Karen Longaric fue ministra de Relaciones Exteriores de la presidenta interina Jeanine Áñez, actualmente presa y condenada a 10 años de cárcel por la justicia boliviana, por “incumplimiento de deberes” por la forma en que se situó en línea de sucesión presidencial tras la renuncia de Evo Morales, en el 2019.
Desde Berlín, la excanciller conversó con El Comercio sobre la actual situación política en Bolivia tras la captura del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y señala sin tapujos que su país vive “bajo un régimen totalitario”.
—¿Se puede considerar que hay una persecución a la oposición en Bolivia?
Por supuesto que sí. Yo creo que hay que partir de la siguiente premisa: en Bolivia ya no hay un Estado de derecho, sino que gobierna un régimen totalitario cuyo principal instrumento de persecución, amedrentamiento y de ruptura del orden democrático es el Poder Judicial y la Policía. Y esto se veía venir claramente, incluso desde un mes antes de que asumiera el gobierno del actual presidente Luis Arce, cuando el Parlamento conformado mayoritariamente por el Movimiento al Socialismo (MAS) derogó en el reglamento del Congreso la norma que exigía dos tercios para la aprobación de determinadas leyes, entre ellas la aprobación de los procesos contra los expresidentes. Ya había un proyecto político del MAS para encaminar a este gobierno, que fue democráticamente elegido, hacia una dictadura, y en eso están. Se hizo una persecución política inclemente contra la expresidenta constitucional transitoria, Jeanine Áñez, y ante la poca reacción de los partidos políticos de oposición y la tímida reacción de la sociedad civil han arremetido con mayor fuerza contra otros líderes políticos, como el exlíder del Movimiento Cívico Potosino, Marco Pumari, que está preso hace varios meses, y ahora con el secuestro, porque no ha sido otra cosa, del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho.
Los organismos internacionales han hecho críticas muy claras hacia la falta de independencia del Poder Judicial, porque está cooptado por el Poder Ejecutivo, y obviamente al desaparecer la imparcialidad, la independencia y la autonomía que deberían tener los poderes del Estado, esto se convierte en un régimen totalitario.
—Me dice que la oposición y la sociedad civil tuvieron una reacción débil. ¿A qué se debió esto?
Yo creo que había mucha expectativa de algunos sectores sobre Luis Arce, confiando en que este sería un gobierno diferente al de Evo Morales, pero ha sido todo lo contrario, porque podemos ver una actitud mucho más agresiva, abierta y violatoria de los derechos humanos. En la oposición hay una falta de liderazgos políticos convincentes que puedan generar un apoyo a nivel nacional, los líderes han estado focalizados en sus regiones y ciudades de origen y no han podido demostrar un alcance nacional. Pero además, desde la época de Evo Morales empezaron a ser amedrentados, todos ellos tienen decenas de procesos judiciales. El gobierno del MAS ha encontrado la fórmula mágica de amedrentar a sus opositores, con Ministerio Público que ya no defiende a la sociedad sino a un partido político.
Todo ese escenario ha contribuido a que no haya un norte claro para la oposición política. El liderazgo político más visible en la oposición es el de Luis Fernando Camacho, con sus altas y bajas, pero ha demostrado tener un apoyo mayoritario en su región, que prácticamente genera el sustento económico para el país.
El MAS ve en Santa Cruz a un enemigo. La detención arbitraria e ilegal de Camacho responde a un proyecto político, que es el de asirse de Santa Cruz, de sus instituciones, la productividad, las empresas cruceñas y sentar hegemonía en todo el país.
—¿El MAS dejó de ser un proyecto en torno a Evo Morales? Al llegar Arce al poder se pensaba que sería un títere del expresidente…
El MAS, que está constituido sobre todo por sectores indígenas del occidente boliviano, ha sabido captar la necesidad, la frustración y las expectativas de grupos sociales que no estuvieron plenamente atendidos por los gobiernos pasados. Y Morales generó una confrontación a partir del regionalismo.
Pero más allá de las divisiones internas que hay en el MAS, que ese es otro tema, se trata de una masa política motivada por el prebendalismo, la corrupción y la subsistencia en base a la administración pública. La militancia política del MAS está viendo dotarse ilegalmente de tierras en el oriente boliviano, y el manejo total de las instituciones cruceñas, públicas y privadas.
Los sectores que apoyan al masismo, que se pueden inclinar hacia Arce o Morales, requieren satisfacer sus expectativas, no por ideología o programa político.
Y por otra parte, el MAS está claramente sostenido por ese proyecto latinoamericano impulsado por el Grupo de Puebla. Es claro que en Bolivia se está siguiendo el modelo nicaragüense, con un gobierno elegido democráticamente al inicio, pero que después se fue endureciendo y ha convertido en un régimen totalitario que ha puesto en prisión a todos sus opositores políticos.
—¿Entonces van a seguir encarcelando opositores?
Definitivamente, porque ese modelo de gobierno que se ha impuesto en Venezuela y Nicaragua es el que se pretende imponer en Bolivia. Son regímenes totalitarios que en sus inicios fueron gobiernos democráticamente elegidos, pero poco a poco han enrumbado el manejo del Estado por la vía antidemocrática. Y como a la comunidad internacional le tiene sin cuidado, se ha mostrado tolerante y hasta permisiva ante la violación sistemática de los derechos humanos, entonces estos gobiernos se sienten cómodos. Entonces, creo que el MAS está muy confiado de esto, porque no actúan solos sino bajo un proyecto regional, con asesoramientos altamente experimentados. Y así lo vimos desde el gobierno transitorio de Jeanine Añez, cuando el Grupo de Puebla no dejó uno minuto gobernar en paz porque había una fuerte presión, sobre todo, de Argentina y México apoyando a Evo Morales desde su autoexilio para que desestabilizara a Jeanine Añez, y lo lograron.