La épica está en películas (“La hora final” y “The dancer upstairs”), miniseries (“La captura del siglo”), libros, comics y centenas de reportajes. Quien no sabe que el agente Ardilla se casó con la agente Gaviota, tras enamorarse cuando hacían OVISE (observación, vigilancia y seguimiento) a ‘Cachetón’ (Abimael Guzmán), está jalado en trivia del Perú. Quien no ha hecho algún comentario compungido sobre el derrotero penal del héroe Benedicto Jiménez, no ha vivido los dilemas de la nación.
Pero, ¿cuál fue la historia de la Inteligencia en mayúscula detrás de todo esto? ¿Cómo rastrear la huella que ha dejado el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) a pesar de que fue maltratado y disuelto tras su logro histórico? He conversado con un ex gein -cuyo nombre no puedo revelar, porque actualmente cumple una función importante en el Ministerio del Interior- y contacté al congresista Marco Miyashiro, que fue segundo bajo el mando de Jiménez. Esta es la huella que se puede rastrear
Doce golpes
En los 80 el Perú padecía la furia de dos lacras gigantescas, el terrorismo y el narcotráfico. La organización policial palidecía ante ellas. Estaba desfasada. La Policía de Investigaciones del Perú (PIP) tenía acceso a los recursos y teoría de la moderna inteligencia contra el crimen; pero sus unidades no tenían la capacidad para llevar a cabo sus operaciones con integridad. Tampoco la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote) que se creó para vérselas con la magnitud del mal.
La unificación de diversos estamentos de la fuerza del orden bajo la sigla Policía Nacional del Perú (PNP), durante el primer gobierno de García, mantuvo esa separación de funciones entre inteligencia, investigación y realización de operativos, que, muy probablemente, era la impronta de la concepción militar de la inteligencia. Nada extraño en un país que vivió continuas dictaduras militares, la última de ellas entre 1968 y 1980. Las fuerzas armadas suelen separar su inteligencia de la acción de los comandos, de una forma que no convenía a los propósitos de la policía. El entonces mayor Jiménez planteó unificar esas funciones dentro de la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote), pero no le prestaron atención.
Sin embargo, el 5 de marzo del 1990 logró que la PNP creara el GEIN bajo su mando, con la anuencia de la Dircote y varios ex PIP en sus filas. Su primera operación, llamada Isa, contra Sendero Luminoso, todavía necesitó de pedidos y órdenes para que otros destacamentos, no familiarizados con el trabajo de inteligencia, intervinieran en los operativos. Como dice Miyashiro en su documento, “Las doce operaciones del GEIN”, uno de los lemas del grupo era privilegiar la lógica de ‘investigar para detener’, sobre la de ‘detener para investigar’.
Tras el éxito de Isa, la segunda operación llamada Propaganda, pudo hacerla el GEIN en su integridad. La inteligencia por fin era operativa y estratégica. Fue una escalada épica de éxitos que llevaron a Jiménez y su equipo a golpear al corazón de Sendero, capturando mandos medios, allanando casas en las que había estado Guzmán y vigilando paciente y discretamente la Academia César Vallejo en la que SL reclutaba y formaba cuadros. El GEIN golpeó a la asociación de ‘abogados democráticos’ que defendía a los detenidos, mostrando que no se dejaba engañar por caretas institucionales, y develaron el rastro de sangre de Socorro Popular, la división de actos criminales que competía en crueldad con el Comité Regional Metropolitano.
En una de esas operaciones, hallaron un video –rápidamente difundido en televisión- de la cúpula del terror bailando la danza de Zorba en el velorio de Augusta La Torre, la primera esposa de Guzmán. Por primera vez, la opinión pública tuvo una imagen íntima, vulnerable, minúscula, propensa a la insania y a la derrota, de esa lacra que nos tenía asolados.
Del GEIN a la Diviac
Para dar estos golpes trascendentes, el equipo del GEIN observó, estudió y leyó todo lo necesario para comprender la doctrina de Guzmán. Un ex miembro del grupo, que estuvo en el primer interrogatorio a Guzmán, me contó de la frustración que padeció el grupo con los celos del general Ketín Vidal, que estaba al mando de una operación cuyos detalles se le ocultaron y, sobre todo, de las intrigas de Vladimiro Montesinos, que quiso apropiarse de todo lo avanzado y desviarlo hacia fines políticos mezquinos. Me puso de ejemplo lo trágico que les había parecido que Montesinos hubiera promocionado un ‘acuerdo de paz’ con Guzmán, sin estar empapado de lo que ese concepto significaba en la lógica del terrorismo, para el que era, en realidad, una paz para continuar la guerra por otros medios.
