Editorial El Comercio

Los peruanos discrepan en muchos frentes, pero la integración económica y con el resto del mundo no es uno de ellos. Según la última encuesta de Datum para El Comercio, el 85% de ciudadanos está de acuerdo con impulsar el libre comercio internacional, y el 82% coincide con que “es muy importante que el tenga una apertura total con el mundo”.

Estas cifras son un logro para la política de integración con socios comerciales, pues no siempre fue así. Recordemos por ejemplo que, según el Latinobarómetro, al 2004 apenas el 38% de los peruanos opinaba que los tratados de libre comercio (TLC) tendrían un impacto positivo sobre las oportunidades de trabajo, por debajo del promedio de América Latina (41%).

Una lección básica es que el intercambio comercial debe ser mutuamente beneficioso. Países deficitarios en alimentos, energía, insumos, maquinaria, manufacturas y demás bienes pueden obtenerlos en el mercado internacional a un precio mucho menor del que incurrirían si los intentasen producir ellos mismos. A cambio, consiguen acceso a mercados enormes –en la práctica, casi infinitos– para los bienes y servicios que puedan producir de forma competitiva, incluso en cadenas de valor globales.

Sin embargo, en el caso peruano, el cambio en la opinión pública probablemente tiene más de empírico que de libro de texto. Según la Sunat, al 2023, el 91% de las exportaciones peruanas tuvieron como destino países con los que rige un TLC. Casi un tercio de lo enviado fueron productos no tradicionales, en los que las ventajas comerciales juegan un papel clave. Esto permitió crear cientos de miles de puestos de trabajo en sectores como agricultura, textiles, pesca, químicos, entre otros. Al mismo tiempo, la inversión extranjera -que goza del respaldo del 73% de la ciudadanía según la misma encuesta de Datum- ha sido estratégica para sacar adelante proyectos de inversión en minería, energía, ‘retail’, telecomunicaciones, etc. El Perú sería un país fundamentalmente distinto –para peor– sin la participación de mercados y capitales extranjeros en nuestra .

Por supuesto, en este intercambio no todos serán ganadores. Pero aquellas industrias que tienen dificultades para competir en mercados abiertos, lejos de pedir protecciones anacrónicas que perjudican a los consumidores, deben hacer lo posible para mejorar sus niveles de competitividad. En esa tarea, el Estado debe dar una mano, siempre dentro de las reglas internacionales de comercio, de competencia y en beneficio de las mayorías.

A pesar de sus notables ventajas, el modelo de mercados abiertos está bajo ataque. Incluso su principal impulsor en el pasado, EE.UU., coquetea ahora con políticas proteccionistas que arriesgan una guerra comercial a gran escala. El Perú, si bien no puede influenciar las dinámicas globales, sí puede hacer todo lo posible para beneficiarse de las nuevas corrientes. El marco del APEC, por ejemplo, en noviembre próximo, es una excelente oportunidad para demostrar a varios de nuestros principales socios comerciales que el Perú es un país atractivo para invertir y con oportunidades rentables en varios sectores. La propia inauguración del puerto de Chancay por parte del presidente de China, Xi Jinping, es un hito notable sobre el cual construir.

El Perú logró seguir una ruta exitosa de crecimiento económico y desarrollo inclusivo por varios años. Y un ingrediente fundamental fue la integración con el resto del planeta. Profundizar estos lazos, antes que ponerlos en entredicho, es el camino obvio a seguir. La ciudadanía lo tiene claro. A veces, los políticos no tanto.

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