A unos los despertaron. Algunos estaban en clases, atendiéndolas o impartiéndolas. Otros ya estaban trabajando cuando la noticia llegó a sus oídos: aquella mañana del martes 11 de setiembre del 2001 (11-S), en Estados Unidos, dos aviones acababan de colisionar contra las Torres Gemelas.
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Digerir la noticia fue difícil: ¿cómo se explica que la mayor potencia mundial fuera víctima, en su propio territorio, de un ataque terrorista de tal envergadura?
El Comercio recogió varios testimonios de peruanos para conocer dónde estaban y qué hacían el fatídico 11-S y cómo se enteraron del golpe que Al Qaeda acababa de asestar contra Estados Unidos.
En todos los casos, las respuestas dan testimonio del estupor, del asombro. Todos sabían que el mundo estaba por cambiar.
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Diego García-Sayán, canciller (2001-2002)
Ese día, como canciller anfitrión, me tocaba presidir la Asamblea General Extraordinaria de la OEA en Lima. Esa mañana debía aprobarse la Carta Democrática Interamericana, iniciativa peruana que había impulsado intensamente desde el Ministerio de RR.EE. en los meses previos hasta lograr un consenso regional sobre su texto.
Teníamos un desayuno de trabajo en Palacio de con el secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, para tratar asuntos bilaterales. En el preciso instante que estábamos hablando del tema del terrorismo, ingresó un asistente uniformado y le entregó un papelito que decía que un avión pequeño había tenido un “accidente” contra una de las Torres Gemelas. Más tarde el mismo efectivo le alcanzó otro mensaje que el propio Powell nos leyó: “No ha sido una avioneta sino un 737, y lo peor es que otro 737 se ha estrellado contra la otra torre”. La información no era correcta pues, como se sabe, los aviones eran más grandes (Boeing 757).
Entonces Powell me dijo: “Bueno, me tengo que ir a Washington. Ya mismo, en este instante. La situación es muy grave y debo partir”. Además del horror de lo que pasaba en Nueva York, en lo que sospechábamos era una tragedia, por mi función me preocupaba que la Asamblea aprobara la Carta sin el representante de EE.UU.
Nos desplazamos juntos en el vehículo oficial de Powell hasta el hotel Los Delfines. En el camino creo haberlo persuadido de la importancia de que todos los cancilleres estuvieran presentes en la aprobación de la Carta Democrática. Y que, si bien en la agenda venían los discursos en la mañana y la votación en la tarde, había logrado que se cambiara el orden con lo que se entró rápidamente a la votación unánime, luego de lo cual ya Powell emprendió vuelo de regreso.
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Claudia Salazar Jiménez, escritora
Esa mañana me desperté en Lima. Recuerdo que mi padre entró a mi cuarto y me dijo que prendiera la televisión por un accidente de avión “en Los Ángeles”. Lo noté alarmado, pues tenemos familia allá. Yo estaba medio soñolienta y él repetía: “Mira, mira”. Había sintonizado CNN en Español. Vi la primera torre quemándose. ¿No eran las Torres Gemelas de Nueva York? Repetían la palabra accidente, avión, estrellarse. Las noticias iban llegando con un poco más de detalles. Se trataba de un avión que salía de Boston y estaba en ruta hacia Los Ángeles, quizás de ahí la confusión de mi padre. Pero esa torre era inconfundiblemente neoyorquina, una de las dos gemelas en ese icónico (y ahora histórico) ‘skyline’.
Yo seguía frotándome los ojos, medio dormida aún, cuando vi el segundo avión estrellándose contra la segunda torre. En vivo y en directo. El choque me produjo el efecto de diez tazas de café. Siguió un marcado silencio en CNN. Eso no fue un accidente, pensé. Sentí miedo.
En aquel momento, no imaginaba que pocos años después estaría viviendo en Nueva York, ciudad en la que cada 11-S trato de hacer dos cosas: por la mañana, durante el homenaje a las víctimas, escuchar al menos una parte de la lista con sus nombres; por la noche, desde el lugar donde esté, intento ver las dos luces que proyectan hacia el cielo como un recuerdo de las dos torres caídas.
Roberto Chiabra, exmilitar, congresista
Yo era el jefe del Estado Mayor en la Segunda Región Militar en el Rímac. En ese momento, en las oficinas todos teníamos un televisor para ver las noticias, y ese día ingresaron tres oficiales para decirme que pusiera CNN. Prácticamente vimos en vivo y en directo el segundo avión. Increíble. Lo primero que nos preguntamos fue cómo era posible que la primera potencia mundial sufriera un atentado terrorista en su propio territorio. Estados Unidos los había sufrido antes, pero en unidades fuera de su país. Esta era la primera vez que ocurría allí. Justo iniciando el siglo, la inteligencia de la primera potencia del mundo no pudo detectar este tipo de atentados. Y hubo varias causas: EE.UU. tiene muchas agencias de inteligencia, pero no coordinaban entre ellas. Parece que una tenía información, pero no le hicieron caso. Además, su sistema de inteligencia estaba diseñado para una guerra convencional, que es su fortaleza, pero no para un atentado terrorista. Y el exceso de confianza. Todo eso influyó para que fueran sorprendidos.
