capacidad de transportar hasta 50 kilos de explosivos, lo convirtieron en un sustituto bastante económico para los rusos, obligando a que Ucrania suplique a sus aliados por refuerzos para su defensa antiaérea.
La atención al llamado y la llegada de armas antiaéreas en los paquetes de ayuda subsecuentes parecen haber acabado con los enjambres de drones kamikaze; sin embargo, el papel de los UAV en esta guerra está aún lejos de pasar a un segundo plano.
Por: Roberto Heimovits, analista internacional.
En general, el dron juega un papel en dos áreas importantes. Una es el reconocimiento para localizar y fijar blancos, que luego son usados por la artillería o ataques aéreos. Y la otra, igual o más importante aún, es la de atacar directamente. Eso es algo que antes solo hacía la artillería o la aviación.
La ventaja del dron sobre los aviones tripulados, que es el sistema más parecido que hay, es que no necesita un piloto. Un piloto toma mucho tiempo de entrenamiento y, además, es una vida humana muy valiosa para su bando. Por otro lado, el dron es mucho más barato que un avión de combate. Dado que ambos bandos poseen drones, lo importante acá será ver quién puede utilizarlos de forma más efectiva. Ahí juega el comando y el control, la habilidad táctica u operacional de cada parte, y también la doctrina.
Para considerarlo un 'game changer' (un actor que cambia el juego), los ucranianos tendrán que adquirir, desarrollar o adaptar un dron con un alcance suficiente para llegar a la retaguardia rusa y con la capacidad de transportar una carga explosiva grande. Es decir, una especie de misil de crucero pero mejorado y más preciso. Imagínese que los ucranianos puedan desarrollar drones capaces de atacar aviones y buques rusos en Sebastopol o que traspasen en 100 kilómetros la retaguardia rusa, hasta los grandes depósitos de combustible. Eso impediría que se lancen nuevas ofensivas y se convertiría en un verdadero 'game changer'.
En principio, dado que los ucranianos tienen menos artillería y soldados que los rusos, si hacen cierta su promesa de desarrollar drones como los que describo y con una cabeza explosiva lo suficientemente grande, creo que sí contribuirían a cambiar el curso de la guerra actual.