Joe Biden es el primer católico que llega a la presidencia de Estados Unidos en los últimos 60 años y el segundo en toda la historia del país, después de John F. Kennedy.
Pese a ello, su presencia en la Casa Blanca en lugar de ser motivo de satisfacción parece estar dejando al descubierto profundas diferencias existentes entre la jerarquía católica en ese país.
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La prueba más reciente de ello se produjo el viernes pasado cuando la Conferencia Episcopal de Estados Unidos aprobó una propuesta para redactar un conjunto de lineamientos sobre la eucaristía que podría materializar una iniciativa del ala más conservadora del catolicismo estadounidense: negarle la comunión a Biden debido a su apoyo al aborto.
La comunión, el acto de recibir la hostia consagrada por el sacerdote, es uno de los rituales más sagrados del catolicismo y constituye la parte central de cada misa. Según estas creencias, el pan y el vino consagrados durante esa ceremonia se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo.
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La medida podría significar un duro golpe personal para Biden, quien asiste a misa con regularidad desde que era niño y que constantemente incluye en sus discursos referencias a la Biblia y a las enseñanzas que recibió siendo niño de parte de sacerdotes y monjas.
Consultado por la prensa el pasado viernes, el mandatario intentó restar importancia a este asunto. “Esa es una cuestión privada y no creo que vaya a ocurrir”, dijo.
La iniciativa, sin embargo, ha generado una discusión que va mucho más allá de las creencias personales del presidente estadounidense, al punto que ha ameritado la intervención del propio Vaticano, que en mayo pasado advirtió en una carta a los obispos estadounidenses que esta propuesta podría “convertirse en una fuente de discordia en lugar de unidad”.
Pero, ¿en qué consiste esta iniciativa?
De la teología a la política
Formalmente, lo que aprobó la Conferencia Episcopal de Estados Unidos fue iniciar la redacción de una suerte de declaración teológica sobre la Eucaristía, motivada en parte por la preocupación de los obispos por el paulatino declive en la asistencia de fieles a misa, así como por la forma como estos entienden la comunión.
Un estudio del Centro Pew realizado en 2019, reveló que solamente un tercio de los católicos en Estados Unidos creen que durante la misa la hostia y el vino consagrado se convierten literalmente en “el cuerpo y la sangre de Cristo”.
El documento que prevén elaborar los obispos, sin embargo, podría servir como justificación teológica para negarle la comunión a Biden y a otros políticos católicos que respalden el derecho al aborto.
La decisión fue aprobada con 168 votos a favor, 55 en contra y seis abstenciones. Esto revela que goza de una clara mayoría a favor, pero también que está lejos de reflejar una posición unánime entre los obispos.
Esa sería justamente una de las preocupaciones que causaría esta iniciativa en el Vaticano.
“Para Francisco, un voto mayoritario entre una conferencia de obispos profundamente divididos no es una señal de que uno debería seguir adelante, sino lo contrario”, dijo Austen Ivereigh, un biógrafo del Papa, a The New York Times.
“Francisco ha sido consistente en su mensaje a los obispos estadounidenses: ‘No se queden atrapados en las guerra culturales y den testimonio de unidad. No creo que este voto haga eso”, agregó.
Durante años, el Papa ha hecho numerosos llamamientos dentro de la Iglesia católica para dar prioridad a los temas de pobreza y justicia social, antes que a los temas polarizantes como el matrimonio igualitario, la multiculturalidad o el aborto.
John Carr, quien fue asesor de la Conferencia Episcopal estadounidense durante 25 años, señaló que la votación reflejaba “graves divisiones entre los obispos”.
“En mi experiencia no tiene precedentes que la conferencia siga adelante cuando hay tantos obispos que se oponen”, dijo Carr al National Catholic Review.
Apuntando hacia Biden
Aunque durante los debates previos a la votación hubo varios obispos que negaron en sus intervenciones que la iniciativa sobre la eucaristía estuviera dirigida en contra de alguien en particular, otros mencionaron expresamente a Biden y a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, como personalidades por las cuales hacía falta elaborar el documento.