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Norma Martínez, actriz y directora
Yo vivía en un departamento en la avenida Diagonal, en Miraflores. Recibí una llamada desde España que me despertó. Me dijeron que prendiera el televisor y vi lo que estaba ocurriendo. Al lado mío vivía Patricia del Río. Nos hablamos por las ventanas, y me pasé a su departamento. Allí vimos el derrumbe de la segunda torre.
Gustavo Rodríguez, escritor
Ese martes descendí en mi carro de un cerro en Surco. Luego de bajar por la avenida Benavides y de adentrarme en Miraflores –seguramente escuchaba un CD o Studio 92–, me estacioné en el local que Bembos tiene hasta hoy en el óvalo Gutiérrez. Iban a ser las 9 am. El lugar estaba cerrado para el público, pero abierto para mí: debía supervisar la grabación de un documental para la cadena de comida. Los técnicos trajinaban, pero sus ojos se posaban por momentos en el televisor del restaurante: entendí que una avioneta se había estrellado contra una de las torres del World Trade Center. Yo había visitado aquel coloso un par de años antes y no se me ocurrió comparar su tamaño con el volumen de humo: una avioneta habría sido como un mosquito contra un brazo. A los minutos, CNN advirtió que otra nave acababa de impactar contra la otra torre. Las bocas se abrieron, como en un comercial de hamburguesas. Se habló oficialmente de atentados. Terrorismo. Otros vuelos secuestrados. Un avión contra el Pentágono. Faltando poco para las 10, me dirigí a mi oficina: encendí RPP. En el tráfico me encontró lo insólito: la torre sur acababa de derrumbarse. En el televisor de mi oficina, vi a la otra desplomarse. Recordé la caída de Constantinopla: sus testigos nunca supieron que, siglos después, los historiadores la usarían como un hito. Esa mañana, mi generación tuvo el aterrador privilegio de atestiguar un nuevo marcador en el libro de la historia.
Norma Fuller, psicoanalista
Acababa de regresar a mi casa y me dijeron: “Mira lo que ha pasado”. Prendí el televisor: ya había chocado el primer avión y vi entrar al segundo. Daba una sensación de absoluta irrealidad. Parecía una película. Cuando empezaron a decir lo que había ocurrido y dieron los entretelones –sobre quien era Bin Laden, al que no conocía- comencé a asimilar. Conversando y viendo pude construir un relato porque verlo era irreal.
Tony Sucarr, músico
Yo estudiaba en el Miami Sunset Senior High School y no recuerdo si estaba en el último o penúltimo grado de secundaria. Estaba en clase y el profesor prendió la televisión. Vimos en vivo el atentado. No entendíamos qué estaba pasando. Shock total. El colegio paralizado completamente. Soy peruano, pero crecí allá desde los dos años. Definitivamente, aquello fue un trauma total.
Alberto Ísola, director
Ese martes estaba dando clases en la PUCP. Enseñaba en la especialidad de Teatro en la Facultad de Comunicaciones. Mis clases siempre empezaban a las ocho de la mañana y recuerdo haber salido como a las diez y haberme enterado por Hugo Aguirre, un profesor de la facultad, quien me lo contó. Al comienzo no entendí bien y, luego, estuve en la oficina de Lucho Peirano, quien en ese momento era el decano, y vi todo por televisión: las explosiones. Fue, como sigue siendo, una sensación de extrañeza. Siempre pienso que, cuando de alguna manera eres de eventos que sabes que son muy importantes en la historia, siempre uno tiene la sensación de que es mentira, de que se lo está imaginando. Como si uno pensara que esas cosas solo suceden en otros momentos, en otros tiempos, y no en la vida de uno.
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Eduardo Ferrero Costa, excanciller
Me encontraba dictando el curso de Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima. En esas circunstancias, mi hijo mayor Eduardo, quien vive en Sidney (Australia), me llamo por teléfono, y ahí fue que me dijo que un avión acababa de estrellarse contra una de las dos Torres Gemelas en Nueva York. Avisé a los alumnos y, de inmediato, encendimos el televisor que había en el salón y vimos la repetición del accidente. Nos pareció algo increíble, de horror y de ciencia ficción. Escuchando ya los comentarios en la TV supimos que se trataba de un atentado terrorista.
Iniciamos un diálogo con los alumnos y, mientras conversábamos angustiados, vimos cómo se derrumbaba la torre siniestrada y como un segundo avión se estrellaba contra la otra torre. Parecía una terrible película de ciencia ficción. La clase fue suspendida. Llamé a mi esposa y me fui a mi casa siguiendo las noticias de estos lamentables hechos de un terrorismo salvaje e inaceptable.
Federico Salazar, periodista
A mí el 11-S me agarró en el canal. En esa época yo trabaja en Panamericana y estábamos en el noticiero. De pronto, nos empezaron a poner las imágenes y no sabíamos lo que pasaba. Empezamos a especular hasta que comenzó a llegar la información. Teníamos que ir actualizándonos a través de lo que nos decían del ‘switcher’. Fue terrible ver y no saber. Inicialmente pensamos que había habido un error en la computadora del avión, pero después confirmaron que se trataba de actos terroristas.
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