El nuevo conteo de la epidemia de COVID-19 eleva el número de fallecidos a 17.843 (al 24 de julio). Esta actualización solo cuenta el desfase de datos hasta junio. Para julio tendrá que sobrepasar los 20 mil.
No se trata de la cifra relacionada a “exceso” de muertes. Esta actualización no compara los registros con la cifra de fallecidos del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef).
El Sinadef consignó 108.663 muertes “no registradas”, hasta el 23 de julio. Se excluyen las muertes por causa violenta, pero no se determina qué otro tipo de fallecimiento es.
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En el 2019, se registraron 61.485 decesos, en similar período (más la última semana del mes). Es decir, hay una diferencia de 47.178 decesos con relación al año anterior. Las cifras son del Sinadef.
La estadística de las direcciones regionales de salud, incorporada a la del Minsa, no nos va a dar un cuadro completo de la magnitud del problema. Tener ese cuadro lo mejor posible, sin embargo, es vital para enfrentar y contener el problema.
Nos queda un año, más o menos, para que podamos contar con la distribución de la vacuna. Nos queda un año, también, del actual Gobierno.
El Gobierno puede, todavía, hacer muchas cosas para enfrentar la pandemia y no dejar en ruinas al país. Es difícil hallar la fórmula. Se trata casi de la cuadratura del círculo: sobrevivir sanitariamente y sobrevivir económicamente.
Para los casos de cuarentena focalizada, el Gobierno debe prepararse fiscalmente. Debe saber que tendrá que disponer de nuevos subsidios. Debe saber, por eso, que requiere reactivar la economía.
El dilema no es si cerrar o abrir la economía. El dilema es cómo cerrar cuando hay que cerrar, y cómo abrir cuando hay que abrir.
El Gobierno tiene que hacer una revisión de lo que hizo mal: hizo un cierre ciego y largo y, cuando abrió, hizo una apertura si no ciega, tuerta y lerda.
No esperamos que el presidente Vizcarra haga un mea culpa en su último mensaje a la nación. Esperamos que, por lo menos, anuncie un cambio de estrategia económica y sanitaria.
El cambio principal debe estar en el desmontaje de la madeja burocrática. No puede ser que muera gente por falta de oxígeno y que, al mismo tiempo, el Gobierno se demore dos meses en facilitar una donación de oxígeno.
Estudien los pasos que se dieron, las trabas que hubo, los problemas que surgieron. Saquen conclusiones, y corrijan. No interesan tanto los latigazos en la espalda (a veces ajena), si no el cambio y la rectificación.
Lo mismo vale para la asignación de los recursos de salud, de equipos y personal. La tarea es inmensa y por eso da pena ver a todos los ministros, estacados, asistiendo al presidente en las conferencias de prensa.
El presidente podría lograr el mismo efecto publicitario si le hicieran tomas mientras trabaja y coordina con algunos ministros. Son horas de trabajo valiosísimas en estas circunstancias.
Combatir al mismo tiempo epidemia y recesión es complejo y difícil. Es, sin embargo, la tarea del Gobierno, su responsabilidad.
Ojalá el mensaje presidencial hable de eso, y no de todo lo bien que hicieron todo lo que salió mal.