Hay cierto desvanecimiento en la contienda interna del Partido Republicano en Estados Unidos. Es como si los candidatos se deslizaran hacia una inevitable revancha entre Joe Biden y Donald Trump.
Trump y muchos otros ven las acusaciones en contra del expresidente como el factor que mueve estos comicios. “Necesitamos una acusación más para cerrar esta elección”, bromeó el magnate el mes pasado. Pero este es también el prisma a través del que se evalúa a los otros candidatos: que no critican mucho a Trump, especialmente por sus acusaciones.
Sin embargo, hay una realidad más grande detrás de este desvanecimiento de Ron DeSantis y el resto de candidatos republicanos: es como si todos ellos construyeran sus identidades como alternativas a Trump y terminaran de todos modos pareciéndose a él.
El periodista Benjamin Wallace-Wells escribió que DeSantis puede sonar genérico al lado del candidato Vivek Ramaswamy: ambos hablan de la misma manera sobre China y TikTok, sobre cómo usarán la fuerza militar contra los cárteles en México, sobre el FBI. Dos semanas antes de que Wallace-Wells estuviera en Iowa viendo a Ramaswamy hacer que DeSantis sonara genérico, escuché a DeSantis y al senador Tim Scott usar una metáfora similar sobre la frontera en eventos con apenas 18 horas de diferencia. Si no controlamos la frontera, podría no ser nuestro país, dijo Scott. Repeleremos la intrusión con fuerza, dijo DeSantis. Terminaremos el muro, dijeron ambos.
Puede ser difícil recordar qué hizo que Trump sonara distinto hace ocho años, porque se ha convertido en una constante en nuestras vidas. La dimensión sensacionalista de la década de 1980 de su lenguaje –madres llorosas, sangre y carnicería, podredumbre y enfermedad en las instituciones, acción brutal– aplastó la piedad antiséptica y los eufemismos del Partido Republicano post-Bush. La visión espeluznante y la caída de la calidad de vida estadounidense que implícitamente presenta a los críticos como tontos ingenuos o corruptos es la que todavía conservamos.
Ahora todos suenan así. El impulso de los políticos por simplificar las principales políticas y controversias es eterno, pero no se trata solo de que usen palabras similares. La forma en que estos políticos hablan toma los viejos temas de Trump, alguna vez novedosos, la energía agresiva y las promesas y los empaqueta en el adoctrinamiento y el Estado administrativo.
El evento en el que DeSantis sonó tan parecido a Scott estaba a mitad de camino de un período de su campaña que había señalado que sería un reinicio. Al principio, hablando ante una multitud al mediodía en Iowa, DeSantis se aventuró en un terreno diferente, hablando sobre preocupaciones económicas, el costo de vida, la deuda... pero terminó hablando de la ideología ‘woke’, del Estado administrativo, de Disney y todo lo demás. Si pasas unos días en New Hampshire, viendo a Ramaswamy aquí y a DeSantis allá, puedes imaginar a casi todo el campo presidencial republicano con las manos unidas, las cabezas girando al mismo tiempo y diciendo al unísono: “Pongan fin a la instrumentalización del Departamento de Justicia”.
Esta dinámica puede exhibirse en su forma más pura en el tema de la votación y las elecciones, en la forma en que lo que le importa a Trump fluye a través de la base del Partido Republicano y se convierte en la premisa de la que parten los otros candidatos. DeSantis dirige un estado como Florida, con prácticas ejemplares y reconocidas de votación anticipada y conteo de votos, donde Trump ganó dos veces. Sin embargo, ha transformado la denuncia del fraude electoral generalizado –una preocupación ilusoria de Trump– en una unidad que abordará casos (raros) de fraude electoral y ha arrestado a un puñado de personas para demostrar que toma en serio las preocupaciones de Trump.
Prácticamente todas las candidaturas en este momento son sobre Trump: los candidatos de protesta existen para oponerse a él; las alternativas básicamente parecen construidas en negativo (un Trump, pero bueno o competente) y crecieron dentro del laboratorio de preocupaciones de Trump. Aquí y allá, los candidatos hablan sobre la atención médica, los costos de la educación, los cambios económicos motivados por la inteligencia artificial o cualquier cosa que exista más allá de la agenda de Trump, pero es sorprendente lo poco que se enfatizan algunos de estos temas más allá de la inflación y los precios de la energía.
¡Y ninguno de ellos está ganando! Podrían ser las acusaciones en su contra las que han confirmado el apoyo de Trump, pero la ineludible similitud de los candidatos republicanos, especialmente cuando deberían sonar y parecer diferentes, es real. La idea que algunos conservadores tenían sobre DeSantis, incluido él mismo, era que sería una figura singular, uniendo a las personas atraídas por la agresión estatista de Trump y las personas que buscan ir más allá del expresidente.
Pero esto dependía de la idea de que DeSantis era distinto a Trump, lo que hoy parece un malentendido. Su atractivo a ojos de ciertos conservadores, particularmente de aquellos que son donantes, dependía de una sutil confianza en que no iría demasiado lejos. Pero nunca fueron figuras distintas; el ascenso de DeSantis en el partido existe debido a la era Trump y las cosas que Trump es y no es. Él hace que suceda lo que Trump habla. Y, como todos los demás que se han definido a sí mismos por ser una alternativa a un individuo que todavía está siempre presente, ha terminado hablando de las mismas cosas y sonando igual que la mayoría de los demás. Trump creó el aire que todos respiran ahora.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times