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En esos momentos del año en que vamos a mil por hora, los planes se multiplican, las salidas se acumulan, las expectativas están por las nubes y las reuniones parecen infinitas, algo en nosotras cambia. Entramos en una especie de “modo fin del mundo”: esa sensación colectiva de que tenemos que ver a todos, brindar por todo, comer todo, hacer todo… porque “cómo no”.
Son semanas intensas, llenas de estímulo, de ruido, de emoción, de comida rica y de alcohol circulando. Y aunque puedes disfrutarlas muchísimo, también pueden sobre pasarte si no te preparas desde un lugar consciente.
Pero aquí viene la parte más importante:
Lo que NO necesitas es entrar en modo restricción, castigarte o compensar por lo que comiste. Esas ideas caducaron. No te sirven. No te suman. No te enseñan nada.
Lo que sí necesitas es algo más simple, más real y sostenible: claridad, un poco de consciencia, herramientas simples, y, sobre todo, comprensión profunda de ti misma.
Porque tu éxito en estas semanas no vendrá del control, sino de tu claridad interior. Esa claridad se nutre de tu capacidad de discernir, de tu neutralidad, de la conexión contigo misma, de tu fortaleza mental, de tu capacidad de autorregulación y de tus estrategias prácticas y emocionales.
Es un ramillete de habilidades que se desarrollan con práctica, presencia y voluntad. Y cuando las usas, te llevan —inevitablemente— hacia tu verdadera libertad.
Estas semanas socialmente cargadas no definen tu progreso. Lo que lo define es tu habilidad de mantenerte cerca de tus objetivos, de honrar tu identidad, de respetar tus valores y sostener tus decisiones desde un lugar maduro y sereno.
Sin drama. Sin culpa. Sin rigidez. Sin sentir que tienes que controlarlo todo.
Con claridad, presencia y elección desde un lugar de genuina libertad.
Tu fortaleza real aparece cuando logras permanecer contigo, incluso cuando el entorno es ruidoso y excesivo. Cuando puedes decir: “A pesar del caos, yo permanezco. Yo elijo. Yo decido.”
1. Aprender a elegir desde tu versión adulta
Tu aprendizaje más importante —y el más transformador— es éste: elegir desde tu lado maduro. Esa parte de ti que sabe lo que necesitas en ese momento, lo que te hace bien, lo que te acerca a tu bienestar.
A veces lo que necesitas será una crema de verduras. Otras veces será un chocolate caliente con tu abuela o tu hijo.
La madurez consiste en saber cuál de las dos necesitas HOY. No ayer, no mañana: hoy.
La alimentación es mucho más que “llenarnos” o “atiborrarnos”. Es conexión, es placer, es experiencia, es amor, es ritual. Comer es parte de vivir.
El problema es que muchas veces hacemos de la comida algo más grande de lo que realmente es. Le proyectamos emociones, expectativas, miedo, ansiedad… y entonces sentimos que perdemos el control.
Hasta que decidimos retomarlo.
Preguntas que cambian todo:
¿Lo quiero o me lo estoy comiendo porque sí?
¿Realmente me gusta?
¿Estoy experimentando algo que vale la pena?
¿Esto se alinea con mi objetivo?
¿Me acerca o me aleja de lo que quiero construir?
¿Qué quiero yo?
¿Qué elijo yo?
Estas preguntas son anclas. No están aquí para juzgarte; están para traerte de vuelta a ti.
Cuando las practicas, empiezas a entender que tu alimentación no es algo que “te pasa”: es algo que tú eliges.
2. El poder silencioso de la neutralidad
Nada te podrá sostener mejor en estas semanas que la neutralidad. No la perfección, no la fuerza de voluntad, la neutralidad.
Neutralidad significa dejar el drama. Significa quitarle el peso moral a la comida. Significa no convertir cada elección en un examen, un juicio o una historia.
La comida no es buena ni mala. No tiene voz, no tiene opinión, no tiene agenda.
Elegir A o B no te convierte en mejor o peor persona. Tampoco te define como “disciplinada” o “débil”.
