En la defensa que han ensayado en estos días la señora Nadine Heredia y algunos de sus valedores, incluyendo a sus asesores legales, frente a las acusaciones y críticas de las que ella viene siendo objeto, destacan dos líneas de argumentación: por un lado, la que asevera que en los hechos recordados o sacados recientemente a la luz no existen elementos para sostener la figura de ‘lavado de activos’ de la que habla la investigación fiscal. Y por otro, la que postula que la gran resonancia pública que ha alcanzado la discusión sobre sus fondos y sus gastos en los últimos diez años obedece a una confabulación de cierta ‘concentración’ periodística.
Podría encontrarse incluso una tercera línea de argumentación en la defensa que sostiene que los números involucrados en la investigación a la señora Heredia son pequeños en comparación con los involucrados en los megaescándalos protagonizados por nuestros tres últimos gobernantes – exceptuado el gobierno de transición. Pero esto no puede ser calificado propiamente como una “argumentación”; y sí más bien, como acertadamente lo ha señalado Augusto Álvarez Rodrich en su columna, de variación del discurso del “nosotros robamos menos”.
“Si no hay libertad de expresión, es terrible, pero cuando hay concentración, ¿no es igual de terrible?”, ha escrito la propia primera dama en su largo alegato exculpador en el Facebook. Y la idea general que se desprende de ese discurso –y del de sus paladines del ciberespacio y el foro– es que, al no existir el delito imputado, la cobertura y el análisis de la información aparecidos en estas semanas constituyen solo un caprichoso ejercicio de lapidación política que pone en riesgo la democracia.
¿Pero, es sólida tal presunción? ¿Se puede efectivamente concluir lo segundo a partir de lo primero? Aquí pensamos que no.
A la luz de lo expresado por el ex procurador anticorrupción César Azabache en estas mismas páginas, es ciertamente inverosímil que la señora Heredia pueda ser llevada a juicio por lavado de activos, pues ese delito supone “un punto de contacto consciente […] con los frutos de un crimen evidente”. Y semejante ingrediente parece lejos de poder ser probado en la cadena de eventos materia de investigación.
La improbable ocurrencia de ese crimen, sin embargo, no evapora los indicios de la comisión de otros (como los de financiamiento político encubierto o defraudación tributaria, mencionados por el propio Azabache); y, sobre todo, no agota el interés noticioso del caso. Revisemos, si no, someramente –y con cargo a la exposición más minuciosa que se hace en las páginas 10 y 11 de esta misma edición del Diario– los hechos que le dan forma.
Tenemos, primero, 86.501 dólares llegados en el 2005 de Venezuela que, a pesar de ser una supuesta donación para la formación del proyecto político nacionalista, ingresan a las cuentas de la madre y de una amiga de la señora Heredia, y no a las suyas. Esto porque, según ha explicado ella, en esa época estaba viajando por el interior del país. Pero la verdad es que eso no era óbice para dejar una cuenta abierta y expedita para recibir aportes en Lima. De ese dinero, además, que tendría que haber sido declarado ante la ONPE al convertir el movimiento humalista en partido, solo 24.250 dólares fueron transferidos luego a una cuenta –ahora sí– de la señora Heredia, y del resto nada se sabe.
La suma total de los depósitos recibidos en esa cuenta hasta marzo del 2009, no obstante, asciende a más de 216.000 dólares, y la fuente de buena parte de ellos es tan brumosa como la recién mencionada. Consultorías sobre temas exóticos a empresas de Martín Belaunde Lossio o su padre y colaboraciones periodísticas a un medio venezolano muy bien remuneradas pero nunca publicadas son la explicación ofrecida para el grueso de esa cifra. Y lo que más llama la atención es que, en su mayoría, el pago por esos servicios habría sido hecho en efectivo y llevado al banco por allegados a la titular de la cuenta en una insólita procesión de depositantes ‘hormiga’.
Al mismo tiempo, ahora nos enteramos de que, convertida ya en primera dama, la señora Heredia ha incurrido en gastos que exceden la capacidad adquisitiva de la sociedad conyugal que integra, aun si le sumamos los seis mil soles de un sueldo del Partido Nacionalista del que recién hemos tenido noticia esta semana y cuyos recibos todavía no se exhiben. Y hemos averiguado también esta semana que parte de ellos han sido cubiertos con una tarjeta de crédito ‘adicional’ a la de la señora Rocío Calderón: precisamente la amiga que prestó su cuenta para recibir una parte del donativo venezolano inicial para la forja del Partido Nacionalista.
¿Suficiente? La lista de datos sospechosos en realidad continúa, pero creemos que con lo mencionado basta para demostrar que la única concentración que existe aquí –y que ha sido, por lo demás, compartida por casi todos los medios serios locales y algunos de los más importantes internacionales– es una concentración en la noticia pura y dura. Y que lo que buscan quienes la ‘denuncian’ atribuyéndole afanes conspirativos es el efecto exactamente contrario. Vale decir, la distracción.