Como todos los años, tiene lugar en esta época la temporada taurina. Y, a juzgar por lo que se ve, la nueva empresa ha logrado armar una feria de primer nivel. Por otra parte, contamos con el torero peruano Andrés Roca Rey, que está elevándose en España al más alto nivel, para orgullo de todos los aficionados peruanos, así como otro peruano, Joaquín Galdós, futuro gran torero.
Lamentablemente, siempre hay en el entorno gente equivocada. Escuchamos conversaciones entre dos personas despotricando contra las corridas de toros y calificándolas de barbarie. Estas se dan en un restaurante, mientras uno de los participantes come con delectación un trozo de carne de toro y el otro saborea una pata de gallina que se lleva a la boca sosteniéndola con la mano desde el extremo del hueso. En la mesa vecina hay quien los oye y les manifiesta su acuerdo mientras mastica la carne de una corvina en un cebiche. Quizá piensan que si matan “sanamente” a los animales, se les puede comer. Sin embargo, la res es llevada al camal cuando tiene alrededor de dos años para que la carne sea más tierna. Y se le mata de una cuchillada cobarde, no enfrentando valientemente al animal sino trepados en una pared.
En realidad, hay mucha ignorancia cuando se considera que las corridas de toros son manifestaciones brutales para satisfacer a espectadores masoquistas o idiotas. Se dice que las corridas de toros van contra la cultura moderna y que representan simplemente un juego brutal que es llevado a cabo por seres prepotentes al servicio de los instintos más degradados del ser humano. Pero esto es negarse a ver la realidad de las cosas y no tener interés en conocerlas de verdad.
A esas personas debe recordárseles, a título de provechoso ejemplo, que las corridas de toros han sido objeto de estudio en la Facultad de Filosofía nada menos que de la Universidad La Sorbona de París. Y que el profesor de estos temas es el filósofo francés Francis Wolff, quien, además de haber escrito libros sobre Sócrates, Aristóteles y la política, etc. tiene otro libro titulado “Filosofía de las corridas de toros” en el que sostiene que las corridas no solamente son importantes en sí mismas sino que “como toda gran obra humana, engendra otras obras” en otros campos como la pintura, la música, la literatura, etc. Además, ha escrito un muy preciso y convincente artículo titulado “Cincuenta razones para defender las corridas de toros” que puede leerse en Internet.
En realidad, las corridas de toros pretenden expresar la superioridad de la inteligencia del hombre sobre la fuerza del animal. Y ello dentro de otro entorno de humanidad que consiste en la creación estética a cada momento del enfrentamiento del torero con el toro.
En esta temporada, sin embargo, he escuchado algo que no se había dicho antes y que, dado su absurdo, merece un comentario especial. Hay quienes me han planteado que un espectáculo de esta naturaleza no debe llevar el nombre del Señor de los Milagros ni tampoco se debe dar un escapulario al mejor torero, porque esto no se condice con la religión católica.
Esta es una afirmación que bate todos los récords de extremismo antitaurino y de ignorancia de lo que está más allá del estrecho entorno de cada persona. Además, desconoce una realidad evidente en todos los países que tienen corridas de toros y que son católicos, vale decir, fundamentalmente en España, México y el Perú.
Tomemos algunos ejemplos para probarlo: la Feria de Madrid es de San Isidro, patrono de Madrid; la Feria de Pamplona es de San Fermín; la de Zaragoza es de San Jorge; la de Valencia es de la Virgen del Carmen de Gandia; la de Segovia, de San Juan y San Pedro. Y continuemos: la Peregrina de Pontevedra (Galicia); La Magdalena (Valencia); Nuestra Señora de Begoña (Asturias); la Virgen de los Ángeles de Getafe (Madrid); Santa Ana de las Roquetas de Mar (Almería), San Blas (Aljavir, Madrid); San Blas (Aljavu); San Juan y San Pedro (Segovia); San Marcos (Ciudad Real); la Virgen del Carmen (Gandía)
Y así podríamos seguir con todos los pueblos de España: todos se sienten orgullosos con su religión y con su feria taurina.
No olvidemos que el torero se juega la vida y que muchas veces se persigna antes de comenzar su faena. Adicionalmente, recordemos que existen capillas en todas las plazas de toros del mundo a disposición de los toreros antes de comenzar la corrida.
Creo, pues, que dado que es valor entendido que no existe ninguna discordia entre la religión (cuando menos la católica) y la fiesta taurina, debemos olvidar estos planteamientos negativos, fuera de lugar y destructores de nuestras tradiciones en vez de defenderlas valientemente. Lo que quizá sí me parece importante es que la empresa podría organizar visitas de los toreros –peruanos, españoles y mexicanos– a la iglesia del Señor de los Milagros en algún momento durante su estancia en el Perú.