Steven Levitsky tiene un affaire con el Perú. Vivió acá, se casó con una peruana y somos una suerte de ‘Galápagos’ para sus estudios sobre política. Ha sostenido, por ejemplo, en “¿Por qué no hay partidos políticos en el Perú?” (Planeta, 2019), junto a Mauricio Zavaleta, que somos un caso extremo de descomposición del sistema de partidos y eso nos hace un experimento guía para predecir lo que pueda ocurrir en otros lados.
Desde su posición como profesor de ciencias políticas en Harvard, en el 2016, invitó a Keiko Fujimori a un evento con docentes y alumnos y ella aprovechó la ocasión para dar el giro más audaz en su carrera: hacer un guiño al auditorio liberal en ese faro de lo que su núcleo duro llamaría el ‘caviarismo internacional’. La ‘Keiko de Harvard’, no lo olviden, pasó a la primera vuelta del 2016 con 41% de votos válidos y consiguió una mayoría absoluta de 74 congresistas. Ahora no llega al 14% y tiene alrededor de 24 curules.
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En esta ocasión, Levitsky no invitó a candidatos sino a Toni Alva, Salvador del Solar, Alberto Vergara y Marisa Glave para que, entre el testimonio y el análisis, nos digan qué puede esperarnos tras el shock del domingo al enterarnos que la procesada Keiko y el profesor Pedro Castillo que decidió recibir la noticia en Tacabamba, pasaban a primera vuelta. La cita fue virtual –pandemia obliga- y encajó en los llamados ‘Tuesday seminars’ (seminarios de los martes) del David Rockefeller Center for Latinamerican Studies. La pregunta pretexto era: “Después de las elecciones: ¿Un camino para salir de la crisis o más de lo mismo?”.
Recesión o regresión
María Antonieta ‘Toni’ Alva, ex ministra de Economía del gobierno de Vizcarra, rompió fuegos en el panel. Desde enero no está en el Perú sino que trabaja en Suiza en la asociación privada Acasus. Piensa, basada en su experiencia en el MEF en plena crisis, que hay dos cosas que nos impedirán llegar a cualquier lado sino las hacemos: “mejorar la capacidad del Estado” y “mejorar el mercado y su relación con el Estado”. Para Alva, no solo el estado es un elefante con baja capacidad de ejecución, sino que en el sector privado no nos hemos preocupado por asegurar la competencia.
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“Tenemos que ser pro mercado, no pro empresa” dice Toni y explica que por ser lo segundo se abona al mercantilismo. La ex ministra se califica como ‘bicho raro’ pues dice que es la única, entre sus antecesores, que vino exclusivamente de las canteras del sector público. Confesada tecnócrata con sello de fábrica soltó esto: “No nos podemos conformar con un manejo prudente de la macroeconomía”. Que la oigan su predecesor y sus antecesores y tome nota el BCR.
Como egresada de Harvard, una universidad donde se abrazan todas las ciencias sociales, Alva no podía limitarse a hablar de economía. Cabeza del MEF y antes, de su dirección de presupuesto, ha lidiado con todos los sectores y congresistas y de ahí viene esta autocrítica de gobierno: “No se ha querido cambiar el status quo, el gabinete tenía distintas velocidades, se minimizó el rol de la política y se pensó que todo se podía resolver con tecnocracia”. El resultado es un “equilibrio precario donde el sistema funciona para unos pocos”.
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Como ejemplo de lo que llama una ‘regresión’, en este caso de la descentralización, Toni pone el ejemplo de Arequipa pidiendo que el gobierno central manejara su situación. En general el estado camina pesado, tiene reflejos lentos y ha establecido una relación de mutua desconfianza con el sector privado. La exministra prefirió no hablar ni de Vizcarra ni de los ganadores de la primera vuelta; sino del estado y la economía que ambos disputarán.
Significante vacío
Marisa Glave habló como socióloga pero también como ex congresista y política que ha estado cerca, de corazón, a Verónika Mendoza. De ahí que, en su balance de los resultados, dijo que aquella hizo una buena performance y destacó que haya dicho que “no va con el fujimorismo ni a la esquina”. Lo subrayo porque, más adelante, Vergara, tomó la espina y la exhibió como ejemplo de lo que no debemos hacer si queremos llegar a alguna parte: Un mínimo pacto de no agresión, al menos un misio consenso de no bregar para vacarnos ni disolvernos.
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Fuera de esos apuntes de compañerismo con Verónika, Marisa quiso ser realista y no recomienda nada respecto a Castillo: “Nada está claro con él, ha tenido entrevistas contradictorias”. Tampoco ve que esté claro que la derecha se va a oponer a él como un solo puño y hacer causa común con Keiko. Destacó unas ambiguas declaraciones de Hernando de Soto, y soltó una apuesta provocadora: “Creo que De Soto ve en Castillo un significante vacío, como lo vio en Fujimori en 1990”. O sea, notó ese sutil saboreo de De Soto ante las oportunidades, viendo en Perú Libre un posible auditorio para sus teorías. El misterio del hombre que celebró en Tacabamba.
