¿Hasta qué punto están infiltrados los servicios secretos rusos en Ucrania? Su presidente, Volodymyr Zelensky, puso este domingo negro sobre blanco en una amenaza que sobrevuela desde el inicio de la invasión rusa. Zelensky concretó que 651 personas están acusadas de facilitar información al enemigo —el Ministerio del Interior elevaba la cifra hace un mes a 700—. La principal preocupación son los colaboradores de Rusia en los poderes del Estado. El líder ucranio ha dado ahora un golpe de efecto al suspender de sus cargos a la fiscal general y al jefe de los Servicios de Inteligencia (SBU).
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Lviv, mediados de marzo. La invasión rusa llevaba tres semanas en marcha. Si algún lugar en Ucrania está libre de la influencia rusa, este es la principal ciudad de las provincias occidentales. EL PAÍS se citó entonces con una fuente próxima al Estado Mayor del Ejército. Varios medios de comunicación estadounidenses ya informaban el pasado 20 de febrero de que los servicios secretos de Estados Unidos daban por hecha la invasión de Ucrania. Esta se produjo cuatro días después. La presidencia y el Gobierno ucranio no asumieron plenamente la amenaza hasta el último momento. ¿Por qué, mientras los aliados de Ucrania veían una guerra inminente, su Gobierno todavía no lo consideraba altamente probable? La fuente consultada en Lviv aclaró que una cosa es lo que publicaban los medios y otra, la información que el Pentágono estaba transmitiendo a Kiev: “Esta era poco precisa, porque hacía tiempo que temían que lo que nos facilitaban acabara en conocimiento de los rusos”.
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Cuatro meses después, el pasado domingo, Zelensky anunció la suspensión de Iván Bakanov como jefe del SBU y de Irina Venediktova como fiscal general. Representantes del Gobierno de Estados Unidos han asegurado a The New York Times que la caída de Bakanov no se debe a que se filtrara información de sus agencias de inteligencia a Rusia. Estas fuentes también indicaron al mismo diario que desde el inicio de la guerra, la información de inteligencia norteamericana ya no pasa por el SBU, sino que va directamente a las Fuerzas Armadas ucranianas.
Zelensky responsabiliza a Bakanov y a Venediktova de haber permitido un coladero de colaboradores rusos en sus respectivos departamentos. No han sido formalmente cesados todavía, solo apartados del cargo, según informó este lunes Andrii Smirnov, vicejefe de la oficina del presidente, a la espera de que finalicen las investigaciones en marcha. “Todos esperábamos las medidas necesarias e incluso resultados radicales por parte de los responsables de estos dos órganos”, afirmó Smirnov. “Sin embargo, continuamos encontrando docenas de colaboradores y traidores en ambas administraciones, seis meses después de iniciarse la guerra”, añadió.
Bakanov, amigo de Zelensky desde su infancia, ha estado a su lado desde que este se convirtió en un actor famoso hasta su salto a la política para alcanzar la presidencia en 2019. La espada de Damocles pendía sobre Bakanov desde el inicio de la ofensiva rusa. Christopher Miller, corresponsal de Politico en Ucrania, informó el pasado junio de que Zelensky ya estaba sopesando destituir a Bakanov. Zelensky perdió la confianza en él y la principal razón, según Politico, era la pérdida de la ciudad de Jersón, en la costa del mar Negro, en un visto y no visto y sin tomar decisiones estratégicas que frenaran el avance ruso.
Los ceses ordenados por Zelensky en posiciones clave no son nuevos. El presidente comenzó en abril un proceso de destitución contra dos generales del SBU, el antiguo responsable de asuntos internos del organismo Andrii Naumov y el exjefe de los servicios secretos en Jersón Krivoruchko. En su mensaje diario a la nación del pasado domingo, Zelensky recordó que ya había despedido previamente a los jefes de seguridad para Crimea —anexionada por Rusia en 2014— y al de la provincia de Járkov. En junio fue detenido un alto funcionario que trabajaba en el Consejo de Ministros, sin que se hiciera pública su identidad, acusado de traición. Un informe de julio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) sobre el respeto de los Derechos Humanos durante la guerra confirmaba que no ha podido tener acceso a la mayoría de las causas contra los acusados de colaboración con el enemigo porque se mantienen bajo secreto.
