Miles de ciudadanos desoyen este sábado la ya acostumbrada prohibición de venta y consiguiente consumo de alcohol durante los procesos electorales, una norma que, como muchas otras en Venezuela, es ignorada por el grueso de la población.
La medida, que es conocida como “ley seca”, busca evitar que las pasiones políticas se desborden bajo los efectos del alcohol y, por regla general, limita la venta de estas bebidas por 72 horas repartidas antes, durante, y después de las elecciones, como ocurre desde este viernes, en vista de la cercanía de los comicios parlamentarios de este domingo.
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Pero esta medida no limita por completo la ingesta de alcohol, porque muchos consumidores tienen reservas compradas días antes, mientras que otros acuden a alguno de los expendios ilegales que han proliferado a lo largo del país desde 2014, cuando se vieron los primeros síntomas de la crisis que atraviesa el país.
“Hay que subsistir, hermano”, dice a Efe Alirio Sánchez, dueño de un improvisado bar en el sector Isaías Medina de Catia, un enorme barrio pobre del oeste de Caracas.
Allí, la vida no se detuvo en marzo pasado, cuando el Gobierno venezolano decretó una cuarentena para frenar los contagios del COVID-19. Tampoco se detuvo la fiesta cuando entró en vigor la prohibición de venta de alcohol que rige hasta el lunes.
En este y otros barrios deprimidos de Venezuela es común ver a jóvenes consumiendo alcohol en las esquinas. A los vecinos exhibir en las ventanas de las precarias viviendas botellas de licor a un precio menor al que las ofrecen los licoreros formales.
“Es incalculable”, dice Sánchez sobre su previsión de ingresos para este fin de semana, mientras en su bar media decena de personas apiñadas en un rincón bebían cervezas. “Más de lo normal”, añade con una sonrisa el hombre de 57 años.
¿Prohibición? Comercio ilícito
Estos expendios ilegales afectan las ventas de los licoreros formales y hasta lesionan el poder de recaudación del Estado, dice en una conversación telefónica con Efe la presidenta de la Federación Venezolana de Licores (Fevelicor), Losaina Lucena.
Lucena teme, incluso, que este fenómeno pueda convertirse en un problema de salud pública, teniendo en cuenta la falta de controles gubernamentales sobre estos establecimientos.
De acuerdo con la gremialista, cerca del 50% de las ventas totales de bebidas alcohólicas en Venezuela se producen en bares y licorerías ilegales, donde el cumplimiento de las normas no son una prioridad.
“No sabemos si venden a enfermos, a menores de edad, si el producto fue almacenado de manera correcta”, dice.
Lucena también destaca que los comercios ilegales se multiplicaron cuando por la pandemia se prohibió durante meses la venta formal de licor en todo el país.
“Viste que hubo venta masiva de alcohol (durante la cuarentena), y viste que las licorerías estaban cerradas ¿Por qué comienza un comercio ilícito? Porque inician las prohibiciones”, asevera.
Pero Lucena aclara que no rechaza la medida de prohibición que establece para este fin de semana la ley orgánica de procesos electorales en su artículo 130, puesto que la considera necesaria.
“Es una manera de controlar las emociones, porque el tema político es muy emotivo”, dice.
Crisis y pandemia: desplome de las ventas
De acuerdo con el director ejecutivo de la Cámara de la Industria Venezolana de Especies Alcohólicas (Civea), Luis Enrique Cárdenas, Venezuela atraviesa por “una secuencia de años de gran reducción” en el consumo de bebidas alcohólicas, un fenómeno que coincide no solo con la pandemia, sino con la crisis que sufre el país hace más de un lustro.
“Ya en el 2019 estábamos en el consumo por debajo de dos litros por cada mayor de 15 años, es una reducción enorme”, dice Cárdenas a Efe.
El gremialista asevera que en 1980, cuando el país era considerado uno de los más ricos de la región, el consumo per cápita era de 10 litros, la mayoría de bebidas importadas.
“Pero esas cifras se desplomaron”, dice luego. “Antes de la pandemia, el mundo estaba por los seis litros y Venezuela, en ese mismo momento, estaba llegando a dos. Nuestra estimación es que este año en Venezuela el consumo de bebidas alcohólicas será menor a un litro”, agrega.
Pero estas proyecciones parecen no encontrar reflejo en la calle, donde incluso en días de prohibición cientos de personas salen en búsqueda de bebidas.
“¿Quién dijo que porque es ley seca yo no puedo beber?”, pregunta a Efe con decepción una joven a las puertas de un establecimiento cerrado del acomodado barrio de Chacao, en el este de Caracas.
Pero, finalmente, esta joven que prefirió no dar su nombre, no se quedó todo el fin de semana sin alcohol, porque, como muchos venezolanos, acudió a su licorero ilegal de confianza.
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