José Carlos Requena

La caída del puente sobre el río remeció el debate público en las últimas horas del jueves 13 y acaparó las primeras planas el fin de semana. No es para menos, pues el suceso atañe a la principal vía nacional: la carretera Panamericana. Seguramente, seguirá siendo un tema de la agenda política y, en tal medida, empleado por actores con distintos intereses y posiciones.

Al margen de las responsabilidades que arrojen las investigaciones y las soluciones que propongan las autoridades y el concesionario, el suceso no deja de graficar la situación en que se encuentra el país. Así, el desplome de infraestructura clave del país cobra vidas sin que seamos capaces de anticiparlo.

Según indicó el organismo regulador (Ositrán) al día siguiente, se habían cumplido las acciones de supervisión en noviembre del 2024. “Se le solicitó (al concesionario) incrementar o reforzar las actividades de mantenimiento en los puentes, pontones, cunetas y alcantarillas”, indicó esa institución.

Además, Ositrán “verificó el cumplimiento de dichas condiciones y la subsanación de las observaciones que se presentaron”. Por ello, el daño en la cimentación que había ocasionado la caída “no se presentó en los días anteriores a las ”. Como diría la mítica canción de El Gran Combo, hubo una lluvia cruel.

Posteriormente, el domingo 16, Norvial emitió un comunicado que acoge sustentos técnicos para explicar el trágico incidente. “Con base en las conclusiones preliminares de los distintos informes técnicos, el colapso del puente no estaría relacionado con fallas estructurales atribuibles a deficiencias en el mantenimiento, sino a un evento imprevisible de la naturaleza”, señala el documento.

Pero si algo es previsible en esta época del año, es la temporada de lluvias. Las dimensiones, es verdad, podrían haber sido irregulares. Claramente, en este caso, la diligencia del regulador y las acciones del concesionario parecen haber sido rebasadas por la naturaleza.

No obstante, esto desnuda el déficit en infraestructura que el país arrastra. El colapso de esta vía fundamental genera muchos contratiempos, además de pérdidas humanas. Numerosos estudios reportan, con distintas cifras, las cuantiosas brechas existentes en distintos ámbitos de infraestructura. Por ello, si el Ejecutivo se empecina en llevar a cabo el despropósito que está cometiendo con Legado, la situación va a deteriorarse significativamente. Así, lloverá sobre mojado.

A inicios de año, el estimaba que “el déficit de infraestructura en el Perú es de más de US$100 mil millones” (7/1/2025). Este déficit, también, se extiende al transporte.

Hace cinco años, cuando se tuvo que enfrentar la pandemia, se hizo evidente que, en materia sanitaria, el país arrastraba muchos pendientes. Hoy, que un hecho luctuoso cobra vidas y afecta el transporte, son palpables, nuevamente, todos los pasivos acumulados.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


José Carlos Requena es Analista político y socio de la consultora Público

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