Estados Unidos ya venía ejerciendo intensa presión contra Nicolás Maduro y su régimen en Venezuela a través de sanciones económicas colectivas e individuales que buscaban forzar su salida del poder.
Pero la apertura de este jueves de un proceso criminal por narcotráfico contra él y otras 14 personas de su entorno, al igual que el ofrecimiento de 15 millones de dólares de recompensa por su captura, demuestra que Washington perdió la paciencia y ha decidido llevar el choque a un nivel crítico.
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Maduro fue acusado ante una corte de Nueva York de participar en una conspiración para exportar toneladas de cocaína a EE. UU. y otros tres crímenes. En ese mismo encausamiento también se los señala por esos delitos al presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello; al exjefe de inteligencia Hugo Carvajal; al general retirado Cliver Alcalá y a los exmiembros de las Farc ‘Jesús Santrich’ e ‘Iván Márquez’. Al igual que con Maduro, EE. UU. ofreció recompensas por sus capturas.
El fiscal general William Barr anunció, de paso, otros tres procesos que afectan a personas cercanas al líder chavista: un proceso por narcotráfico contra el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, otro por corrupción y lavado de activos que involucra al presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, y contra el vicepresidente para el Área Económica, Tareck El Aissami, por evadir sanciones impuestas previamente por el Departamento del Tesoro.
Aunque todas las acusaciones son graves, las que pesan contra Maduro son las más delicadas. Barr catalogó al presidente de ser el jefe del cartel de los Soles, en referencia a la insignia que portan los altos oficiales de las fuerzas armadas, y lo acusó de coordinar con las Farc el tráfico de toneladas de cocaína, al igual que de entregar armas a este grupo terrorista a cambio de entrenamiento para grupos paramilitares. Igual de grave, lo señaló de coordinar con autoridades de otros países, entre ellos Honduras, el tráfico de estupefacientes.
La acusación en sí misma contra un presidente en ejercicio (que EE. UU. no reconoce) y el anuncio de la recompensa no tienen precedentes en la historia reciente. El único caso cercano es el del general panameño Manuel Antonio Noriega, quien fue acusado de narcotráfico en 1988 por una corte de la Florida. Aunque Noriega no era presidente, sí manejaba los hilos del poder desde las Fuerzas Armadas. Fue ese proceso, precisamente, el que Washington utilizó para justificar la invasión de Panamá en 1989.
Aunque nadie cree que el presidente Donald Trump quiera invadir Venezuela a ocho meses de las elecciones presidenciales y en aprietos por la crisis del coronavirus, los cargos sí allanan el camino para un eventual uso de la fuerza. La acusación, además, no solo tiene efectos concretos, sino que sirve como un poderoso mensaje para el mandatario y quienes lo respaldan.
Hasta ahora, EE. UU. había evitado enjuiciar a Maduro por dos razones claras: la primera es que todavía no poseía evidencia concreta que lo incriminara de manera directa en el tráfico de drogas. Algo que es necesario a la hora de pedir a un gran jurado que dé vía libre a los cargos, y para poder ganar un juicio en caso de lograr la captura del mandatario.
La segunda, más política, es que había evitado la acusación (o darla a conocer de manera pública) porque quería dejar una puerta abierta para una eventual negociación que condujera a su salida del poder.
El indictment contra Maduro demuestra, por un lado, que EE. UU. ya posee evidencia suficiente para procesarlo. Los documentos del caso mencionan, por ejemplo, que Maduro recibió 5 millones de dólares por un negocio de narcotráfico con las Farc. Así mismo, de acuerdo con lo dicho por Barr, tendrían testigos en Centroamérica que lo involucran.
Su divulgación, por el otro, indica que EE. UU. siente que ya no hay nada que negociar con el mandatario. Eso porque el proceso supone una orden de captura en su contra y probablemente una circular roja de la Interpol pidiendo su arresto para que enfrente a la justicia. Eso quiere decir que, salvo contados países como Cuba o Rusia, Maduro no tendría a dónde ir sin temor a ser deportado.
“Lo que esto quiere decir es que el tiempo que tenían para tratar de buscar una salida digna se agotó”, le manifestó a EL TIEMPO el embajador colombiano ante la Casa Blanca, Francisco Santos.
Adam Isacson, experto en asuntos de seguridad y defensa en la organización Wola, cree que la acusación contra Maduro y las otras figuras de su entorno probablemente también cierra la puerta para una salida negociada y pacífica. “Como bien saben los miembros de las Farc, estas acusaciones son para siempre. Maduro y su gente saben ahora que aun si entregan el poder, podrían ser enviados a EE. UU. en cualquier momento”.
Eso, sostiene el analista, puede provocar que se fortalezca el régimen pues saben que les espera el mismo destino si llegan a perder el control del país. Fuentes gubernamentales en EE. UU. sostienen que la estrategia es resaltarles a los mandos medios y otros altos oficiales en Venezuela que la alianza con Maduro, Padrino y Cabello no tiene futuro.
Además, que darles la espalda estaría acompañado por una jugosa recompensa, justo en momentos en que el país atraviesa por una severa crisis económica. Esas mismas fuentes señalan que si bien Maduro y Cabello ya están muy “untados”, la puerta no se ha cerrado del todo para Padrino, Moreno y otros, con los que se podría negociar todavía. Cabe recordar que ambos habrían encabezado un intento de golpe contra Maduro el año pasado que no prosperó.
La Casa Blanca también consideró que el actual momento era ideal para anunciar la seguidilla de golpes contra Maduro, ya que piensa que la crisis se va a agravar con la llegada del coronavirus a ese país y eso podría ser finalmente la gota que rebose el vaso.
Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, no lo ve de esa manera: “El momento es desafortunado. Sucede preciso cuando Venezuela y sus vecinos están sufriendo los efectos del coronavirus y están desesperados por soluciones y no es claro que este mensaje amenazante contra Maduro ayude en eso”.
“La clave es cómo reaccionarán los militares en el país. Es improbable que abandonen a Maduro por esto. Antes es más viable que se atrincheren en su entorno”, concluye Shifter.
Sergio Gómez Maseri
Corresponsal de El Tiempo/GDA en Washington
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