Era el 14 de setiembre del 2015, Vayron Jonathan Nakada Ludeña irrumpió en la casa de Kazuyo Shirai, una anciana de 84 años que vivía sola en la ciudad de Kumagaya, a unos 60 kilómetros de Tokio. Su objetivo era robarle, pero la terminó asesinado a puñaladas con un cuchillo de cocina.
Pero no le fue suficiente. El baño de sangre recién empezaba. La policía de Kumagaya fue notificada del asesinato de la mujer, quien fue hallada por un familiar agonizando en el baño de su casa. Una hora después, las autoridades recibieron la llamada de unos vecinos que reportaron ruidos extraños e indicios de violencia en una casa cercana.
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Desde ese día hasta el 16 de setiembre, el peruano, de entonces 30 años, mató a los esposos Minoru y Misae Tasaki, de 55 y 53 años; luego a Miwako Kato, de 41 años, y a sus dos hijas Misaki y Haruka, de 10 y 7 años, respectivamente. Todos ocurrió en un radio de 1,3 kilómetros.
Seis muertes por las que fue sentenciado en marzo del año pasado a la pena de muerte, condena que fue cambiada hoy a prisión indefinida, luego que un tribunal aceptara el recurso de apelación de la defensa, que señalaba que el peruano sufre de ezquizofrenia y por tanto no era responsable de sus actos en el momento de cometer los crímenes.
Fue en la casa de sus últimas víctimas donde el peruano fue localizado. Cuando la policía llega a la casa de Kato y sus hijas, Nakada intentó huir saltando desde una de las ventanas del segundo piso, acción que fue grabada por un vecino con su teléfono celular.
En el video se aprecia al peruano con un cuchillo en la mano izquierda, mientras que usa la derecha para persignarse antes de saltar. Tras caer, quedó momentáneamente inconsciente, por lo que fue trasladado a un centro hospitalario, donde estuvo inconsciente varias semanas y al borde de la muerte.
¿Era ezquizofrénico?
La defensa de Nakada Ludeña ha argumentado en estos años que el peruano sufre una severa ezquizofrenia. “Según el Código Penal japonés, un acusado con problemas mentales no puede ser declarado culpable, y ha sido claramente probado por los exámenes médicos practicados que, cuando cometió los asesinatos, Vayron sufría de un grave ataque de esquizofrenia. Por este motivo la defensa pide que sea declarado inocente”, explicó a El Comercio en marzo del año pasado Ichiro Muraki, el abogado principal de un grupo de tres letrados que forman la defensa del peruano, y que fueron nombrados de oficio por el Estado nipón para hacerse cargo del complejo caso.
En la historia judicial nipona, existen casos similares al de Nakada Ludeña. “Hace pocos años se registró un caso parecido al de Vayron cometido por un ciudadano chino, quien fue declarado inocente y deportado a su país porque tenía problemas mentales. Hay otros casos en los que incluso la fiscalía desistió de presentar la acusación, porque era claro que el homicida estaba mentalmente inestable”, acota Muraki.
Sin embargo, la fiscalía japonesa argumenta que Vayron solo sufría de paranoia y delirio de persecución y no sufría ningún tipo de alucinaciones. “Él huyó de la escena del crimen dejando el dinero en efectivo porque su intención era matar. Tomó medidas para protegerse, como intentar ocultar los cadáveres en lugares difíciles de ubicar. Es claro que tenía capacidad para juzgar entre qué era bueno y qué era malo. El acusado tenía capacidad para comprender su responsabilidad en las acciones”, dijo en enero del 2018 el magistrado a cargo del caso.
Una dolorosa historia familiar
El verdadero nombre del peruano es Vayron Jonathan Mesías Ludeña, pero adoptó el apellido Nakada gracias a su hermano Pedro Pedro, el infame asesino en serie conocido como el ‘apóstol de la muerte’, quien mató a 25 personas, crímenes por los que fue condenado en el 2007 a una pena de 35 años de cárcel.
Pedro Pablo, que también sufre de ezquizofrenia paranoica, cambió su apellido paterno a Nakada luego que le pagó 800 soles a un ciudadano japonés para que lo adopte y así poder conseguir una visa para Japón, a donde planeaba emigrar.
Vayron perdió a sus padres cuando era niño, y a los 6 años se fue a vivir a Mala con una de sus hermanas mayores. A los 13 regresó a Lima donde vivió con su media hermana, María Elena. No terminó la secundaria y según personas que lo conocieron siempre mostraba una conducta antisocial. Ya con el apellido cambiado, partió a Japón a los 18 años y en todo este tiempo no aprendió el idioma japonés.