El gobernador de Florida, Ron DeSantis, uno de los pocos republicanos que podrían hacerle sombra a Donald Trump en el 2024, se ha convertido en el símbolo de la resistencia a la política anti-covid del Gobierno de EE.UU., a la par que su estado bate récords de contagios, muertes y hospitalizaciones por el coronavirus.
El “guerrero conservador”, como lo apodó Trump durante la campaña de las elecciones a la Gobernación en 2018, sostiene que la prensa ha desatado la “histeria” en torno a la variante Delta, mucho más contagiosa que la cepa original del virus, y no da su brazo a torcer en su política de no tomar medidas para prevenir contagios.
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En 2020, cuando Trump era todavía presidente (2017-2021), DeSantis no tenía una postura tan radicalmente contraria a la estrategia anti-covid de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y Florida nunca fue, como lo es ahora, el centro de la pandemia en EE.UU.
Desde que el demócrata Joe Biden está en la Casa Blanca, el gobernador no solo se ha burlado públicamente de los CDC por imponer nuevamente la obligatoriedad de usar mascarillas en sitios cerrados.
ALERGIA A LAS MASCARILLAS
Su equipo de campaña ha recaudado dinero vendiendo camisetas con leyendas supuestamente humorísticas en contra de los tapabocas y del epidemiólogo Anthony Fauci, que asesoró al Gobierno de Trump y ha seguido haciéndolo con Biden.
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“Don’t Fauci Florida”, dice una de esas camisetas puestas a la venta en el peor momento de la pandemia para los floridanos.
Como un mantra, DeSantis viene repitiendo desde cuando levantó el breve confinamiento por el que pasó Florida su “no” a las mascarillas y a “cerrar” la economía del “estado de la libertad”.
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Con el curso escolar cerca de empezar y los contagios en escalada, ordenó por decreto y contra la opinión de pediatras y especialistas en salud pública que sean los padres los que decidan si sus hijos van o no con mascarillas a clase.
En junio pasado decidió que no era necesario seguir informando a diario al público de la incidencia de la covid-19 en Florida y que bastaba con un reporte semanal.
Sin mencionar a DeSantis por su nombre, el presidente Biden dirigió este martes un mensaje a los gobernadores que “no quieren hacer lo correcto para combatir esta pandemia”: que ayuden o, de lo contrario, “no estorben” a quienes están tratando de hacerlo.
La respuesta de Desantis llegó hoy: “hasta que la frontera no esté asegurada no quiero escuchar ni una señal de Biden sobre el covid-19”.
La situación en la frontera con México, que Trump ha definido como una “catástrofe”, le llevó a DeSantis a enviar tropas de la Guardia Nacional de Florida a Texas para ayudar en el control fronterizo a las fuerzas del gobernador Greg Abbott, su aliado en contra de los CDC y las políticas liberales de Washington.
BELICOSO COMO SU MENTOR
El “guerrero conservador” tiene un espíritu belicoso como su mentor Trump, que últimamente y después de haber especulado con la posibilidad detenerlo como compañero de fórmula en 2024, no ha vuelto a decir nada, quizás porque una encuesta interna entre conservadores le dio al gobernador mejores resultados que a él.
En el curriculum de Desantis, que tiene 42 años y es casado y padre de tres hijos, destaca que formó parte de la Marina y fue asesor legal de la fuerzas especiales en Irak y fiscal en la prisión de Guantánamo para acusados de terrorismo.
Tanto en la Universidad de Harvard, donde estudió abogacía, como en Yale, donde cursó estudios de historia y destaco como jugador de béisbol, se graduó “cum laude” (con honores).
Por instrucción suya, la fiscal general de Florida, Ashley Moody, demandó este año a los CDC por prohibir a los cruceros navegar en puertos estadounidenses, entre ellos los de Florida, e imponer determinados requisitos para reanudar las operaciones a mediados de este año.
La demanda sigue su curso y entre medias una compañía de cruceros, Norwegian Cruise Lines, se querelló contra el estado de Florida porque una ley impulsada por DeSantis impide a negocios e instituciones exigir “pasaportes” de vacunación.
EL CONSENSO BRILLA POR SU AUSENCIA
A las administraciones locales o condales les ha cerrado mediante ley la posibilidad de tomar cualquier medida que desde el Gobierno del estado se considere contraria a la apertura de la economía que DeSantis quiere mantener aun a costa de la salud pública.
En mayo eliminó de un plumazo las sanciones y multas impuestas en ciudades y condados por no cumplir con ordenanzas anti-covid.
DeSantis sí se preocupó por traer vacunas a Florida y hacer que fueran accesibles para todos, incluso turistas, pero no puso el mismo empeño en que la gente efectivamente se vacunase, quizás porque defiende a ultranza la libertad individual.
Menos del 49 % de los floridanos están plenamente vacunados, un porcentaje relativamente bajo en el conjunto de EE.UU.
No solo en lo que se refiere a la covid-19 DeSantis ha hecho una política en la que el consenso ha brillado por su ausencia.
El Partido Republicano controla las dos cámaras del legislativo floridano y el gobernador ha logrado sacar adelante sin dificultad polémicas medidas de talante ultraconservador.
Entre ellas, una ley considerada “anti-protestas”, otra que impone restricciones al voto por correo y una que impide a las niñas transexuales participar en actividades deportivas femeninas.
Una encuesta publicada este martes muestra que para más de la mitad de los floridanos, DeSantis puede estar yendo demasiado lejos.
Según el sondeo de la encuestadora St. Pete Polls, un 48,5 % desaprueba y un 43,7 % aprueba la gestión de DeSantis, quien no obstante es el favorito para ganar en 2022 y renovar su mandato.
Para US Sportbonus, una casa de apuestas y análisis demográficos, es el segundo mejor colocado para obtener la nominación presidencial republicana, por detrás de Trump, y el cuarto para ganar las elecciones de 2024, por detrás de la vicepresidenta Kamala Harris, el presidente Joe Biden y el expresidente Trump.
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