Esta parece una pregunta sencilla, pero no lo es. Enfocando esta materia, resulta crucial no divagar. Estamos hablando del dólar en el mercado local. Dado que sus diferentes cotizaciones locales se comportan similarmente, trataremos acerca de dos tipos de cambio. Uno de ellos es el tipo de cambio nominal, valor corriente que enfocamos día a día (digamos 3,2 nuevos soles por dólar estadounidense). El otro es el tipo real. El propio dólar nominal descontándosele la inflación local y externa.
El dólar nominal es básicamente un fenómeno monetario. En el largo plazo refleja cuán irresponsable es nuestro banco central (en comparación al banco central estadounidense) y en el corto plazo puede reflejar inestables expectativas o regulaciones (léase: distorsiones impuestas por el gobierno). El dólar local puede ser dejado a las fuerzas del mercado y flotar libremente sin acomodarse a los intereses de algún grupo. Los peruanos nunca hemos visto esto, pero el gobierno puede optar por controlarlo o administrarlo, lo cual es muy común en América Latina. Los burócratas peruanos se caracterizan por su proverbial miedito a dejar funcionar al mercado. Y este temor ha explicado innumerables crisis financieras.
El segundo tipo de cambio, el dólar real (normalmente aproximado como un índice multilateral publicado por el Banco Central de Reserva) implica su precio de mercado –en este caso distorsionado– y tiene una peculiaridad: siempre flota.
Establecido esto, desterremos la creencia –ya bastante enfriada– de que tenemos un dólar de mercado o el banco central no afecta el valor del dólar. Claro que lo controla, pero maquilla este esquema de control bautizándolo como un dólar administrado y con la afirmación de que solo reduce su volatilidad. Si tomamos en cuenta que hace poco (febrero) el Gobierno Peruano –esterilizando erráticamente– perdió posición de cambio en 12 meses consecutivos US$6,5 mil millones solo para evitar que el dólar tome su valor de mercado, tendremos una muestra palmaria de cuán artificiales son las cotizaciones del dólar en el mercado local.
Nuestras autoridades no han aprendido que no es una buena idea controlar el dólar en una nación con la rigidez no transable que nos caracteriza. Lo pudieron hacer sin que casi nadie lo destacara con precios externos extremadamente favorables. Hoy que esto cambió, están tratando de recular y permitir un realineamiento guiado del dólar local. Esto en la medida de que las reservas internacionales lo permitan.
Frente a esta acción algo timorata están los intereses de sectores: los ahorristas previsionales (que tienen el respaldo de sus jubilaciones mayoritariamente en instrumentos locales), los endeudados en dólares, los exportadores o los importadores. ¿A quién contentarán esta vez?
De todos estos años de controlismo cambiario disfrazado, caben dos sencillas reflexiones. Primera: es mucho mejor dejar flotar el dólar y enfocarse en el estricto cumplimento de la meta inflacionaria (sin ataduras con ningún sector). Segunda: fue una gran torpeza optar por lo fácil, es decir, controlar el dólar por tanto tiempo.