Donald Trump y los servicios de inteligencia de Estados Unidos han vuelto a entrar en colisión. Esta situación de choque se ha vuelto una constante en los tres años y pico que lleva el actual inquilino de la Casa Blanca.
El último episodio tiene al coronavirus en el centro de la controversia. Hace algunas semanas, Trump deslizó que el nuevo coronavirus pudo haberse originado, no en un mercado chino, sino en un laboratorio de Wuhan, la ciudad desde donde se esparció la pandemia, como producto de una manipulación.
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Ayer, sin embargo, la oficina del director de Inteligencia Nacional de EE.UU., Richard Grenell, descartó en un inusual comunicado -tal dependencia no tiene por costumbre realizar declaraciones públicas- que la mano del hombre esté detrás del virus.
“La comunidad de inteligencia también coincide con el amplio consenso científico de que el virus del COVID-19 no es ni artificial ni genéticamente modificado”, señaló Grenell, como líder de todas las agencias de inteligencia y espionaje del país.
Horas después, el presidente estadounidense, que no se rinde tan fácilmente, insistió en que tiene pruebas que relacionan al citado laboratorio con el origen del coronavirus, aunque no las mostró, e insinuó que podría tomar represalias contra Beijing.
Lo que mal empieza…
Si echamos la mirada hacia atrás, nos topamos con que incluso antes de asumir la presidencia, y ya como mandatario electo, Trump ya tenía sus encontronazos con los servicios de inteligencia.
El 12 de enero del 2017, ocho días antes de tomar la posta de Barack Obama, el líder republicano reclamaba en una rueda de prensa que era “muy escandaloso” que las agencias de inteligencia del país permitieran la filtración de rumores sobre supuestos documentos comprometedores en manos de Rusia.
Trump calificó la filtración como “una mancha tremenda” para estos servicios y comparó el accionar de estos con lo que hacía el nazismo en Alemania.
Los lazos de Trump con Rusia, los conflictos de interés entre sus empresas y su futura función pública y las sospechas de la interferencia de Moscú en las elecciones que lo habían llevado al poder encendieron la primera mecha en la relación.
Posturas opuestas
Dos años más tarde, en el habitual informe anual de los servicios secretos ante el Senado sobre las amenazas de seguridad que se ciernen sobre EE.UU, quedaron palpables las diferencias entre Trump y dichos servicios sobre las percepciones de los peligros.
En junio del 2018, tras su histórica reunión con el líder norcoreano Kim Jong-un, el gobernante estadounidense había afirmado tajante que ya no había “amenaza nuclear por parte de Corea del Norte”.
Sin embargo, en aquel informe de enero del 2019, el director de los servicios de inteligencia, Dan Coats, señaló que era poco probable que el hermético estado asiático estuviera dispuesto a renunciar a todas sus armas nucleares, “a pesar de los esfuerzos del mandatario para negociar un acuerdo de desnuclearización parcial con Pyongyang”.
Coats agregaba que Corea del Norte intentaba incluso conseguir el apoyo de China y Corea del Sur para ejercer presión sobre Washington y aflojar las sanciones contra el régimen de Kim, sin hacer concesiones nucleares significativas a cambio.
Otro de los puntos de disonancia se daba en relación al Estado Islámico (EI). Mientras Trump anunciaba su completa derrota desde fines del 2018, el informe de inteligencia -si bien reconocía que el grupo yihadista había perdido el territorio del autodenominado califato en Siria e Iraq- subrayaba que el EI suponía aún un gran peligro ya que había retomado su estrategia original de guerrillas y que seguía contando con cientos y hasta miles de combatientes en muchos países.
Consultado el jefe de Estado sobre tales diferencias, respondió que “quizá la inteligencia del país debería volver a la escuela”.
Hacia la puerta de salida
Para julio del 2019 los rumores sobre la salida de Coats de los servicios de inteligencia nacional eran ensordecedores. En los dos años y medio que, por entonces, llevaba la Administración Trump medio centenar de mandos altos y medios ya habían abandonado o saltado del barco. Coats se convirtió en el último de esa lista en aquel mes.
Todo indica que las marcadas distancias en las conclusiones de Trump y las de las agencias de inteligencia llegaron al límite y la pita se rompió por el lado más débil, si bien Trump se cuidó de despedir a Coats agradeciéndole “sus grandes servicios al país”.
El adiós de Coats ya venía cocinándose. Después de aquellas contradicciones en el informe de enero, la brecha con el mandatario se volvió más amplia por el tema de Rusia, país del cual desconfiaba la cabeza de la inteligencia estadounidense.
Hubo un momento bastante curioso en el primer trimestre de ese año, cuando a Coats le comunicaron en directo que la Casa Blanca anunciaba una invitación al gobernante ruso, Vladimir Putin, para visitar Washington. Atónito, Coats se lo hizo repetir hasta dos veces a su interlocutora.
¿Un desgraciado o un hombre íntegro?
Hace un mes, el 3 de abril, Donald Trump se presentó ante el comité de inteligencia del Senado para comunicar las razones por las que había despedido a Michael Atkinson, inspector general de los servicios de inteligencia.
De arranque, el jefe de Estado describió a Atkinson como una “desgracia” y que había perdido la confianza en él por su “trabajo absolutamente terrible”. Luego abundó: “Tomó un reporte falso y lo llevó al Congreso como una emergencia”.
El reporte del informante, según la agencia AP, no era falso. Era una minuciosa denuncia escrita por un agente de inteligencia anónimo que describía las supuestas presiones de Trump sobre el Gobierno Ucraniano para investigar al exvicepresidente Joe Biden -muy probable competidor del actual mandatario en las elecciones de noviembre de este año- y a su hijo. Atkinson concluyó que la denuncia era urgente y creíble, y que la ley lo obligaba a ir con ella al Congreso.
Tal denuncia y otros indicios más condujeron al juicio político al que fue sometido Trump a principios de este año, y del cual salió airoso gracias a la mayoría republicana en el Senado, que terminó absolviéndolo de los cargos en su contra.
Las noticias no tan gratas para Trump es que muchos compañeros de Atkinson salieron en su defensa. Michael Horowitz, titular del Consejo de Inspectores Generales, apuntó que el agente despedido era conocido por su “integridad, profesionalidad y compromiso con el estado de derecho y la supervisión independiente”. Eso incluía su manejo del caso ucraniano, precisó Horowitz.
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?
Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.
Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).
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