Un mes después del inicio de la cuarentena, el politólogo Steven Levitsky afirmaba a este Diario “una buena respuesta no garantiza que todo termine bien, lamentablemente”. La premisa, si bien pesimista, partía desde el optimismo que había generado la reacción inicial del Gobierno.
A 100 días de la cuarentena, el optimismo se ha desvanecido para los especialistas consultados a fin de identificar los aciertos y errores del Ejecutivo en el manejo de la pandemia por el COVID-19. Iremos primero por los hechos positivos, aunque estos sean menos, a criterio de los entrevistados.
Por amplio consenso, el primero acierto fue la declaratoria de emergencia rápida, antes de que se produzca la primera muerte. Si bien debió ir acompañada de agilidad en las adquisiciones de equipos y pruebas, la cuarentena inicial tuvo un amplio respaldo ciudadano y de especialistas médicos.
El segundo punto, para la politóloga Maria Alejandra Campos, fue la conformación del Comando COVID-19, que permitió la articulación de las capacidades del sistema de salud, incrementar las camas UCI y las adquisiciones. Por primera vez, la fraccionada salud pública trabajó de la mano.
El tercero fue priorizar a las personas y los hogares en el diseño de la respuesta ante la emergencia. La exministra Carolina Trivelli resalta que el bono inicial fue contundente, más aún en comparación con las transferencias que se hacen en los programas sociales (S/100 en Juntos; S/125, Pensión 65). Además, la cobertura contemplada desde el inicio fue importante: 2,7 millones de hogares, lo que equivale a cuatro veces los beneficiarios de Juntos, el programa social más grande.
A ello, María Alejandra Campos le suma las otras medidas del Ministerio de Economía: darle liquidez a las empresas, aplazar el pago de impuestos, fondos a microempresarios, soltar dinero a los sectores para las adquisiciones, la colocación de bonos en el extranjero, entre otros.
En otro punto, el exministro de Economía David Tuesta y el economista Carlos Ganoza coinciden en señalar que el programa Reactiva, en el balance, fue exitoso. Pese a las críticas por los créditos a empresas cuestionadas o por no llegar a suficientes mypes, señalan que el objetivo fundamental era salvar la mayor cantidad de puestos de trabajo posibles, pues no era posible salvarlos todos.
Tuesta considera que no hubo una voluntad expresa de apoyar a las empresas involucradas en procesos judiciales. Desde una mirada más política, Campos, que también considera que Reactiva fue exitoso, plantea que el Ejecutivo debió ejercer algún tipo de supervisión de los despidos –cuánto y cómo– en las empresas que accedieron a este programa.
¿El apoyo debió recaer más en las pequeñas empresas? Los especialistas indican que el gran problema es que muchas de ellas no tienen acceso al sistema financiero por falta de formalidad. Por ello, era complicado que accedan a un programa de este tipo, sino más bien a los créditos a través de las microfinancieras o que se beneficien con los bonos directos a los hogares de los trabajadores.
En temas educativos, Ricardo Cuenca, director general del IEP y especialista en esta materia, señala dos aciertos: la decisión de continuar el año académico a distancia, con el uso de la plataforma virtual, que sirvió para atender la emergencia; y facilitar el traslado de estudiantes del sector privado al público, en atención a las dificultades económicas. En comparación con países vecinos, las decisiones fueron más ordenadas, señala.
Pese a esto se enfrentaron con dos problemas: las expectativas familiares que no contemplaban que las clases virtuales no eran equivalentes a las presenciales, y que las instituciones educativas de bajo costo tenían serios problemas para implementar estos mecanismos. Una vez atendida la emergencia, Cuenca considera que el problema en la educación será plantear la salida a la crisis sin precarizar la educación pública.
Todos estos aciertos del Ejecutivo tienen bemoles, pues hubo una tensión entre la toma de decisiones correctas y la capacidad del Estado para implementarlas, según explica el politólogo José Incio. “Empezamos bien, con el Ejecutivo tomando las decisiones correctas, pero debido al desconocimiento del Estado y de la propia sociedad esto no se pudo implementar correctamente”, señala.
Los errores y las oportunidades de mejora
“Esta es una pandemia única, nadie tiene las respuestas ex ante. Cometer errores es parte del libreto, pero debe haber aprendizaje, y aquí es donde estamos fallando”, señala Hugo Ñopo, investigador de Grade.
El primer error ha sido la falta de liderazgo del primer ministro Vicente Zeballos, según Campos. De un lado, no hubo una campaña de comunicación social sólida, con una perspectiva de economía del comportamiento; y de otro, no le abrió espacio al Congreso. “El gobierno se sintió muy autosuficiente”, refiere la politóloga.
Aunque el Parlamento ha aprobado normas criticadas de populistas, “acá el problema no es que no te aporten, lo que necesitas es que [ante una crisis] los poderes del Estado estén alineados, y el Ejecutivo no se preocupó en conseguir eso”, señala Campos. Recomponer esa relación será difícil.
