La Banda del Rolex, La Banda del Tío Relojero, Los Chamos del Rolex, Los Relojeros, Los Capos del Rolex. La originalidad ya se está acabando para caracterizar a los indeseables protagonistas de los robos de relojes de alta gama, un delito que tiene ocupados a los cuerpos policiales de España y de varios países de Sudamérica.
Precisamente en el Perú hay un aumento de robos de relojes Rolex desde mediados del año pasado.
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En España, en cambio, se lidia con este problema desde el 2012, cuando empezó a notarse un incremento de estos atracos en las Islas Baleares y en Barcelona. Los veranos, con su alta carga de turistas extranjeros, se han convertido en la estación más peligrosa.
Dos motivos han vuelto muy atractivo el robo de relojes finos en la península ibérica.
El primero es la fácil salida de estos accesorios en el mercado negro, ya sea a particulares o a tiendas de relojes.
Si bien las principales marcas de relojes de lujo disponen de un sistema por el que se alerta de cada pieza robada (los ladrones roban por encargo y el comprador sabe que ante cualquier desperfecto, si lo lleva a reparar a una casa oficial, el dueño del negocio alertará a la policía), ello no ha sido disuasivo suficiente.
El segundo es la leve condena en contra de los atracadores: afrontan penas de entre seis meses y dos años de cárcel. Peor aún, si el robo se efectúa sin violencia, los jueces se muestran proclives a dejar en libertad provisional a los sospechosos, como han denunciado varios medios catalanes.
En cuanto a los perpetradores de los latrocinios, las mafias napolitanas o calabresas han venido dando paso a bandas de españoles o de franceses de origen argelino o marroquí que actúan de forma itinerante, por encargo y en busca de modelos concretos.
Aunque en el 2017 fueron desarticulados varios grupos de delincuentes, los atracos no han menguado el año pasado ni este (ver ilustración).
En marzo, los Mossos d’Esquadra (policía autonómica de Cataluña) reconocieron que el ‘handicap’ en esta lucha es la falta de personal.
—El delito en casa —
En nuestra región, Colombia, Argentina y Chile –además del Perú– son los países más afectados por esta ola criminal.
El diario colombiano “El Tiempo” publicó en junio un reportaje sobre el desmantelamiento de una banda que operó a lo largo de dos años en Bogotá y Medellín, sobre todo, y que fue responsable de la sustracción de entre 70 y 100 relojes de lujo en ese período.
De los 50 miembros de la red delictiva, cuyas edades varían entre 20 y 35 años, casi 30 fueron capturados y se encuentran hoy en prisión o bajo arresto domiciliario.
La policía colombiana dio, asimismo, pautas del cambio de conducta de los delincuentes tras verse perseguidos: dejaron de viajar en motos o carros de ciudad en ciudad para hacerlo en ómnibus o aviones (lo cual daba cuenta de lo rentable del ‘negocio’) y ya no se alojaban en hoteles, sino que arrendaban departamentos o pernoctaban en casa de familiares en las ciudades donde iban a cometer sus fechorías.
Las redes sociales son el escenario favorito de los ladrones de estos accesorios en Argentina. Se han encontrado conversaciones en Facebook en las que los delincuentes se felicitan por los hurtos y ofertan las piezas sustraídas, la mayoría de ellas valuadas en no menos de 5.000 dólares.
En Chile y el Perú, en cambio, los ladrones prefieren sacar del país las unidades sustraídas para su comercialización en los mercados negros de Ecuador, Venezuela (donde pueden valer hasta 10 mil dólares) y Colombia (pueden llegar hasta US$30 mil).
Los robos con intimidación en nuestro país y en el vecino del sur se siguen sucediendo, mientras las autoridades reconocen las dificultades para contrarrestarlos. “Vemos que a la mayoría de delincuentes no les importa que los estén filmando. Como saben que el registro es temporal, cometen sus fechorías y fugan”, dijo hace unas semanas el coronel PNP Carlos Céspedes, de la división de robos de la Dirincri.