El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sigue anunciando lo que hará apenas tome de nuevo posesión de la Casa Blanca. Ya no es solo que acabará con la guerra entre Rusia y Ucrania en las primeras 24 horas en que esté al mando de la nación norteamericana. También ha dicho que impondrá nuevos aranceles, que básicamente son impuestos de importación, a México, Canadá y China.
Como ya tenemos experiencia con el líder republicano tras su primer mandato (2017-2021), no queda completamente claro si Trump realmente hará realidad sus amenazas o si las está utilizando como táctica de negociación antes de asumir la presidencia el 20 de enero del año entrante.
La agencia Associated Press remarca que el nominado de Trump para secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha señalado en varias ocasiones que los aranceles son un medio de negociación. Y este funcionario, de resultar confirmado, sería justamente uno de los principales responsables de fijar aranceles a otros estados.
El impacto de una guerra arancelaria no solo se sentiría en los tres países mencionados sino que también tendría repercusiones, según los expertos, en las industrias estadounidenses, incluyendo los fabricantes de automóviles, los agricultores y los empaquetadores de alimentos.
Poco le ha importado a Trump que China, México y Canadá sean los principales proveedores y socios comerciales de EE.UU. El anuncio de un impuesto del 25% a todos los productos que ingresen al país desde Canadá y México, y un arancel adicional del 10% sobre los bienes procedentes de China se debe a lo poco que hacen, según él, para combatir la inmigración ilegal y el tráfico de drogas. Los dos estados vecinos de EE.UU. “tienen el poder para resolver fácilmente el problema migratorio y hasta que lo hagan, es hora de que paguen un precio muy alto”, bramó Trump.
De las tres naciones, la que lo ha tomado con más serenidad es China, acusada de no tomar medidas suficientemente enérgicas para detener el flujo de los precursores del fentanilo y otras drogas ilícitas hacia EE.UU. Un vocero de la embajada china en Washington pronosticó que “nadie ganará una guerra arancelaria” y que habrá perdedores en todas partes. Y el Ministerio de Asuntos Exteriores del país asiático señaló que desde Beijing están “abiertos a mantener el diálogo y la comunicación”.
La mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum, envió de inmediato una carta al gobernante electo de EE.UU. señalándole que con amenazas no se va a atender el fenómeno migratorio y advirtiéndole que “a un arancel vendrá otro en respuesta y así hasta que pongamos en riesgo empresas comunes”. Defendió, además, el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en vigor desde julio del 2020 y firmado justamente por Trump durante su gestión anterior.
Donde se tomaron con más histeria el anuncio trumpista fue en el vecino del norte. El ministro de Industria canadiense, Francois-Philippe Champagne, manifestó que Washington “no debería confundir la frontera mexicana” con la de su país y el jefe de gobierno de Ontario -la provincia más industrial- dijo indignado que mezclar y comparar a Canadá con México es “lo más insultante que ha escuchado nunca”. Solicitó incluso la expulsión de México del T-MEC, lo cual el primer ministro Justin Trudeau no descartó evaluar en una reunión con todas las provincias del país para acordar una estrategia..