Eres mucho más que eso.
Mientras más drama agregamos, más ruido creamos. Mientras más pensamientos negativos, más difícil la elección. Es más fácil decir “ya fue, empiezo mañana” que mantenerte presente.
La consciencia es laboriosa pero también es liberadora.
Cuando sueltas el drama, aparece la objetividad. Y desde ahí, las decisiones se vuelven mucho más simples.
3. Conocerte: tu herramienta de oro
Nada te va a sostener tanto como conocerte. El autoconocimiento es tu seguro de vida para absolutamente todo.
Tu parte física
Antes de pensar en nutrición, piensa en tu capacidad física del día:
¿Cómo dormiste?
¿Cómo va tu nivel de estrés?
¿Comiste bien?
¿Estás hidratada?
¿Qué nivel de actividad tuviste?
¿En qué fase de tu ciclo estás?
Si tu cuerpo no está en balance, no esperes que tu mente lo esté. Y si tu mente no está clara, tus decisiones tampoco lo estarán.
Tu parte emocional
Tu mente y tus emociones son el ático de tu ser. Si no lo visitas, se llena de cajas viejas, cosas sin resolver, polvo emocional.
Y todo eso busca un lugar para expresarse… muchas veces, en la comida.
Por eso: Suelta. Libera. Evita acumular.
Cuando tu vida emocional está ordenada, tus elecciones también lo están.
4. Cuidarte físicamente en semanas intensas
Aquí entran tus estrategias prácticas:
Empieza el día con proteína.
Evita llegar con hambre intenso a cualquier evento.
Elige dos opciones favoritas y mantén lo demás en porciones pequeñas.
Come despacio.
Disfruta.
Evita mezclar demasiadas cosas (no es tu última cena de la vida).
Sírvete una vez, prueba; si algo te fascina, repites.
No pienses en restricción: piensa en disfrutar consciente.
Cuida tu sueño, acuérdate de que te ayuda a regular tu hambre, tu humor, tu energía. Mantente hidratada.
Mantente activa. Caminar ayuda más de lo que imaginas.
5. Cuidarte emocionalmente (sí, aquí está la verdadera clave)
Esta época no solo mueve la agenda: mueve emociones. Y muchas personas también están cargadas.
Por eso:
No te tomes nada personal.
Sonríe y sigue.
Si te ofrecen algo que no quieres, pídelo para llevar o di que sí y déjalo en el plato. Nadie te está evaluando.
Evita conversaciones difíciles o con personas negativas.
Si sientes carga emocional, háblalo con alguien de confianza.
Guardártelo no te ayuda, te carga.
6. Cuidarte mentalmente: tu plan de acción
Llega a los eventos que te causan estrés con un plan. Un pequeño plan. Tu propio salvavidas interno.
No tienes que quedarte horas.
Piensa con quién te sentirías mejor sentada.
Si necesitas un respiro, anda al baño, lávate la cara, respira.
Relaja los hombros.
Haz una pausa.
Tu mente es tu aliada, no tu enemiga, tu tranquilidad es lo que sostiene tu claridad.
7. Lo que de verdad importa
No se trata de comer perfecto. Se trata de elegir.
No se trata de evitar celebraciones. Se trata de participar desde tu presencia.
No se trata de controlarte. Se trata de entenderte, para regularte desde un lugar amable.
Poco a poco. Con paciencia. Con cariño. Con conciencia.
Porque te mereces sentirte bien, no solo “portarte bien”.
Te mereces paz. Te mereces disfrutar. Te mereces sentir que tienes la dirección interna, sin rigidez ni miedo.
Regálate eso. Regálate bienestar. Regálate libertad.
No la libertad impulsiva de “hago lo que sea”. La libertad real: esa que nace de conocerte, respetarte y elegir desde lo que quieres construir.
Feliz temporada de claridad. Feliz temporada de conexión. Feliz temporada de ti contigo.
Sandra Chikhani Carrillo
Health Coach — KO UDC


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