De los muchos roles que ha interpretado el flamante primer ministro Salvador del Solar durante su carrera actoral, el más conocido ha sido, sin duda, el del capitán Pantaleón Pantoja en la película “Pantaleón y las visitadoras”. Como recordarán quienes han visto la película o leído la genial novela de Mario Vargas Llosa en la cual está basada, el capitán Pantoja es un correcto oficial al que el ejército le encarga una misión secreta: organizar un servicio de “visitadoras” que “alivie” las necesidades sexuales de los soldados apostados en la Amazonía. Y por más disparatada que resulta la misión, él se la toma tan en serio que convierte a su unidad en una de las más eficientes del ejército peruano.
Ser jefe de Gabinete en un gobierno que prácticamente no tiene bancada y que depende desproporcionadamente de su nivel de popularidad es una tarea especialmente difícil, más aún si tomamos en cuenta que los factores que generaron esa popularidad (la novedad, la postura anticorrupción y el enfrentamiento con un Congreso percibido como abusivo) ya no dan para mucho más. De hecho, los niveles de aprobación del presidente ya han empezado a caer. Mantenerlos altos va a requerir que la gente sienta que el Estado está contribuyendo a mejorar su vida.
Aquí es donde creo que se vuelve relevante la eficiencia que muestra el capitán Pantoja en el cumplimiento de su deber. En un Estado como el peruano, en el que los funcionarios tienen fuertes incentivos para no hacer nada, lograr que se cumplan los objetivos del gobierno requiere establecer metas claras, asignar roles y, sobre todo, estar detrás de los responsables para que ejecuten las decisiones tomadas. En la administración de la cual formé parte, por ejemplo, los ministros debían rendir cuentas al presidente de los avances de sus respectivos ministerios, lo que los obligaba a tomar decisiones y a presionar para que se moviera la burocracia. Así se logró, entre otras cosas, que las obras de prevención del fenómeno de El Niño que se esperaba en el 2016 estuvieran listas a finales del año anterior, y que en el 2015 el gobierno nacional (los ministerios) ejecutara el 90% de su presupuesto de inversión pública (un récord).
Desde inicios de la administración Kuczynski, sin embargo, no se aprecia en el Gabinete una organización similar. En vez de trabajar en equipo, con objetivos comunes y prioridades definidas, cada ministro parece seguir su propia agenda y ninguno parece rendir cuentas de lo que sus ministerios dejan de hacer. Las decisiones se quedan en el aire o demoran una eternidad en ser ejecutadas (miren el tiempo que está tomando la reconstrucción del norte). Ello permite entender por qué en el 2018 el gobierno nacional solo ejecutó el 76,1% de su presupuesto de inversión. Otro año así puede ser fatal para el presidente Vizcarra. La gente difícilmente va a sentir que el Estado ayuda a mejorar su vida si se deja tanto dinero sin gastar.
El primer ministro Del Solar, además de ser carismático y buen comunicador, tiene una visión de país de la cual es difícil disentir. Ahora tiene que demostrar que puede convertir las palabras bonitas en hechos concretos.