(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Alfredo Torres

Si todos los católicos viviesen en un solo país, este sería el tercero más poblado del planeta, después de China e India. Según el “Annuarium Statisticum Ecclesiae” 2015, en el mundo hay 1.254 millones de católicos, el 17,7% de la población global, la mitad de ellos en América. El problema para la Iglesia Católica en esta región es que viene sufriendo en las últimas décadas el embate del agnosticismo, por un lado, y de las iglesias evangélicas, por el otro. El agnosticismo ha crecido mucho en Argentina, Chile y Uruguay, mientras que los evangélicos se extienden por el resto de América Latina.

La estadística más reciente en el Perú fue recogida en el censo de octubre pasado. Como aún no se han publicado sus resultados, una encuesta de Ipsos de noviembre presenta la aproximación más actual. Según Ipsos, el 75% de los peruanos somos católicos, 14% evangélicos, 5% de otras religiones y 6% agnósticos o ateos. La tendencia es declinante. En el censo de 1981, la proporción de católicos era 95%; en 1993 era 89%; ahora es 75%, pero entre los jóvenes de 18 a 24 años cae a 69%. Los evangélicos avanzan en los sectores populares y los agnósticos en la población de mayor nivel educativo.

El desafío de la Iglesia es complejo porque históricamente los sectores más conservadores son los que han tenido más influencia en su seno y han frenado su renovación. Por ejemplo, hace apenas un siglo, la Iglesia se oponía enérgicamente al matrimonio civil, calificándolo de “ley inmoral”. Hoy, uno de los requisitos para casarse por la Iglesia es contar con el certificado de matrimonio civil.

Hasta hace 60 años la Iglesia combatía a las demás religiones. Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia se abre al mundo, invitando a “saber ver lo bueno que hay en todas las culturas, todas las religiones, todos los quehaceres, ayudando a que todos los hombres y mujeres sean portadores de paz, de diálogo y entendimiento, de gozo, de amor, de libertad…”, según lo resume la red católica Aleteia. El movimiento ecuménico para la integración de los cristianos ha avanzado mucho desde que, en 1966, se reunieron el papa Pablo VI y el entonces arzobispo anglicano Michael Ramsey.

El está en la línea de apertura que inició el papa Juan XXIII. Ha tenido expresiones de mucha comprensión hacia quienes son rechazados por los sectores más conservadores del catolicismo. Sobre los divorciados, declaró que “nunca deben ser considerados extraños al cuerpo de la Iglesia”. Sobre las mujeres que han abortado, que había conocido a muchas mujeres que “cargan en su corazón la cicatriz de esa decisión agonizante y dolorosa” y que no se les puede negar el perdón de Dios. Y sobre los homosexuales, que “antes que nada viene la persona en su totalidad y dignidad. Y la gente no debe ser definida solo por sus tendencias sexuales: no olvidemos que Dios ama a todas sus criaturas…”.

Pero también ha sido muy duro con la pedofilia, que fue encubierta por la jerarquía eclesiástica por siglos. En el prefacio que escribió para el libro de Daniel Pittet, un francés que fue violado de niño por un religioso durante cuatro años, condenó la “absoluta monstruosidad” y el “horrible pecado” del abuso sexual de menores, y pidió perdón a todas las víctimas de sacerdotes pederastas. A pesar de que las iglesias locales han sido esquivas a estos temas, reiteró esta posición en su reciente viaje a Chile y al Perú.

Uno de los problemas más graves que enfrenta el catolicismo y que contribuyen a su pérdida de terreno frente a los evangélicos es la crisis de vocaciones sacerdotales. En América Latina, la tasa de sacerdotes por católico es uno por cada cinco mil. Y en algunos lugares –como Madre de Dios– aun menor. Como referencia, la tasa de médicos por habitantes es diez veces mayor. La solución que han encontrado otras ramas del cristianismo a este problema ha sido poner fin al celibato sacerdotal y permitir el sacerdocio femenino.

Actualmente, ya existen sacerdotes casados y con hijos en la Iglesia. El papa Benedicto XVI abrió esta puerta en el 2009 mediante una dispensa especial para los sacerdotes anglicanos que querían pasarse al catolicismo. En la medida en que el celibato sacerdotal fue instaurado recién en la Edad Media, es cuestión de tiempo que la iniciativa de Benedicto XVI se generalice, lo que permitiría, además, terminar con la triste tradición de “hijos de cura” no reconocidos.

Tomará más tiempo la aceptación del sacerdocio femenino, pero si ya existen presidentas, primeras ministras, juezas y generalas, llegará el día en que la Iglesia Católica dé este gran paso. La Iglesia Anglicana admite el sacerdocio femenino desde 1992 y actualmente ordena más sacerdotisas que sacerdotes. La mayoría entra a la vida clerical después de los 40 años. Aparentemente, la vocación religiosa se acrecienta con los años entre las mujeres.

*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.