El 7 de octubre de 2023, el pueblo de Israel sufrió a manos de la organización terrorista Hamas el peor ataque antisemita cometido desde el Holocausto. Unas 1.160 personas, en su gran mayoría civiles, fueron brutalmente masacradas.
MIRA: Biden ordenará establecer un puerto de ayuda humanitaria en Gaza durante el Estado de la Unión
Nadie está preparado para enfrentar el horror. Habían pasado algunas horas desde que aterricé en el Aeropuerto Internacional Ben Gurion y ya caminaba por una zona azotada por el dolor.
A un kilómetro y medio de la franja de Gaza, el kibutz Nir Oz es ahora un sitio fantasma, sin su gente, sin la vida que lo llenó durante años, con pisos regados de sangre seca, fierros retorcidos, muebles calcinados. El silencio es inquietante.
Un kibutz es una comunidad agrícola pequeña donde las personas viven en comunidad. En varias de estas pequeñas localidades los terroristas mataron, secuestraron y violaron a las mujeres, narró Roni Kaplan, portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, en diálogo que mantuvimos en mi rol de cronista de DNews, la señal de noticias de DirecTV.
En Nir Oz el horror lo invadió todo. De sus 417 habitantes, 110 fueron asesinados o secuestrados. Una de ellas fue Ofelia Roitman, una ciudadana argentina-israelí que fue arrancada literalmente de su cama por los terroristas a sus 77 años. El cuarto de Ofelia era el mamad room, como le dicen en Israel a los refugios que ofrecen protección de los misiles “cotidianos” lanzados desde la Franja de Gaza hacia población civil israelí. Una situación habitual en la que tienen tan solo 30 segundos para resguardarse desde que suena la sirena que advierte de un lanzamiento hacia la zona.
Pero, como 30 segundos no da tiempo a nada, muchos preferían dormir “seguros” en el refugio para no tener que correr hacia allí en la mitad de la noche. Ese sábado 7 de octubre no era solamente shabat, el día de descanso semanal según la tradición hebrea, sino que también era Simjat Torá, una importante festividad del calendario judío. Nadie se imaginó que empezaría a las 6.40 una cacería humana, casa por casa, puerta por puerta, irrumpiendo con brutalidad sus hogares.
“Miren lo agujeros en la pared. Son por las balas. Querían entrar a toda costa. Muchos tenían que sostener las manijas de las puertas. Muchos pudieron, otros no”, relató el vocero de las FDI.
Ofelia no pudo sostener la manija de esa puerta que la separaba de los terroristas. Esas puertas no tienen traba, no están pensadas para una invasión en el propio hogar, sino para refugiarse de los misiles. Fue sacada brutalmente de su “cuarto de seguridad” a golpes y con una herida en el brazo. Prefirieron no matarla. Había otros planes para Ofelia.
Hamás la mantuvo secuestrada durante 56 días hasta que fue liberada tras una tregua temporal entre Israel y Hamás a fines de noviembre del año pasado. Cuatro meses después, febrero de 2024, todo sigue intacto en su habitación: los rastros de sangre muy cerca de su mesa de noche, el desorden producto de los forcejeos y las tremendas perforaciones en su pared que dejaron las balas de los fusiles kalashnikov usados por los terroristas.
Pero Ofelia, en cierta forma, tuvo suerte. Otros fueron quemados vivos al lograr permanecer en los “cuartos de seguridad”. Si bien impidieron que los terroristas ingresaran, muchos fueron los que no se salvaron de morir calcinados. Los terroristas de Hamás prendieron fuego decenas de casas en Nir Oz. Lo mismo ocurrió en el kibutz Kfar Asa, a tres kilómetros del enclave palestino. Una de las sobrevivientes es Devi Mizrahi que meses después sigue preguntándose por qué los terroristas decidieron no prender fuego a su vivienda.
“Estoy aquí de milagro. Hasta ahora no puedo entender por qué estoy viva. Mi esposo pudo mantener la manija de la puerta con todas sus fuerzas y por algún motivo no quemaron mi casa, pero mis vecinos no tuvieron la misma suerte y ahora ya no están con nosotros. Fue una salvajada, una masacre, algo que no se puede concebir. Incluso debo decir que había personas que aunque ya estaban muertas, igual fueron torturadas. Torturaron cadáveres”, dijo.
