El 26 de enero de 1983 fueron asesinados ocho periodistas, su guía y un campesino de la zona en las alturas de Ayacucho, específicamente en Uchuraccay, una localidad en la provincia de Huanta cuyo nombre era prácticamente desconocido hasta ese momento.
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La noticia del asesinato de los periodistas Willy Retto, Jorge Sedano, Eduardo de la Piniella, Amador García, Pedro Sánchez, Jorge Mendívil y Félix Gavilán, Octavio Infante además del guía ayacuchano Juan Argumedo y el campesino Severino Huáscar Morales conmocionó al país y marcó un hito en el escenario de la lucha subversiva contra el grupo terrorista Sendero Luminoso.
Hasta la versión más difundida durante estos años habla de la responsabilidad de los campesinos de Uchuraccay del asesinato de los periodistas tras confundirlos con terroristas. Esta versión que fue recogida por la comisión investigadora que se formó al poco tiempo de la masacre en 1983 y presidió el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Esta misma historia fue reseñada luego en el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en el año 2003.
Tras un largo proceso judicial que duró por años, tres campesinos: Dionisio Morales Pérez, Mariano Ccasani Gonzáles y Simeón Auccatoma Quispe recibieron condenas por 10, 8 y 6 años, respectivamente en marzo de 1987 por los asesinatos. Pese a que los miembros de la exGuardia Civil de la Policía Nacional (sinchis) habían sido acusados de azuzar a los campesinos y darles la orden de asesinar a todo aquel extraño que llegar a pie por la zona, no se estableció responsabilidad contra la institución.
— Versiones de los hechos y personajes —
En diciembre del año 1982, el gobierno del expresidente Fernando Belaunde declaró el estado de emergencia en la región Ayacucho. Ello implicó que las Fuerzas Armadas asumieran el control de la región, la más golpeada por las acciones terroristas de Sendero Luminoso. A la par, distintos medios de comunicación denunciaban constantemente presuntas violaciones contra los derechos humanos por parte de las fuerzas del orden.
El 23 de enero de 1983, el comando militar informó sobre la muerte de un presunto grupo de senderistas en el poblado de Huaychao (Ayacucho) a manos de los campesinos. Un grupo de periodistas que cubrían informaciones en Huamanga para los diarios La República, El Observador, El Diario de Marka, Noticias de Ayacucho y la Revista Oiga decidió emprender una expedición a la zona para cotejar la historia y confirmar si los hechos ocurrieron como lo narró la autoridad militar.
"El escepticismo que había creado esta noticia en la prensa y en amplios sectores de la población acentuó el interés de los reporteros peruanos por viajar al lugar de las hechos", escribió en mayo de 1983 el periodista Juan González Yuste enviado especial a Ayacucho del diario El País de España.
Los periodistas destinados a Huamanga, quienes tenían por costumbre hospedarse en el hostal Santa Rosa, relataron que el grupo decidió viajar por sus propios medios hasta Huaychao. La madrugada del 26 de enero salieron en un taxi desde el hostel Santa Rosa hasta la zona de Yanaorco. Luego, decidieron seguir el camino a pie hasta el sector de Chacabamba.
Según la comisión investigadora que presidió Mario Vargas Llosa, al llegar a las cercanías de la comunidad de Uchuraccay los comuneros habrían confundido a los periodistas con terroristas y los habrían linchado sin que mediara diálogo. Esto ocurrió el 26 de enero pero la noticia de la masacre solo fue confirmada días después, el 30 de enero. Entonces, se produjo una gran conmoción en el país, sobre todo, en el periodismo nacional.
Cuatro meses después de la matanza (después que se entregara el informe de la comisión Vargas Llosa), las autoridades a cargo de la investigación encontraron en una cueva cercana a Uchuraccay algunas pertenencias de los periodistas. Uno de los objetos más valiosos, fueron los rollos fotográficos de la cámara de Willy Retto, el reportero gráfico de El Observador.
En las fotografías que registró hasta el final Willy Retto se ve el encuentro de los periodistas con los campesinos. Esta evidencia probó que el ataque no fue de imprevisto y que hubo diálogo entre ellos. Tres de los periodistas Octavio Infante Félix Gavilán y Amador García, hablaban quechua.
Durante estos años, una parte de los familiares de las víctimas han dicho estar convencidos de que la responsabilidad de las muertes estuvo en los Infantes de Marina. Sin embargo, nunca se ha podido establecer una responsabilidad directa en ningún miembro de las instituciones castrenses en este caso.
