La semana pasada, los aliados del alcalde de Lima, Luis Castañeda, salieron a advertir que el “espíritu de Conga” había llegado a Lima con las manifestaciones en contra del tercer carril en La Pampilla. Y, por lo visto este fin de semana, las advertencias eran ciertas.
Como parte de un evidente complot contra la inversión privada, el océano Pacífico decidió tener un oleaje anómalo, el cual generó una serie alarma a lo largo de toda la costa peruana. En especial, en la Costa Verde, pues ponía en riesgo la existencia misma del polémico carril. Como en política no hay coincidencias, a la gestión edil le quedó inmediatamente claro que se trataba de un intento desestabilizador de los sectores radicales, similar a lo que viene ocurriendo en Arequipa en las últimas semanas.
Afortunadamente, el compromiso de la gestión limeña con el desarrollo de la capital es inquebrantable, incluso frente a un océano infiltrado de agentes antiinversión. Por ello, gracias al empleo de las más sofisticadas técnicas de colocación de piedras y desmonte, el equipo solidario evitó que el extremismo marítimo triunfase.
“Hemos dado un mensaje claro: no permitiremos que nadie nos desestabilice”, señaló con satisfacción el burgomaestre. Al cierre de la edición, se rumoreaba que el gobierno estaría por convocar al equipo solidario a Arequipa para solucionar el conflicto social en dicha región.