En las últimas semanas, el Partido Morado ha sido golpeado por las secuelas de un debut parlamentario por debajo de las expectativas. La aritmética es simple: en la interna calculaban alcanzar alrededor de 30 curules, pero la realidad les dio solo 9. Esto los dejó, apenas, como la octava minoría del hemiciclo.
Además, por haber obtenido una votación principalmente concentrada en Lima, el Partido Morado ha ganado menos asientos que partidos con menos votos, como Fuerza Popular (que tiene seis parlamentarios más) y Unión por el Perú (cuatro más). La primera consecuencia de ello es política: implica un poder de negociación mucho menor.
Como es natural, uno de los afectados por ese golpe de la realidad ha sido Julio Guzmán. Hacia el final de la campaña –e involuntariamente–, su nombre terminó teniendo más rebote mediático que el de los postulantes al Congreso de la lista morada. Por eso, pocos días después de la elección, decidió partir.
Aprovechando un viaje ya planeado, tomó un avión a Japón y la travesía mutó –según fuentes del partido– a una especie de retiro espiritual. El objetivo: comprender, asimilar y sanar lo vivido para reemprender el camino. El compañero de viaje: Pedro Makabe, excandidato morado de raíces nikkei que se dedica al trascendental oficio del coaching ontológico.
Así, la coordinación de la bancada quedó en manos de su vocero titular, Francisco Sagasti. Pero él también hizo las maletas y partió a Estados Unidos, según explicó a El Comercio, para resolver asuntos familiares. Eso dejó a la periodista Zenaida Solís, la vocera alterna, a cargo de una eventual negociación.
Solís es muy cercana a Sagasti desde que participó en el proyecto “Agenda: Perú”, liderado por él, en la década del 2000. Según las fuentes consultadas, esto implica que puede actuar como su operadora política sin mayor problema. Este binomio se activó, entonces, cuando apareció la oportunidad de formar parte de la Mesa Directiva. Pero sus gestiones –como ya se ha visto– no tuvieron éxito.
–Nociones de liderazgo–
Apenas se conocieron los primeros resultados de las elecciones del 26 de enero, la flamante bancada y el Comité Político del partido tomaron la decisión –junto con Guzmán– de no formar “alianzas cerradas”, según confirmaron tres fuentes moradas. Esto, sin embargo, no habría sido interpretado por todos de la misma forma.
“Una cosa es tener un pacto, una alianza cerrada, otra es tener acuerdo en los que uno entra a la Mesa Directiva. La decisión fue no establecer una alianza formal entre partidos, pero sí se dejó abierta la posibilidad de participar en la mesa en base a una agenda común”, dice hoy Sagasti.
Sin embargo, fuentes cercanas a la negociación explicaron que otras figuras moradas sí tenían dudas o veían menos matices entre lo que implicaba negociar un asiento en la mesa y la directriz inicial de no formar alianzas. “Al final nos pusimos todos de acuerdo. Eso es lo importante”, asegura Sagasti.
Pero los representantes de Acción Popular (AP) y Alianza para el Progreso (APP) dicen no haber visto lo mismo. Al contrario, fuentes de estas agrupaciones dijeron a El Comercio que el Partido Morado no tuvo liderazgos claros, que no logró ponerse de acuerdo y que se lo veía desorganizado. Eso, a diferencia de Podemos Perú, donde los negociadores –y sus aspiraciones– habrían estado siempre definidos: José Luna Gálvez y Daniel Urresti.
Recientemente, Sagasti y Solís han intentado darle la vuelta a estas afirmaciones alegando que los colegas no comprendieron su particular e innovadora forma de hacer política. “Están acostumbrados a hacer política de la manera tradicional, con un caudillo, un jefe. Nosotros somos un equipo [...] Es un liderazgo moderno, compartido, que políticos acostumbrados a otro molde no entienden”, asegura él.
Y fue con esa novedosa consigna que, recién iniciado febrero, el Partido Morado entró a negociar. En las reuniones, según Sagasti, llevaba la batuta Zenaida Solís, pero participaban también el secretario general Rodolfo Pérez –como muestra de respaldo partidario–, y los reelectos Alberto de Belaúnde y Gino Costa.
El 5 de febrero, El Comercio reportó por primera vez que en el bolo para integrar la Mesa Directiva estaban AP, APP, Somos Perú (SP) y los morados. Pero estos últimos, según Sagasti, solo tenían reuniones con representantes del partido de la lampa. “Nunca se hizo una reunión conjunta. Acción Popular decidió no hacerla, sino conversar individualmente con dos [APP y SP] y luego con un tercero que al final incluyeron [Podemos]”, detalla.
En esa primera semana de febrero, Zenaida Solís reconoció a El Comercio que había tenido una “conversación preliminar”, y una fuente de la bancada cercana a las negociaciones aseguró que todo iba viento en popa: se había optado por conversar y se habían encontrado ya los primeros puntos de consenso. Ese optimismo duraría muy poco.