Primer terremoto político
El primer terremoto político en Ucrania desde el inicio de la guerra lo provocó el pasado 8 de julio la congresista de Estados Unidos Victoria Spartz. Ucrania de nacimiento, Spartz es representante del Estado de Indiana por el Partido Republicano. Spartz envió una carta al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidiendo que investigara los posibles vínculos con Rusia de Andrii Yermak, hombre de la máxima confianza de Zelensky y primer responsable de su oficina.
Las acusaciones de Spartz contra Yermak son graves y fueron rápidamente rechazadas tanto por el Ministerio de Exteriores ucranio como por el Partido Demócrata. La congresista afirma que Yermak ha facilitado información a Bielorrusia, que rebajó la información que recibía Zelensky sobre una posible invasión en febrero, saboteó negociaciones de paz con Rusia que había dirigido él en Minsk, que fue el principal responsable de que Jersón fuera tomada con facilidad y que ha retrasado expresamente la adquisición de armamento. Yermak fue uno de los responsables de que fracasaran en 2019 las presiones del expresidente de Estados Unidos Donald Trump para que el Gobierno de Ucrania se inventara una supuesta investigación por corrupción contra Biden y su hijo.
Yermak, Bakanov y el propio Zelensky, su núcleo duro, fueron duramente criticados en el pasado por los sectores más nacionalistas ucranios, con el partido Solidaridad Europea del expresidente Petro Poroshenko al frente, por considerarlos demasiado conciliadores con Rusia y por priorizar supuestos intereses empresariales en el país enemigo. Las críticas terminaron con el estallido de la guerra. Zelensky es hoy un personaje intocable, aunque los diputados de Poroshenko han empezado, poco a poco, a poner en cuestión su gestión. Volodímir Ariev, diputado del grupo de Poroshenko, afirmó en su cuenta de Twitter que daba credibilidad el documento presentado por Spartz: “Esto es muy grave, porque esto no sale del Congreso sin sospechas serias”. María Ionova, también diputada de Solidaridad Europea, aseguró el pasado 3 de julio al Frankfurter Allgemeine Zeitung que en el futuro pedirán explicaciones al Gobierno por fracasos como el de Kherson.
La presión política sobre Zelensky aumenta a medida que pasan los meses y el presidente sopesa cambios en el Gobierno. La Ministra de Asuntos Sociales, Marina Lazebna, presentó su dimisión la semana pasada, aceptada por Zelensky, y este lunes la ratificó la Rada, el parlamento ucranio. No ha habido explicaciones oficiales sobre su marcha. En su mensaje diario a la nación del domingo, el presidente reiteró que su oficina nombraría a un nuevo fiscal anticorrupción. El retraso en la elección de esta figura fue en los meses previos a la invasión uno de los aspectos más criticados de su administración. La oposición consideraba a Yermak responsable de postergar el nombramiento.
Zelensky también relevó el 9 de julio a cinco diplomáticos de vital importancia: los embajadores en Alemania, Hungría, República Checa y Noruega —cuatro aliados— y al embajador en India, uno de las pocas potencias que se han mostrado próximas a Rusia. El caso más polémico fue la destitución de Andrij Melnik al frente de la misión diplomática en Berlín. Melnik cargó públicamente contra el Gobierno alemán y contra personalidades del país, acusándolos de ser poco contundentes con Rusia. La gota que colmó el vaso fue la defensa que el embajador hizo de Stepan Bandera, líder ultranacionalista ucranio durante la II Guerra Mundial. Los Ministerios de Exteriores de Polonia e Israel hicieron públicas sus quejas. Para una parte significativa de la ciudadanía ucrania, Bandera es ante todo un héroe que luchó por la independencia del país, mientras que, según el consenso de los historiadores, fue un líder antisemita, antipolaco y colaborador con los nazis.