Luego de 22 semanas de emergencia, el Gobierno nos quiere convencer de que el país le está ganando la guerra al coronavirus, pero todos los indicadores de los que disponemos para medir el impacto de la pandemia nos confirman que estamos muy lejos de ello.
Y lo que es peor: en los últimos días, Martín Vizcarra y su equipo continúan dando varios pasos en falso. En lo que respecta a su estrategia sanitaria, dejo el análisis a los expertos –desde el Colegio Médico del Perú, donde llueven las críticas por varias medidas impulsadas (como la creciente insistencia en “cuarentenas focalizadas”), hasta especialistas que promueven la identificación y aislamiento de cada caso detectado (“cerco epidemiológico”) a partir de pruebas moleculares como la única medida efectiva–. Por ello, prefiero centrarme en el mensaje político, donde se complican las perspectivas de cara a los días que vienen.
Regresar a medidas que no han funcionado en el pasado es el camino más directo para perder el apoyo y la fe de los peruanos. Se debe reforzar la creencia de que el Gobierno sabe lo que hace, por lo que medidas como la cuarentena obligatoria los domingos no han sido bien fundamentadas. El sentido común nos dice que un día menos de circulación disminuirá los contagios, pero el presidente –y sus voceros– no nos dicen qué podría ocurrir los otros días –tipo sábados– si la gente relaja sus precauciones y neutraliza aquello que se quería evitar. En ningún momento se ha logrado controlar a la población de manera eficiente y eso saltó, salta y saltará a la vista de todos si no se actúa de manera más competente.
El Gobierno ha fracasado en su llegada efectiva a la población (el nivel alcanzado por la pandemia así lo confirma). ¿Cómo hará ahora para conseguirlo? ¿Qué estrategia de fiscalización y sanciones efectivas tiene a mano? Más allá de los buenos deseos, no conocemos ninguna. ¡Y el tiempo vuela!
Ya pasó el momento de las invocaciones, del “por favor, ayúdennos a ayudarlos”, que repite el ministro de Defensa. Mientras la estrategia médica y sanitaria debe ser perfeccionada convocando a más expertos, el castigo a quienes no apliquen las directivas para mantener el distanciamiento social debe ser ejemplar. ¿Locales que permiten reuniones y fiestas? Clausura definitiva. ¿Personas que ignoran las restricciones y agreden policías? Multa de dos a tres UIT (ahí siempre duele) e inclusión en un registro nacional de infractores en pandemia. ¿Usted contrataría o se vincularía con personas así? Yo no. Para eso se necesita aprobar una normativa ‘ad hoc’ cuanto antes. Basta de medias tintas.
El Gobierno debe reorganizar su mensaje y dotarlo de poder coercitivo. Si, a la vez, reconduce su estrategia sanitaria será posible cambiar las cosas. De no hacerlo, vamos camino al desastre.