Fernando Vivas

No ha acabado aún su ‘media training’, pero la anemia, los genéricos y los octógonos contra la comida chatarra no pueden esperar. La ministra tiene que comunicar de una buena vez sus prioridades en el . Tiene que responder, por ejemplo, la pregunta que hizo su jefe César Villanueva en su discurso de investidura: “¿Cómo carajos vamos a aspirar a la OCDE con 43% de anemia infantil?”.

Silvia Pessah se protege de la cámara y de mi grabadora con una dulzura que desarma. Hasta me siento avergonzado por haber citado textualmente a Villanueva. Ella rehúye cualquier palabra áspera o controvertida, moviendo la cabeza con delicadeza, como para no desmelenar un ápice la larga cola amarrada desde la coronilla.

Díganos, pues, doctora, ¿qué vamos a hacer para bajar la anemia de 43% a 19% en tres años como promete el Minsa? “Si no lo ponemos como un tema país, no vamos a poder. Tenemos tratamiento, tenemos prevención, pero la cosa no acaba ahí; acaba en las prácticas alimentarias, en que la mamá entienda qué es importante para su hijo. Y para eso nos vamos a ayudar de un ejército de promotoras de salud”.

Vizcarra y Villanueva ya están convencidos de eso, ¿de qué otras cosas quiere hablarles y convencerlos la ministra? “De la desnutrición en general; de la malaria que en Lima no se visualiza pero que en la selva es grave; de la salud intercultural, que tampoco se ve aquí pero hay que pensar en el último médico rural”. Y hay algo fundamental, subraya Silvia, que fue preocupación de consenso en una reunión de ex ministros de Salud en la que comparecieron hasta los venerables Uriel García y David Tejada. “Ahora todos entendemos que necesitamos redes integradas de salud, que tenemos que reducir la capa de personas que por un resfrío o una tos van al hospital cuando pueden ir al establecimiento más cercano”. Vaya, esa es una receta imperativa que bien vale una campaña. ¡Postas despreciadas y hospitales saturados por quítame esta paja! Ligada a ese desorden, le comento a la ministra mi extrañeza ante el paralelismo de la red del Minsa con la de Essalud. ¿No debieran estar juntas? “Es parte del Ministerio de Trabajo, efectivamente. Estamos trabajando con su directora ejecutiva [Fiorella Molinelli] una propuesta para organizarnos mejor, para que un establecimiento de uno atienda allí donde no está el otro”. La autonomía del INEN, el ente especializado en cáncer, se la menciono como otra muestra de desorden: “Es un organismo público descentralizado, altamente especializado, no tiene por qué haber un cambio al respecto”. Mmmhhh. Da la impresión de que la ministra ha hecho acopio de todo su sentido práctico para hacer una gestión sin broncas. Tampoco las quiere tener con los movimientos pro vida, pero para tocar eso, primero tenemos que hablar de su vida.

—Israel, Israel—
¿La sorprendió la invitación a ser ministra? “Estaba cocinando en mi casa con mi esposo, era la pascua judía, la pesaj, que yo respeto. Me llamó el presidente y tuve que llegar a Palacio, pasando por la catedral, llena de gente, porque también era la pascua católica”. El judaísmo se respira en la vida cotidiana de Silvia Pessah. Sus padres y sus abuelos son judíos y estudió en el colegio judío León Pinelo. Siempre quiso ser médica, pero no ingresó al primer intento a la Universidad Cayetano Heredia. Así que se fue a la Universidad de La Plata, cerca de sus abuelos argentinos. De vuelta al Perú, se tomó la revancha –“no me gusta esa palabra”, dice– y fue catedrática e investigadora en la universidad y el hospital de la Cayetano. Y de pronto, se fue a Israel.

“Mi vida profesional estaba ordenada, pero mi vida personal no. Me fui sola a Israel, no conocía a nadie. Cuando una está sola, el valor más grande es uno mismo y luego la gente que te rodea [...] [En Israel] la gente puede ser muy dura, a veces ni siquiera te saludan, pero si hay una emergencia todo el mundo corre a ayudarte”. ¿Investigó y dio con la solución a alguna plaga?, pregunto para sacarle una sonrisa. “Hay una experiencia que tengo muy cerca del corazón, trabajé con una epidemia de brucelosis en las comunidades beduinas, tomaban leche de cabra fresca y sus animalitos estaban infectados”.

Hay una pregunta que tendré que hacer dos veces, porque la primera respuesta es elusiva. ¿Está de acuerdo con el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo en casos de violación? “Soy una persona religiosa, judía; segundo, acá ejerzo una función como médico y como ministra, respeto la vida y solo la vida”. Ha trabajado en la ONG Flora Tristán en temas de salud reproductiva, así que insisto para estar seguro de su posición. “Mi convicción es que soy judía religiosa y tengo que estar a favor de la vida”. Ya no insisto y pregunto, más bien, por la anticoncepción oral de emergencia. “Tenemos una disposición legal por la que tenemos que distribuirla en ocho mil establecimientos; la estamos distribuyendo, por supuesto”.

Quiero compartir con Silvia una convicción que espero no sea polémica: en el Perú damos poca importancia a la salud mental, ¿no cree, ministra? “La preocupación existe, pero nos asusta el estigma. Pensamos que la persona que tiene un problema de salud mental está loca”. ¿Y el paciente no se trata para no ser estigmatizado? “Exactamente, pero estamos poniendo las cartas sobre la mesa. Tenemos 33 centros de salud mental comunitarios y este año vamos a aumentar a 100. Estamos tan interesados en esto que hemos aprobado una lista de medicamentos antipsicóticos y antidepresivos para que sean de fácil acceso”. Vaya, no estoy loco por preocuparme de ese tema. Y menos lo estoy por preguntarle, recogiendo el clamor ciudadano, por la difusión de genéricos: “Le voy a dar una primicia. La próxima semana me reúno con un grupo de parlamentarios, estamos revisando ese tema. No solo interesa la accesibilidad al genérico, sino su calidad”. O sea, podría salir muy pronto una ley al respecto. Que Silvia nos siga cantando primicias para la salud y el bolsillo.

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