No soy partidario de disparar balas de plata. Escribo esto sin saber el resultado de la votación de investidura, pero mi posición era a favor de que la oposición se la ahorrara. El costo de acercarse al disparadero de la disolución es más grande que el logro de tumbarse un Gabinete tan débil que se podría caer solo o ser censurado ministro por ministro. Si la oposición quiere llevarnos al disparadero de la vacancia, lo mejor es evitar el otro disparadero con una escopeta en las manos temblorosas de Pedro Castillo.
Matar a un Gabinete como el de Aníbal Torres negándole la investidura es, permítanme recuperar un viejo adagio, gastar pólvora en gallinazos. Y, sin embargo, qué consecuente y respetable es votar contra lo que se ve podrido. Si tuviera que escoger una razón, de entre tantas, para rechazar a Torres, sería haber permitido el reemplazo de Juan Silva, cuya renuncia aparentó ser un buen gesto, por su ex secretario general Nicolás Bustamante Coronado. Pero la política no es asunto de catarsis, sino de estrategia.
La bala de oro es la que puede matar al mal sin carambolas ni emboscadas. Sí, hablo de la vacancia. Aquella lleva la crisis al extremo, matando su razón de ser y dejando un inmenso vacío por llenar. ¿Qué nos asegura que se llene bien? Nada, por ahora. Pero, ya que hay una segunda moción de vacancia abriéndose paso entre las bancadas, veamos qué condiciones, además de votos, le faltan para que se convierta en bala de oro.
El respaldo popular es una condición ‘sine qua non’ puede legitimarse la acción extrema de pretender interrumpir un mandato presidencial. Lo aprendimos violentamente en menos de una semana en noviembre del 2020, cuando el Congreso vacó a Vizcarra sin respaldo popular y Merino fue obligado a renunciar por la protesta popular no convocada por partidos, sino autoconvocada por redes.
Por todo lo anterior, me sumo a la corriente interdisciplinaria que busca las razones por las que no existe aún esa condición. Destaco dos razones: una, mal que nos pese al periodismo, es la poca credibilidad y contundencia de denuncias complejas basadas en documentos judiciales. Sin audios ni videos es difícil crear una narrativa de impacto contra la corrupción. Me detengo en esas dos palabras, porque ahí está la clave para que la bala sea de oro: narrativa y corrupción.
Hasta ahora, la narrativa anti-Castillo ha sido errática y equivocada. Primero, no había que aceptarlo porque había cometido un fraude electoral que no se probó, luego había que sacarlo porque era comunista, luego porque era inepto y designaba ineptos. Ahora recién se abre paso una razón que puede convocar más respaldo, incluyendo el de algunas izquierdas: porque está comprometido en la corrupción. Esa es la bala.
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