–Un jalón de asiento–
Julio Guzmán volvió a Lima hacia el final de la segunda semana de febrero. Para entonces, las negociaciones ya estaban por echarse a perder. Sagasti todavía no lo sabía. El miércoles 12, El Comercio reportó que Podemos buscaba quitarle al Partido Morado el lugar que hasta ese momento tenía en la mesa. Para el fin de semana, ya se lo había quitado.
El domingo 16, Luis Roel Alva, virtual congresista por Acción Popular, se presentó en el programa “Agenda Política” de Canal N y dijo que las negociaciones con Podemos ya estaban “bastante avanzadas” y que podía decirse “a boca de urna” que ellos serían los integrantes de la mesa. Los voceros del Partido Morado no le hicieron caso.
“No nos dijeron nada a nosotros directamente sobre que estaban negociando con Podemos”, dice Sagasti. Y luego agrega: “Eso [que finalmente optaran por ellos] no se condijo con las conversaciones que habíamos tenido”. Según fuentes del partido, en la reunión del Comité Político del lunes Sagasti mantuvo la posición de que el Partido Morado todavía tenía un asiento reservado, pese a que solo hay cuatro vicepresidencias.
Esta falta de reflejos finalmente le pasó factura en lo que el secretario general de APP, Luis Valdez, ha llamado “el juego de las sillas”. No importa el ritmo o la velocidad con la que bailes, la clave está en tener dónde sentarse una vez que se apaga la música. Y para cuando los voceros del Partido Morado se convencieron de que les habían jalado el asiento, música no había ya hacía algunos días.
Pero según tres fuentes moradas, con la idea de que todavía se podría participar de la mesa, el Comité Político decidió el lunes –ya con Julio Guzmán en Lima– que la reunión clave sería la que estaba programada para el día siguiente. Antes, la virtual congresista por Piura Angélica Palomino tuvo una reunión con Manuel Merino, el candidato de AP a la presidencia del Congreso (virtual congresista por Tumbes).
Sagasti dice que en dicha reunión solo se conversaron temas regionales, como la reconstrucción del Norte, y que no fue un intento por mantener las negociaciones con vida. Palomino, quien pactó el encuentro a través de la hermana de Merino, asegura que tocaron temas personales y que la Mesa Directiva fue apenas una mención tangencial.
“Me comentó que al día siguiente iba a tener la reunión con Zenaida y con Francisco, pero no tocamos más ese tema”, dice. Y, efectivamente, así ocurrió. Pero no como Sagasti tenía planeado. El martes, los negociadores de AP le notificaron formalmente al Partido Morado lo que ya se había adelantado días antes: que no tenían dónde sentarse.
“Nosotros nos manteníamos. En política hay que ceñirse siempre a los hechos. En la noche del martes nos reunimos los señores Merino, [el vocero de AP, Otto] Guibovich, Zenaida Solís, Rodolfo Pérez y yo, y en esa reunión fue el primer momento en que nos informaron que iban con Podemos”, dice Sagasti. Y también asegura: “Todo iba muy bien, lo que pasó hay que preguntárselo a Acción Popular”.
Según las fuentes moradas, para entonces las declaraciones de Roel Alva –”los trascendidos”, los llama Sagasti– habían generado serias dudas dentro del partido sobre si convenía negociar con Podemos cerca. Esto, entre otros, debido a las investigaciones que pesan sobre José Luna Gálvez por los presuntos delitos de asociación ilícita para delinquir y lavado de activos. También por cómo inscribió a su partido.
“La idea era que en la Mesa Directiva no debían haber personas ni partidos cuestionados. Podemos está cuestionado por la forma en la que se inscribió y se relacionó con la ONPE”, confirma Sagasti. Estas observaciones, incluso, iban a ser planteadas a AP ese martes en que la negociación terminó.
–Un epílogo–
Ya como respuesta, desde entonces Solís ha minimizado el fracaso en el capítulo Mesa Directiva. “Si no puede darse, no se da y listo. Supongo yo que se han encontrado más afines que con nosotros y están en su derecho. Habíamos hablado con AP, APP y Somos Perú. Si hubo un cambio de opinión no pasa nada”, dijo a Canal N.
Y Sagasti asegura que la bancada tiene hoy otras cosas de qué preocuparse: la instalación del nuevo Parlamento, los decretos de urgencia del Ejecutivo y la negociación por las comisiones. Diversos miembros de la virtual bancada han adelantado que los morados buscarán las de Educación y Justicia.
Pero esa será una nueva negociación, en la que el partido tendrá que mostrar si ha aprendido el juego. ¿Podrá esta vez moverse al ritmo y la velocidad necesarias para alcanzar al menos una silla? ¿O mantendrá la idea de que es mejor no negociar con bancadas que podrían tener cuestionamientos?