Siguiendo con el realismo, dijo una gran verdad, aunque duela: “ha habido una derrota muy fuerte de la agenda de derechos humanos y de género”. Marisa, ‘naker’ (no a Keiko) de corazón, recordó la diferencia con el 2016, y dijo dirigiéndose a Levitsky: “Esta no es la Keiko de Harvard, ahora es la verdadera, la histórica, la que sí va a indultar a su papá”.
De rodillas
Salvador del Solar empezó un balance constreñido. Al fin y al cabo, como Toni Alva, fue protagonista del vizcarrismo y fue, nada menos, quien pronunció la cuestión de confianza cuya negación fácticamente interpretada, fue el pretexto para cerrar el Congreso.
Tras un minuto de exposición, Salvador recuperó su independencia e hizo este rápido, elocuente, recuento: “En el 2016 no se anunciaba una crisis de gobernabilidad, los dos ganadores, PPK y Keiko, tenían una agenda parecida, podían entenderse”. Ya saben, pasó lo peor: “En política hay que competir, que discutir, pero no hay reglas. Acá no hubo refrenamiento; destruimos la cancha junto con las reglas, el referí, el partido. Eso no nos deja bien parados, ni siquiera parados, estamos de rodillas como nación ante la crisis”.
Del Solar siguió el lúgubre relato: “Ha habido la derrota de una visión tecnocrática, del discurso tecnocrático que es la manera como la que quiso presentarse [Julio] Guzmán. El progresismo ha sufrido una derrota, el centro se deshizo, en la izquierda no hubo esfuerzos de unidad”. Vaya, con razón, no quiso postular. Siguió la flagelación: “Hay una derrota de las élites, la que defiende el modelo como algo infalible y la élite del progresismo que ha venido defendiendo una serie de derechos”. Para acabar con una ironía, Salvador destacó que, sin embargo, “el actual congreso ha conseguido algunos consensos notables, aunque no positivos, necesariamente”.
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Nueva piel
A Alberto Vergara ya no le habían dejado espacio para el pesimismo puro sino para lo que llamó sus “malhumoradas intuiciones”. En un panteón de pensadores, prefirió citar a un músico, a Leonard Cohen: “New skin for the old ceremony” (nueva piel para la vieja ceremonia) y así quiso invocar constantes de la descomposición política y señalar con el dedo a quienes los encarnan.
La fragmentación es tan grande –cualquiera de los terceros lugares de las anteriores primeras vueltas tuvieron más votos que Castillo- que Alberto se pregunta si no es “un subproducto de la bancarrota moral y social del país”. Encontró esta figura para pintar lo que quería decir: “En medio de la pandemia, hemos visto a los políticos arranchándose la banda presidencial, de ahí el desaliento”.
Vergara toma aliento y sigue: “Se quiebra la posibilidad de confiar y como no puedo confiar, surgen tribus (…). Entonces los provida nos juntamos en nuestra tribu, los pro propiedad privada en otra, los pro derechos en otra, los pro mano dura en otra; tribus aterrorizadas las unas de las otras”. Entonces miremos la segunda vuelta bajo el efecto de esta fragmentación o tribalización: “No hay dos polos, es la bronca de todos contra todos”.
Alberto se negó a predecir, pero citó antecedentes de la vieja ceremonia: “En las primeras vueltas siempre paga la novedad y en este caso fue [Pedro] Castillo y [Rafael] López Aliaga. En la segunda vuelta, paga ser el viejo y malo conocido. Keiko es la vieja y mala conocida ¿Ya ganó? Desde luego que no”.
Como recomendación al elector, Alberto desaconseja esa actitud desesperada y maniquea, de “voto, por ti sálvame”, o al revés, “por ti no voto ni muerto”. En lugar de eso, “hay que vender caro nuestro voto”, dijo, invitando a inquirir a cada candidato por sus ofertas ante cada inquietud ciudadana y reclamarle respuestas convincentes.
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Lo vimos no venir
Levitsky marcó el turno de los 4 y les leyó las preguntas del público. Su papel le impedía disertar, pero al pasar el turno para responder preguntas a Vergara, lo provocó, ¿por qué no lo vimos venir? Alberto replicó que “no vimos venir a Velasco, a Sendero, a Fujimori, somos unos desconcertados”.
Llamé a Levitsky para hacerle la misma pregunta que respondieron sus invitados mientras él se mordía la lengua y para pedirle su reacción a la réplica de Vergara. Primero lo segundo: “No es tan cierto que no lo vimos venir. No sabíamos quién sería, pero entre los politólogos, está ya de moda, hace tiempo, decir que hay fragmentación, desconfianza, volatilidad. Sabíamos que algo así iba a venir pero no quién sería”.
Respecto a la pregunta marco del panel, si lo que se viene es más de lo mismo o un nuevo camino hacia alguna parte, Levitsky comparte la franqueza de sus convocados: “Hay mucha incertidumbre sobre las semanas y meses que se vienen. En el 2011 y el 2016 todo era más claro y se podían prever las alianzas y coaliciones”. Habrá que volver a hacer las mismas preguntas hasta que las acciones de los candidatos nos ayuden a responderlas.
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