“Existe una obligación especial en quienes están en posiciones de liderazgo debido a su visibilidad pública”, argumentó después de la votación el obispo Kevin C. Rhoades sobre la conveniencia de elaborar el documento.
Sin embargo, otros obispos en Estados Unidos han criticado el posible “uso de la eucaristía como arma política”.
Pero las posturas del mandatario estadounidense estaban bajo escrutinio desde mucho antes.
En noviembre, poco después de que Biden ganara las elecciones presidenciales, el arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia Episcopal, José H. Gómez, escribió una carta en la que alertaba que la posición de Biden sobre el aborto creaba una “situación difícil y compleja”.
Aseguraba que el apoyo al aborto entre los políticos de fe católica “crea confusión entre los fieles sobre lo que la Iglesia católica realmente enseña sobre esos temas”.
Poco después, Gómez conformó un grupo de trabajo para estudiar el tema y el día de la toma de posesión de Biden emitió una declaración de 1.200 palabras en la que cuestionaba al nuevo mandatario por defender políticas que “avanzarían males morales” en temas como “el aborto, la anticoncepción, el matrimonio igualitario y el género”.
Polarización en las iglesias
Pese a los cuestionamientos a los que le someten, Biden ha sido claro al decir que su postura personal es contraria al aborto, pero que no contempla la posibilidad de imponer sus creencia sobre otras personas.
“Yo acepto la posición de mi Iglesia sobre el aborto como una doctrina De Fide. La vida comienza en la concepción. Ese es el juicio de la Iglesia. Yo lo acepto en mi vida personal. Pero me niego a imponerlo en cristianos, musulmanes y judíos igualmente devotos”, dijo durante un debate en la campaña electoral de 2012, cuando se postulaba a la reelección como vicepresidente de Obama.
“No creo que tengamos el derecho de decirle a otras personas, a las mujeres, que ellas no pueden controlar sus cuerpos. Esa es una decisión entre ellas y su médico, en mi punto de vista, y la Corte Suprema. Yo no voy a interferir con eso”, agregó.
Pese a todo, es probable que el mandatario tenga razón y que la iniciativa no se concrete o, al menos, que no se llegue al punto de que se niegue la comunión a los políticos católicos como él.
A fin de cuentas, para que el documento sea aprobado debe contar con el voto unánime de los obispos estadounidenses o, de lo contrario, con el voto favorable de dos tercios de ellos y la aprobación del Vaticano, lo que según los expertos resulta altamente improbable.
Al mismo tiempo, usualmente los sacerdotes tienen autonomía a la hora de decidir a quién le darán la comunión y, hasta ahora, los responsables de la iglesias a las que suele asistir el mandatario -el cardenal Wilton Gregory, en Washington D.C., y el obispo Francis Malooly, de Wilmington (Delaware)- han descartado la posibilidad de negarle la comunión.
Malooly, en concreto, ha dicho que no tiene intenciones de “dejarse arrastrar hacia políticas partidistas” ni tampoco de “politizar la eucaristía como forma para comunicar las enseñanzas de la Iglesia católica”.
Y es que muchos analistas atribuyen esta polémica iniciativa al auge que la derecha cristiana ha experimentado en los últimos años en Estados Unidos no solamente entre los protestantes, sino también entre los católicos.
De acuerdo con un estudio del Centro Pew, 4 de cada 10 votantes blancos católicos en Estados Unidos votaban al Partido Republicano en 2008, mientras que en la actualidad son 6 de cada 10.
Es un giro ideológico que podría haber trasladado la división política del país al interior de los templos de culto.
Alberto Melloni, experto en historia de la Iglesia católica residente en Roma, le dijo a The New York Times que la iniciativa de los obispos estadounidenses era “muy peligrosa” y recordó que el Vaticano abandonó hace ya mucho tiempo la idea de que era labor de la iglesia dirigir la política.
Y es que, paradójicamente, uno de los temores que tuvo que combatir durante la campaña electoral de 1960 el fallecido presidente John F. Kennedy era la idea de que por ser católico iba a estar sometido a los designios de su Iglesia.
Ahora Biden, instalado en la Casa Blanca, enfrenta unas objeciones que no proceden de los votantes sino de una parte importante de su propia Iglesia.
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