El dictador venezolano Nicolás Maduro pretende robarse las elecciones del 28 de julio con un conjunto de trampas con las que espera poder cantar victoria sin necesidad de manipular el conteo de los votos. Algunos de sus trucos son francamente ingeniosos.
A pocas semanas de la elección, el candidato opositor de centroderecha Edmundo González Urrutia lidera las encuestas con el 68,4% del voto, frente al 11,3% de Maduro, según un estudio de Meganálisis.
Pero Maduro, que según Estados Unidos y más de 50 democracias ya se reeligió fraudulentamente en el 2018, está aplicando viejas y nuevas triquiñuelas para reelegirse en un tercer mandato consecutivo. Aquí van algunas de las principales:
Primero. El régimen de Maduro impidió que 4,5 millones de exiliados venezolanos –más del 21% del total de votantes– se registraran para votar en el extranjero. Bajo las normas del régimen, solo podrá votar en el extranjero la minoría que tiene residencia permanente en otro país, y no podrá hacerlo la gran mayoría que tiene residencia temporal o ha pedido asilo. Solo unos 107.000 venezolanos podrán votar en el extranjero, según datos oficiales.
Segundo. Maduro ha inhabilitado a los principales líderes opositores para presentarse como candidatos. Entre ellos está María Corina Machado, quien ganó una primaria de la oposición en octubre con más del 92% de los votos y es la máxima figura de la oposición. El régimen también prohibió que se presente la candidata sustituta nombrada por Machado, Corina Yoris, de 80 años. Machado nombró posteriormente a González Urrutia, de 74 años, un diplomático retirado, para postularse en su lugar.
Tercero. En Venezuela no hay libertad de prensa. González Urrutia, Machado y otros líderes opositores prácticamente no tienen acceso a la televisión abierta.
En una entrevista reciente, Machado me dijo que hacía más de un año que no había sido entrevistada por una de las grandes cadenas de televisión. Agregó que está haciendo campaña por González Urrutia en automóvil, porque todas las aerolíneas nacionales tienen prohibido dejarla abordar vuelos.
Cuarto. El régimen ha arrestado a decenas de activistas opositores, para intimidar a otros para que no hagan campaña por la fórmula de la oposición unida.
Quinto. Hay irregularidades de todo tipo en el 86% de los centros de votación, según un estudio dado a conocer pocos días atrás por el Observatorio Global de Comunicación y Democracia, un grupo no gubernamental.
Sexto. Maduro ha prohibido que vengan al país misiones de observación electoral creíbles como las de la OEA y la Unión Europea. A excepción del Centro Carter, la gran mayoría de los observadores extranjeros invitados pertenecen a grupos que aplauden la dictadura de Maduro.
Séptimo. Las papeletas están diseñadas para favorecer a Maduro: en su primera y segunda línea muestran 13 veces la foto de un Maduro sonriente, representando a varios partidos reales y ficticios. Comparativamente, la foto de González Urrutia aparece solo tres veces y perdida en las filas inferiores entre muchos otros candidatos menores.
Octavo. Varios de los principales partidos opositores han sido “intervenidos” por la dictadura, y ahora están dirigidos por aliados de Maduro. El truco consiste en hacer que muchos electores crean que están votando por un candidato opositor cuando en realidad lo estén haciendo por un servidor del régimen.
Noveno. Muchos lugares de votación están ubicados en “misiones” de subsidios sociales y edificios residenciales pagados por el régimen, donde los funcionarios del partido gobernante pueden intimidar a la gente para que vote por Maduro bajo la amenaza de perder sus beneficios.
La lista completa de triquiñuelas es mucho más larga. Pero la conclusión es que el fraude electoral de Maduro ya está en marcha.
La única pregunta es si, como ocurrió en las elecciones legislativas del 2015, el voto opositor será tan grande que no logrará ser contenido con el catálogo de trampas electorales de Maduro.
–Glosado y editado–
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