Devi y su esposo lograron mantenerse dentro del cuarto de seguridad durante 12 horas mientras esperaban la llegada de los soldados israelíes. Aún había terroristas en otros ambientes de su casa. Las fuerzas de defensa de Israel hicieron un anillo de seguridad para sacarlos de allí. Descalza y vestida tan solo con un camisón, en compañía de su esposo y su hijo de 15 años, logró salir bajo el fuego cruzado. Los disparos no cesaron. Corrieron sin parar para salvar sus vidas mientras veían las casas de sus vecinos arder en llamas.
“¿Cómo se puede volver a la normalidad después de eso? No sé si podría vivir o regresar algún día a mi kibutz. No me siento segura. No me siento protegida”, repetía.
Apago la cámara y Devi empieza a llorar. Dice que no es por ella, sino por los más de cien secuestrados que aún están en manos del grupo terrorista Hamás. Muchos de ellos también raptados de Nova, un festival de música que esa misma mañana del 7 de octubre se convirtió en un infierno, en toda su dimensión.
Me traslado por la carretera 232 de Sderot, la misma donde los vehículos terminaron varados cuando los jóvenes de este evento intentaban escapar del asedio terrorista. Cuatro meses después, luce desierta. Todos los autos fueron llevados a Tkuma, un poblado en el sur del país que ahora es el cementerio de coches. Un total de 1.600 vehículos fueron acribillados a balazos, otros calcinados con sus ocupantes dentro. Una escena que da escalofríos al recordar las imágenes que los mismos terroristas grabaron con sadismo.
La atmósfera es inquietante a medida que me aproximo al escenario al aire libre en el que 1.800 jóvenes disfrutaban de la vida y de la paz aquel 7 de octubre. A lo lejos escucho combates de artillería. Estoy en el desierto del Néguev, a cinco kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza. Aquí, las sirenas sonaron, los cohetes cayeron y el pánico se desató cuando vieron a terroristas cara a cara disparando a mansalva. Las horas de terror en la fiesta Nova se resumen en dos palabras: persecución y fuga.
“En un instante sentimos disparos y proyectiles. En ese momento empezamos a escondernos. Al comienzo creíamos que solo caerían misiles. No teníamos idea que iban a entrar centenares de terroristas a pie y que incluso llegarían hasta aquí con proyectiles antitanque. Mi novia y yo escapamos por 7 horas de forma continua. Finalmente, pudimos llegar hasta la ciudad de Ofaquim”, me decía Sarel Botavia a medida que caminábamos entre los árboles de este extenso terreno donde muchos jóvenes intentaron esconderse de los terroristas.
Sarel es uno de los productores de la Fiesta Nova y ahora uno de los sobrevivientes de esa masacre con 402 personas fallecidas y 40 secuestros, entre los cuales se encuentra el caso de Noa Argamani. Encontré a su padre Moshe Cohen en el centro de Tel Aviv. Tenía un cartel que decía “no me mates”. A su hija la vio por última vez en un video que fue difundido en las redes sociales, grabado por los mismos terroristas de Hamas mientras la secuestraban. Se le ve gritando sentada en la parte trasera de la motocicleta conducida por uno de sus captores. Moshe ruega cada día para que Noa regrese a casa y pueda despedirse de su madre quien tiene cáncer terminal. No importa el tiempo que tenga que pasar, seguirá exigiendo la liberación de su hija. La siente, aún con vida, me dice en hebreo.
Mientras escucho al traductor y veo el rostro del padre de Noa, revivo con mas fuerza las imágenes del ataque de Hamás que algunos periodistas pudimos ver en su totalidad, sin filtro y sin anestesia en una proyección privada. Lo que pasó ese 7 de octubre fue perverso, sádico e inhumano. Yo lo vi, no me lo contaron.
* Carmen Alvarado, periodista de DNews, fue invitada a escribir esta crónica en exclusiva para El Comercio.
TE PUEDE INTERESAR
- Los mayores desafíos que afrontan Biden y Trump ahora que quedaron solos en carrera
- El difícil reto de una tregua en Gaza: ¿en qué puntos hay acuerdos y en cuáles no?
- El reportaje por el que Maduro sacó del aire al canal alemán Deutsche Welle
- El superyate que Estados Unidos decomisó a un oligarca ruso por el que gasta casi un millón de dólares al mes
- ¿Quién es el presunto miembro del Tren de Aragua detenido en Georgia, Estados Unidos?
Contenido sugerido
Contenido GEC