Alexander Villarroel Zurita

“No comió, no fumó ni un cigarrillo ni tomó asiento. Esporádicamente apuró algunos sorbos de agua. Comenzó a hablar a las 3.20 de la mañana y terminó a las 7.20 de la noche”. Así narró El Comercio la hazaña de , político histórico de y, hasta ese momento de octubre de 1966, ministro de Gobierno y Policía en la primera gestión de .

Con su presentación ante la Cámara de Diputados, donde enfrentaba una mordaz oposición de la coalición Apra-UNO (Unión Nacional Odriista), Alva batió todos los récords de oratoria parlamentaria; y no solo es considerado “el más extenso en los anales del Parlamento peruano, sino en el plano internacional” (Manuel García Torres, 2017).

Su presentación duró unas 16 horas, según los reportes de la época, matizada por algunas interrupciones y con un ligero descanso hacia el mediodía de unos minutos, tras la suspensión de la sesión.

Fue tan extensa su presentación que, incluso, algunos diputados abandonaron el hemiciclo y tuvieron que acomodarse en salas contiguas para poder dormir, mientras que otros optaron por ir a comer. Todo mientras se defendía.

(Fuente: El Comercio)
(Fuente: El Comercio)

Diputados, mayoritariamente apristas, habían planteado de forma sorpresiva la noche del 24 de octubre una moción de censura en su contra –sin previo pliego interpelatorio–; y en donde se comprendía también al entonces ministro de Trabajo y Comunidades, Miguel Dammert Muelle, tras un enfrentamiento entre policías y manifestantes en Toquepala que había dejado un muerto.

La sesión en la Cámara de Diputados, según el diario de debates, se abrió a las 7:50 p.m. Y Alva Orlandini, enterado de la moción, ingresó al hemiciclo aproximadamente a las 9:35 p.m., con un grupo de asesores “que conducían voluminosos legajos de documentos y maletas de gran tamaño conteniendo libros y documentos”, que usó para defenderse. Incluso traía consigo una cinta cinematográfica sobre sus viajes como ministro.

No tomaría la palabra sino hasta la madrugada, en una exposición larga que se prolongó hasta la noche y que pasó a la historia, entre pedidos de la Mesa Directiva para que culminara, en una época en donde el tiempo de intervención no estaba claramente establecido para estos casos. “Señor ministro… ya lleva usted casi 13 horas y media con el uso de la palabra”, se le dijo en un momento.

(Fuente: El Comercio)
(Fuente: El Comercio)

La censura era inminente. Sin embargo, no iba a dejar que ello fuera tan fácil para sus adversarios –“tenían que sudarla”, como recordaría Alva años después–. La sesión en la Cámara de Diputados se extendió hasta la madrugada del 28 de octubre, y se aprobó la censura con 61 votos. La jornada duró –en total– cuatro días.

“La censura es una distinción que me hacen los bajos fondos de la politiquería. Si la coalición me hubiera otorgado una moción de confianza, también habría renunciado porque entonces supondría que algo malo hubiera hecho”, declaró Alva Orlandini a la prensa luego de haber sido censurado (El Comercio, 29 de octubre de 1966).

Se le consultó qué haría luego de recibir formalmente decisión de censura de la cámara: “La colocaré en mi oficina en un marco, juntamente con otras condecoraciones que poseo”.

—Interpelación a Ulloa—

Otra jornada extensa durante un control político se registró en setiembre de 1982, durante el segundo gobierno de Belaunde. El Gabinete que presidía entonces Manuel Ulloa Elías fue interpelado en una prolongada sesión en la Cámara de Diputados, que entonces era presidida por Valentín Paniagua, la cual duró 21 horas con 20 minutos ininterrumpidas.

(Fuente: El Comercio)
(Fuente: El Comercio)

Se inició el jueves 16 de setiembre a las 8:30 p.m., y se prolongó durante la madrugada y concluyó al día siguiente alrededor de las 5:30 p.m., cuando –a diferencia del caso de Alva, donde no se tenía mayoría– se le otorgó finalmente la confianza. El Gabinete en pleno se retiró unas dos horas antes, según los reportes de la época.

Una anécdota resaltante de aquella sesión fue cuando el entonces diputado Alan García se levantó a pedirle una interrupción a Ulloa mientras daba su discurso, lo cual no fue atendido.

Manuel Ulloa y el entonces diputado Alan García Pérez frente a frente en el hemiciclo. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Manuel Ulloa y el entonces diputado Alan García Pérez frente a frente en el hemiciclo. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
/ EL COMERCIO

Esto motivó que, en medio de gritos de los presentes y mientras Ulloa intentaba seguir hablando y García interrumpirlo, este último –al no lograr su cometido– bajó de su escaño y se dirigió para hablarle cara a cara. El hemiciclo era un caos. Eran las 10:45 de la noche.

César Delgado-Guembes, exoficial mayor del Congreso y especialista en derecho parlamentario

La interpelación tiene por finalidad, en primer lugar, obtener información fidedigna de la persona a quien se le reprocha algún tipo de, puede ser, inconducta, una declaración inapropiada, un impropio manejo en la gestión de los servicios a su cargo. Ese es el propósito central. Se presume que existe algún tipo de falla en la gestión de la persona a la que se interpela, a diferencia de otro procedimiento parlamentario que es la invitación.

A partir de la Constitución del 79 se construye un factor adicional que es a lo que se le llama un mecanismo de enfriamiento. Con la Constitución del año 1933, se interpelaba y le decías al ministro venga usted en este momento y tenía que ir; y también podías censurarlo de inmediato sin ningún problema. Con la del 79 tú interpelas con un periodo de enfriamiento y también hay un periodo de enfriamiento para la censura.

Pero con la Constitución del 79 todavía no había conexión ni vínculo entre la interpelación y la censura. Tú podías censurar aun cuando no hubieras interpelado. Pero con la Constitución del 93 y el Reglamento del Congreso de 1995 sí se establece un vínculo. Tú no puedes censurar a menos que el ministro, previamente, haya pasado por una de estas cuatro alternativas: primero, que haya sido interpelado, que haya sido invitado, que haya concurrido voluntariamente o que, habiendo sido invitado o interpelado, se haya rehusado a concurrir. Solamente en esos cuatro supuestos se puede censurar.

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