De acuerdo al informe de la CVR, tras la masacre de los periodistas fueron asesinados otros 135 campesinos quienes quedaron en un fuego cruzado entre los terroristas de Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas. A partir de ese momento se inicio una diáspora que provocó el abandono de la comunidad. Solo hasta el 10 de octubre de 1993 algunas familias se aventuraron al retorno. Desde marzo del 2014, Uchuraccay es un distrito de la provincia de Huanta cuya capital es Huaynacancha.
Hace 37 años hubo dos tragedias: la muerte de diez personas y el estigma de un pueblo que también fue sometido por la violencia. Hoy, existe un llamado expreso de ambas partes para que la historia futura sea distinta.
—Javier Ascue, El Comercio y Uchuraccay—
Javier Ascue, el recordado e inacabable reportero de este Diario quien durante los años de lucha antisubversiva contra Sendero Luminoso reportó los principales hechos desde Ayacucho para El Comercio, relató en este entrevista del periodista Sebastián Ortiz Martínez del año 2012 cómo él pudo ser uno de las víctimas aquel 26 de enero de 1983.
Aquí reproducimos íntegramente esta entrevista, en honor a “Javicho”, como cariñosamente lo llamaban sus compañeros de El Comercio.
Han pasado 29 años de la tragedia de Uchuraccay. ¿Cuál es su primera reflexión?
El Perú vivió dos décadas de un enfrentamiento fratricida que desató el terrorismo. Mi primera reflexión es que esta situación nunca se repita, porque enlutó a más de 69 mil familias. En su mayoría eran humildes, indefensas, de origen campesino. A los asesinos no les importó que sus víctimas sean niños, ancianos o jóvenes. Ojalá nunca se repita esta ola de violencia que azotó al país.
Días antes del viaje a Uchuraccay, el presidente Belaunde dijo que los campesinos se habían enfrentado a Sendero Luminoso. ¿Esta era la noticia que buscaban comprobar los periodistas que fallecieron?
Sí, Belaunde recogió la versión del general Clemente Noel (jefe político militar de la zona de emergencia en el criminalmente conocido cuartel Los Cabitos). El militar dijo en conferencia de prensa en Huamanga que la población de Huaychao había capturado y dado muerte a siete senderistas. Esta noticia impactó en la población y todos los enviados especiales que estábamos en Ayacucho teníamos que ir a cotejar si lo que dijo Noel era verdadero. En el camino a Huaychao es donde fueron asesinados a mansalva mis colegas y amigos.
Veintinueve años después, ¿cómo recuerda a los periodistas fallecidos? ¿Qué imagen tiene de ellos?
Ellos son mártires del periodismo peruano. Los recuerdo como los mejores reporteros de la época que siempre estuvieron en búsqueda de la verdad. Perdieron la vida por querer informar al país cuando prácticamente las comunidades altoandinas de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica estaba subyugadas a Sendero Luminoso.
¿Nadie les advirtió que podían ser victimados en el camino a Huaychao?
No, nadie nos dijo nada. Todo Ayacucho estaba convulsionado por el terrorismo, había mucho recelo y la gente no hablaba con extraños. El periodismo tenía que cumplir su misión sin pedir permiso a nadie. Teníamos que ir a los lugares donde se producían los atentados pese a los peligros que existían.
Usted estuvo a punto de viajar a la zona. ¿Qué pensó cuando se entero de la muerte de sus amigos y colegas?
Yo estuve con ellos hasta el último minuto antes de que partieran a Huaychao. Yo no pude viajar porque un día antes había regresado con las piernas heridas de otro atentado que ocurrió en una comunidad de Lucanas. Yo tenía que viajar con ellos, pero la unidad móvil que habían alquilado estaba copada y no había sitio para mí. Desistí de acompañarlos; si no, habría compartido su destino.
¿Qué se siente haber podido ser uno de los fallecidos?
Solamente pudo decir que Dios fue grande y me salvó de una muerte segura.
El estado de miedo en las comunidades cercanas a Ayacucho era tal que cualquier extraño era acusado de senderista. ¿Esto fue la causa principal de la tragedia?
En las comunidades altoandinas de Huanta, donde pertenece Uchuraccay, ya no tenían autoridades, los terroristas los habían matado a todos y la población estaba a merced de los senderistas. Ellos llegaban, se quedaban y ahí entrenaban para ejecutar sus atentados en las ciudades. Los campesinos estaban amedrentados, estaban entre la espada y la pared.
¿Qué opinión le merece el informe Vargas Llosa sobre Uchuraccay?
Es otro informe de los muchos que han existido sobre el caso. La única verdad es que murieron ocho valerosos periodistas que cumplieron hasta el último segundo su deber de informar (Willy Retto tomó fotografías de los instantes previos a la tragedia).