El Congreso recibirá pronto al Gabinete Zeballos. Lo inusual del caso es que ya no estarán siete (y medio) de los ministros de ese Gabinete. Casi la mitad de sus integrantes fue ‘renunciado’ en sus pocas semanas de existencia por el presidente. Se fueron por diversas razones y en el caso de la ministra de Educación, que venía haciendo un buen trabajo, abruptamente y sin explicación alguna.
Cuando a un ministro se le tiene que cambiar al poco tiempo de nombrado suele ser responsabilidad de este. Pero perder siete (y medio) habla más bien de la impericia de quienes los nombraron.
Y son siete y medio porque la ministra de Energía y Minas no debería llegar a la presentación al Congreso. Humala la tuvo que sacar de viceministra de Minas cuando se conocieron sus vínculos con la minería ilegal y potenciales conflictos de intereses no declarados. Además, cuando congresista, perteneció a la bancada de los “achica sueldo” de sus trabajadores. El primer ministro, en una memorable defensa de su novísima ministra ha dicho: “Todos tienen derecho a rehabilitarse”.
Lo que hace más inusual esta tragedia de equivocaciones es que se da sin Congreso fiscalizándolos y cuando los partidos estaban ocupados en la campaña electoral sin prestarle mayor atención al Gobierno.
Ser ministro en el Perú de hoy es una tarea ingrata y llena de frustraciones (como el terrible peregrinaje de la familia de Solsiret Rodríguez me lo ha recordado en estos días). Si los ministros son honestos y no están en la función por el boato del cargo, muchos salen escaldados de la experiencia.
Hay cada vez menos gente que se respete a sí misma que esté dispuesta a ser zarandeada por políticos que buscan figuración fácil. Por ejemplo, un ministro de Transportes y Comunicaciones de Kuczynski renunció al cargo para evitar el vilipendio de la oposición. Esta situación es mucho más difícil de aceptar cuando el maltrato viene de tu propio jefe. Por eso me parece incomprensible que el presidente Vizcarra lo haga con cierta frecuencia.
La ministra de Justicia fue una actriz de reparto de la crisis de Odebrecht –una que, según el jefe de Gobierno (sic), no existió–. Fue, más bien, Zeballos el que no supo liderar a sus ministros en una estrategia de gobierno coherente y transparente. Se asustaron y buscaron cabezas de turco. Ella ya había dejado la suya puesta en la guillotina cuando, en modo Navidad, no renunció pese a que el presidente la cuadró feamente ante la prensa.
El presidente desautoriza también al ministro del Interior sosteniendo que quitar la protección a los congresistas era solo “una propuesta”; ergo, quien la hizo, sin leer la Constitución y la Ley Orgánica de la PNP, se mandó por la libre. ¿Ah, sí?, ¿es posible que el presidente no supiera que un decreto supremo en un tema tan sensible estaba en preparación?
No todas las personas están dispuestas a ese trato por mantener un cargo. Eso aumenta la dificultad de convocar gente con vuelo propio y algo de autoestima. Quizás sea por eso que ya es casi la regla que los reemplazos sean los viceministros y que estos busquen un perfil cada vez más bajo para durar. Y es inevitable que los viceministros de los ahora ministros, que antes fueron viceministros, miren de soslayo vitrinas con fajines.
Zeballos va a llegar a su presentación al Congreso bastante magullado (por mano propia). Quizás el presidente tenga ya en mente cambiarlo. De ser así estamos, más bien, en ocho y medio. Curioso, ese fue el título de la fenomenal película de Fellini en la que el personaje central, un director de cine abrumado por haber perdido la creatividad que tuvo alguna vez, se traslada a un mundo de sueños y pesadillas.
Paradójicamente en esta coyuntura, el presidente le ha dado una cachetada a las alucinadas versiones de su ilimitado poder para manejar, cual titiritero, los tres poderes del Estado.
La realidad es más pedestre. Es una persona inteligente y audaz, pero conoce de algunas cosas y de otras no. Está muy solo en el poder, en parte por las circunstancias, pero también por ser profundamente desconfiado. Por ello no se decide a construir un gobierno que lo acompañe en la toma de decisiones. Y ya es tarde para que cambie. Con ese estilo y las complicaciones que de este se derivan, llegará el 28 de julio del 2021 en que regresará a Moquegua y será recordado por sus luces y sus sombras.
*El autor fue ministro del Interior en el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.