Gonzalo Banda

¿Por qué sorprende que “” haya atravesado la cordillera y desatado tal devoción en TikTok al punto de seducir al mismísimo Bad Bunny que todo lo que toca lo convierte en oro como Rey Midas del ‘trending topic’? Quizá sea su estribillo pegajoso que recita un macondiano poema de una amante fugitiva hacia el expresidente en desgracia. Una de las melodías más pegajosas jamás creadas, originalmente compuesta por Dido, pero que se popularizó gracias a “Stan” del rapero Eminem, canción que el talento de Tito Silva deconstruyó y descolonizó para cobijar la historia picante del supuesto amorío de Martín Vizcarra. Pocas personas entienden mejor la compleja alma peruana que Tito Silva.

Toda la escena es una comedia decadente irresistiblemente adictiva. Que normalmente es la única forma de intentar digerir el esperpento. Usualmente, las historias más surrealistas de la peruana solo tienen una manera de pasar a la posteridad: el meme. Y la canción creada por Tito Silva es un gigantesco y majestuoso meme político. ¿En qué se ha convertido la política peruana sino en una sátira? ¿No es el presidente Castillo una caricatura del cándido ser pre-social imaginado por Rousseau que demuestra encarnar todos los males que supuestamente desconocía? ¿No es una parte de la oposición peruana una parodia de seres apitucados y agigantados por el limeñocentrismo, mientras desparraman lisuras, soberbia y racismo?

¿No son todos personajes que dan material en abundancia para nuestros comediantes? Lo que sorprende es que los humoristas peruanos no aprovechen más este lado tan desangelado de la política peruana. Nuestros cómicos no debieran tener problemas en encontrar material infinito para parodiar. El humor político debiera estar en ebullición, pero como toda parcela de los medios de comunicación peruanos, muchos de nuestros humoristas se han atrincherado políticamente y han perdido la capacidad de retratar la desgracia. Francis Bacon recordaba que el sentido del humor consuela al ser humano por lo que es. Y nuestra política merece una consolación gigantesca, nuestros humoristas no deberían tener piedad y deberían bullir en la producción de jocosos personajes que inmortalizaran nuestro ridículo.

Así, “Mi Bebito Fiu Fiu” trepana todo clivaje político, ideológico y racial. La sórdida historia se convierte en algo más que chacota. Se convierte en cultura popular. En meme sempiterno. Y así sobrevivirá en el alma colectiva. Desde hace mucho tiempo, Tito Silva viene descascarando la escena política nacional, pero el expresidente Vizcarra es quien más material le ha dado. Quizá por su extraña combinación de criollo ventajista que se descojona frente al escándalo, que se saltó ilegalmente la cola de la vacunación para proteger a su collera, y que luego, sin mucho complejo, se apareció impávido para vacunarse una vez más.

Pero “Mi Bebito Fiu Fiu” no solo ha conseguido convertir en meme para la posteridad el supuesto amorío de Martín Vizcarra, sino que ha avanzado más y ha besado el pedestal del ‘trending topic’ mundial. Y ahí hay otra historia. Una historia ajena a nuestras páginas de política y tragedias. Ha activado aquello que el algoritmo ha interpretado democráticamente como algo universal. Y ha encendido el llano y se ha regado con inmediatez. Ni la censura, ni los derechos de propiedad han podido frenar una catarata descomunal. Yo no recuerdo la última vez que un tema peruano haya tenido una escalada tan infernal en redes sociales en todo el planeta como lo tuvo la composición de Tito Silva. No se la puede comparar comercialmente con ningún otro evento ni deportivo ni financiero ni político peruano. Esa otra historia activó el algoritmo de TikTok y Spotify de una forma que ningún peruano jamás había conseguido activarlos. Y los remeció con particular estruendo y éxito.

Seguramente, algún purista estará preocupado por criticar el rudimentario producto que Silva creó, pero en un país muy acostumbrado a las derrotas colectivas es casi un deber de conciencia saludar que alguien haya podido colgarse del estrellato, que ojalá no sea tan fugaz. Y, por otro lado, cómo estará digiriendo políticamente esto Vizcarra, creerá que sus pecados han sido redimidos a fuerza del meme, decodificará el humor patrio y se envalentonará. Martin Vizcarra ha sido capaz de todo, así que nada nos sorprendería si intentase capitalizar el efímero éxito de este ‘hit’ para arriesgarse. Nuestro país es una tierra de desmemoriados, donde nadie está condenado a fracasar por maldad, sino por olvido. En un país de Castillos, Vizcarras y Fujimoris, es saludable ser Tito Silva.

Gonzalo Banda es analista político