Víctimas y victimarios, acompañados por la Comisión de la Verdad colombiana, recorrieron este lunes el Canal del Dique, una bifurcación del río Magdalena que fue “un gran cementerio” donde se arrojaron los cuerpos de miles de personas asesinadas por los paramilitares.
Los “paramilitares tenían la orden de que tiraran (los cadáveres de las víctimas) al río para que así no llenarán los pueblos, las carreteras y las fincas de cadáveres, sino que cayeran aquí”, explicó a Efe el presidente de la Comisión de la Verdad, el padre Francisco De Roux.
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Los responsables “no solamente arrojaron a personas de los pueblos vecinos de Canal sino a personas venidas de otras regiones del país”, según el jesuita.
El Canal del Dique es un cuerpo de agua artificial de construido en el siglo XVI por indígenas y negros esclavizados para conectar a Cartagena de Indias con el río Magdalena.
Durante el conflicto fue uno de los escenarios de la violencia y sus aguas, como en otras partes del río Magdalena, sirvieron para llevarse los cadáveres de campesinos y víctimas de las masacares paramilitares.
El sacerdote reconoció que le sorprende “la responsabilidad y la decisión de los perpetradores de llegar ante las víctimas y reconocer lo que hicieron” y su reconocimiento de “que llevan un dolor infinito”.
HORROR EN SILENCIO
El comisionado de esta institución creada por el acuerdo de paz Leyner Palacios explicó a Efe que “por más de 7 años se utilizó la práctica de que se asesinaban entre 8 y 10 personas diarias, había veces que el número podía incluso ascender”.
“Los testimonios de las comunidades indican de que aquí se constituyó un cementerio de muerte alrededor de las aguas de este rió”, añadió Palacios, que ha liderado el proceso de investigación sobre los hechos ocurridos alrededor del Canal de Dique, donde hay quien habla de cerca “de 10.000 personas asesinadas, desaparecidas, desmembradas, descuartizadas”.
El comisionado ha recorrido dieciocho “botaderos”, como denominaban los paramilitares a los lugares donde arrojaban los cuerpos en el Canal, y recuerda con color “cómo salían en los trasmallos (redes de pesca) las manos, las cabezas, los pies o partes de las personas que fueron desmembradas y tiradas en esta zona”.
Las autoridades conocían los hechos, pero no querían que se dañara su imaginen, según explicó Palacios, por lo que “se le pedía a los paramilitares para que desaparecieran los cuerpos, para que no se pudieran encontrar”, es decir, hacían “el trabajo sucio” de las instituciones.
LA NUEVA VIOLENCIA
Las comunidades ribereñas no están exentas, a cinco años de la firma de la paz, de “nuevas violencias”, ya que ahora se exponen a las amenazas qué supone el dragado y la reconfiguración del Canal por parte del Estado, que están “poniendo en peligro la biodiversidad alrededor del Canal”, dijo el comisionado.
Así, continúo, vuelven a surgir “alianzas entre sectores del paramilitarismo para amenazar a líderes y para desplazar nuevamente a las comunidades”.
Los paramilitares de hoy ya no usan las masacres y asesinatos para generar terror, “ahora actúan disimuladamente, llegan a los sitios de reuniones de las comunidades amenazan, intimidan, extorsionan, secuestran, expulsan a líderes de estas comunidades”, dijo Palacios.
PARAMILITARES PIDEN PERDÓN
A la misión se unió el excomandante del frente Canal del Dique de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Uber Banquez, alias “Juancho Dique”; Manuel Castellanos, alias “el Chino”, y Emiro Correa, alias Convivir, que pidieron perdón a las víctimas por la violencia infringida en las comunidades.
“Juancho Dique” explicó frente a las víctimas que el accionar delictivo paramilitar fue un “sistema criminal” “apoyado por la fuerza pública”.
El exparamilitar aseveró que “lo del Canal del Dique (la práctica de arrojar los cuerpos al Canal) era un mensaje directo de la fuerza pública para que no subiera la estadística de los homicidios arrojados en las carreteras”.
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