Peor que ese ‘acuerdo de paz’ entre sordos con intereses subalternos, fue la desactivación del GEIN y la dispersión de sus efectivos por todos los confines del país, luego de su operación 12 (la 11 había sido la Operación Victoria, luego llamada Captura del Siglo) el 17 de octubre de 1992. Jiménez ni siquiera se quedó en el Perú, fue enviado a una agregaduría en la embajada peruana en Panamá. Aunque se mantuvo, por supuesto, el combate al terrorismo en la Dircote con la colaboración del resto de la PNP y de las fuerzas armadas; la idea del acuerdo de paz y la dispersión de los captores de Abimael, nos robó la posibilidad de asestar lo que pudieron ser los últimos golpes certeros a una banda que no moría con su líder en la cárcel.
Una tragedia peculiar dio, de paso, un confirmación simbólica a esta historia de la inteligencia confluyente y operativa. El número 1509 que muchos recuerdan estuvo impreso en el traje a rayas de Guzmán, fue sugerido, según contó Jiménez años después, por el coronel PNP Manuel Tumba quien era una suerte de enlace y protector del GEIN respecto a la Dircote. 1509 no respondía a una numeración correlativa, sino a un homenaje al 15 de septiembre, fecha de creación de la PIP. Varios de los ‘geines’ y Tumba eran ex PIP y de esa forma dejaban constancia de la historia institucional detrás de la captura. El 5 de noviembre de 1992 un destacamento de SL acribilló a Tumba. Presumiblemente, fue un crimen selectivo por su participación en el proceso a Guzmán.
A pesar de la desactivación del GEIN, la inteligencia operativa y sus métodos fueron adoptados progresivamente por la policía y sus distintas áreas, mientras Montesinos convertía al SIN (Servicio de Inteligencia Nacional), formado básicamente por miembros de las fuerzas armadas, en un monstruo multipropósito. La desactivación y refundación del SIN en el corto régimen de Paniagua, no interrumpió el progreso de las metodologías de inteligencia en la PNP. Como me dice mi fuente, evocando con nostalgia, la captura del siglo: “Al hacernos explotar y dispersarnos, en realidad sembraron varias semillas”.
Tampoco se interrumpieron las discrepancias y fricciones de los conceptos policial y militar de la inteligencia. Aún chocan en el VRAEM, donde ambas operan juntas. Para poner un colofón provisional a esta historia, mi fuente me cuenta que en la evolución de la inteligencia faltaba un componente que tanto investigadores puros como policías de acción, se resistían a incorporar como un elemento fundamental. ¿Cuál es? Lo jurídico, es decir, la asunción de que el trabajo policial no solo está en función de mantener el orden sino de presentar casos sólidos a la justicia. Si no, ¿de qué sirve tanta inteligencia, investigación y riesgo?
Con esa idea de incorporar a la inteligencia operativa la conciencia de la solidez jurídica del caso y la preservación de la prueba, nació durante la gestión del ministro Carlos Basombrío, la División de Investigación de Delitos de Alta Complejidad (Diviac), que ha participado en los operativos contra el clan de Orellana, los Cuellos Blancos, mafias de distinto calibre y también casos políticos en el remolino del Lava Jato. Según mi fuente, el coronel Harvey Colchado, actual jefe de la Diviac, aunque era muy joven cuando se capturó a Guzmán es, en buena parte, producto de la evolución de la inteligencia operativa que tuvo como hito el trabajo del GEIN.
En 1992, cuando planeaban la captura del siglo, a los geines, sus colegas de la policía los miraban con recelo y burlonamente les decían ‘los cazafantasmas’. Quizá ese desdén les dio un aislamiento que contribuyó al éxito de su misión. Hoy las fricciones y delimitaciones de los campos de la inteligencia policial, son otras, sobre todo con el Ministerio Público, que quiere cubrir y estar presente en terrenos operativos que la PNP siente suyos. Y con los políticos, que, con procesos y condenas a cuestas, gritan que la policía está digitada por sus adversarios en el gobierno. Al ministro Carlos Morán, ex gein que estuvo entre los efectivos que llegaron a la guarida de Guzmán el 12 de setiembre de 1992, le toca replicar esos ataques similares a los que han recibido predecesores suyos. Gajes y riesgos de la inteligencia.