El segundo error también está asociado a la autosuficiencia del gobierno. Incio señala que el Estado se pudo haber apoyado más en universidades, científicos y centros de investigación que conozcan mejor la sociedad y que hubieran advertido problemas –como el éxodo de migrantes hacia sus ciudades de origen cuando cayó la oferta laboral en la capital o los focos de contagio en los mercados– y plantear las soluciones que los sectores demoraron en hacer.
En este punto coincide Ñopo. “Han apelado a la voluntad de las personas. Los equipos de asesores, los anillos concéntricos son ad honorem. Eso está bien para la tribuna pero no para el manejo profesional ni institucional que se requiere”, indica el investigador.
Tampoco se contó con el aporte de las empresas durante la primera mitad de la cuarentena, indica Tuesta. “Eso no significa rendirte ante el sector privado, sino incorporar a los que saben de la parte operativa y tecnológica”, señala. Sobre todo, hubiera servido implementar los protocolos para retornar a la actividad productiva.
El tercer error ha sido la mira centralista del Ejecutivo, señala José Incio. “Cuando tenías regiones con diferentes estadíos de la pandemia, podías abrir la economía en algunas y no en otras. Pero la visión centralista de los tomadores de decisiones le llevó a tomar el Perú como si fuera uno solo”, señala el politólogo. El mensaje de la cuarentena se debilitó así en las zonas en las que no se había extendido la enfermedad.
En cuarto lugar, Tuesta y Campos coinciden en señalar que se confió en la estructura del Estado para afrontar una situación extraordinaria. Ellos consideran que se debió adoptar como ejemplo la organización de los Panamericanos como el único caso de gestión exitosa en emergencia: tuvo reglas nuevas y decisiones heterodoxas, al margen del sistema de contratación público.
El otro asunto perjudicial ha sido la demora en el pago de los bonos a hogares. El último reporte del Midis, al 11 de junio, muestra que solo el 75% de los 6,8 millones de hogares beneficiarios ha recibido los bonos, luego de tres meses de cuarentena. La situación es más crítica en el sector rural, donde solo el 61,1% los ha cobrado. Cien días después, el bono contemplado para el primer mes ya no está ayudando a los más vulnerables, pues muchos de ellos han salido a trabajar.
Trivelli señala que hay problemas que no estaban en manos del Gobierno, como la baja cantidad de adultos con cuentas bancarias, o de infraestructura, pues el sistema financiero no puede atender de golpe a 7 millones de personas, y además no está distribuido para atender a los más pobres. Pero el Ejecutivo falló por no usar todos los mecanismos que tenía a la mano para pagar más rápido, incluyendo billeteras digitales y las ventanillas de todas las instituciones, señala.
Además, indica que no se incluyó a algunos hogares que lo requerían, pues el padrón que se usó no está actualizado. Aunque a gran escala representen un porcentaje menor, son asuntos importantes de atender.
Para Trivelli, así como para los otros especialistas, el monto del bono se quedó corto, pues el tiempo de la cuarentena se alargó. La última encuesta del IEP muestra que los peruanos en los estratos D y E han utilizado todos sus ahorros, y el 46% ha empleado cuatro instrumentos de crédito. “Cuando generes ingresos vas a tener que pagar estas deudas”, señala la exministra.
En temas económicos, Tuesta y Ganoza coinciden en señalar que el programa que hubiera permitido salvar más empleos falló: el subsidio del pago de planillas. “Hubo un exceso de prudencia”, señala el exministro Tuesta. Para ambos, el Ejecutivo no solo debió apostar por subsidiar el 35% de las remuneraciones de los trabajadores que ganen hasta S/1.500 en planillas (0,1% del PBI), sino debió ser de hasta el 70%, e incluso para empleados con sueldos un poco más elevados.
¿Nuestra disciplina fiscal hubiera aguantado un subsidio de esa magnitud? Para Ganoza, esta hubiera sido una inversión para evitar gastar más en el futuro, pues es probable que en el futuro se tenga que meter un impulso muy grande a la economía, pues el daño causado por la pandemia fue demasiado grande. En todo caso, endeudarnos no hubiera sido una mala idea, pues lo ideal, señala Ganoza, era salvar los empleos más productivos.
En tanto, en educación, Ricardo Cuenca señala que se ha confundido la emergencia con decisiones que afectan el largo plazo, como la decisión de que los docentes universitarios tengan un año más para terminar sus maestrías o que la Sunedu extienda el plazo de cese de las universidades no licenciadas.
Un último punto fue la renuencia de algunos sectores de hacer pública su información, como Salud, indican Ñopo e Incio. “La cuarentena fue positiva, pues se salvaron vidas, pero pudo ser más efectiva si se hubieran tomado mejores decisiones en el camino”, concluye Incio.
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