En diciembre del 2018 –lo que parece ser un pasado lejano– Martín Vizcarra estaba de viaje en Brasil para la toma de mando de Jair Bolsonaro. Era, si mal no recuerdo, su primera gran aparición internacional luego de haber reemplazado a Pedro Pablo Kuczynski. Como es sabido, PPK había tenido que renunciar debido a los negocios de su empresa con Odebrecht, los subsecuentes pedidos de vacancia y, por supuesto, los videos de Moisés Mamani.
Al poco tiempo de llegar al poder, Vizcarra se apropió del discurso anticorrupción. Este discurso, que en realidad era más cuento que otra cosa, tenía como protagonistas a los fiscales del equipo Lava Jato José Domingo Pérez y Rafael Vela. Era diciembre del 2018, entonces, y el Fiscal de la Nación de turno, Pedro Chávarry, decidía remover a los susodichos de sus cargos. Mientras los peruanos salían a las calles en Año Nuevo para reclamar su reposición, Martín Vizcarra, desde el otro lado del continente, se ponía el disfraz de héroe comprometido y volvía al país para unirse a las arengas.
Hoy, luego del pedido de 18 meses de prisión preventiva presentado por el equipo especial Lava Jato contra el expresidente, Vizcarra debe estar profundamente arrepentido de haber aprovechado esa oportunidad de cosechar puntos de popularidad.
La evidencia de la fiscalía en contra de Vizcarra es más sólida que en la mayoría de los casos que manejan. Lo más probable es que al actual candidato de Somos Perú le sea difícil zafar de los cargos presentados y le toque unirse a la larga y constante lista de expresidentes que han pasado un periodo en detención.
La estrategia vizcarrista para evadir la justicia fue casi brillante. En lugar de rechazar y patalear contra la la indignación popular, decidió unirse a ella. ‘Mantén a tus enemigos cerca’, reza el viejo saber popular y eso hizo Vizcarra. Se mimetizó en la turba para pasar desapercibido. ‘Si soy uno de ustedes, no soy uno de ellos’, pareció ser la lógica que siguió su accionar. Y lo cierto es que funcionó de maravillas por un buen tiempo. La careta anticorrupción fue comprada mayoritariamente por la población y sus porcentajes de popularidad batieron récords históricos.
Sin embargo, el gran error de Vizcarra fue asumir que él podía traicionar a todos y que todos se traicionaban entre sí, pero que a él eso no le iba a pasar. Pasó, por supuesto, y hoy lo vemos reflejado en el pedido de la fiscalía: testimonios diversos de colaboradores que afirman haber dado coimas al entonces gobernador regional de Moquegua. Cuentan dónde, cómo y cuándo.
La maldición presidencial –y una buena cuota de karma– parece haber alcanzado al exmandatario en el peor momento. Apenas unas semanas antes de las elecciones que podrían llevarlo a contar nuevamente con una posición de poder que lo proteja. Sin embargo, si es que el pedido de prisión preventiva es aprobado, va a ser muy difícil que Vizcarra logre mantener la intención de voto parlamentaria que le ha conseguido a la hasta ahora intrascendente campaña de Somos Perú.
P.D. Mañana se publica en este Diario la esperada encuesta de Ipsos. Como adelanté en este espacio, tradicionalmente marzo es el mes de las sorpresas electorales. Los resultados de esta encuesta marcarán el devenir de las próximas semanas. Permitirán a los candidatos encender sus esperanzas o enterrar sus ilusiones. Si los líderes no se separan del pelotón, vamos a tener unas semanas sumamente interesantes por delante.
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