Recientemente galardonada con uno de los Premios Alumni, que otorga la prestigiosa Escuela de Periodismo de Columbia, Sonia Goldenberg analiza en esta entrevista los discursos y las narrativas en los cuales se ha visto envuelta la crisis que atraviesa el país.
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—Andrés Oppenheimer escribió en una columna reciente que hay un interés de países vecinos por “reescribir la historia”. Pero eso sucede también dentro de las fronteras, en la opinión pública y desde todos los frentes. ¿Lo percibe así?
Hay varias distorsiones desde los extremos, una visión sesgada y divorciada de la realidad del Perú en el ámbito internacional. Ha sido penoso el rol de la OEA, del desprestigiado Almagro, del politizado relator para el Perú de la CIDH, Stuardo Ralón. En la cancillería ha faltado una posición más activa.
—Todo lo cual, de alguna manera, ha aislado al Perú.
Y eso se ha agravado por una cobertura sesgada de la prensa internacional, con pocas y notables excepciones. Hay una complejidad en los estallidos que está habiendo en América Latina, y el Perú no es un país fácil de entender. Esto no puede ser abordado de manera superficial. Llama la atención, y lamento ser crítica con esto, pero los mejores diarios del mundo han tenido una cobertura sesgada. Con esos medios, algunos de los cuales con orgullo se jactan de ser los mejores, hay que tener una mayor exigencia. El ‘lazy thinking’, es decir la pereza mental, es lo peor que puede padecer un periodista, y más bien debe tener una visión crítica y aguda, una mirada propia, y no dejarse llevar por las narrativas ya existentes y un pensamiento en bloque.
—¿Puntualmente, en qué casos ha percibido ese sesgo que menciona?
Lo que está ocurriendo con el Perú es un ejemplo de cómo una cobertura sesgada de la prensa puede hacer un daño inmenso a un país. Yo les pediría a mis colegas periodistas, muy respetuosamente, por cierto, que antes de escribir sobre el Perú cierren los ojos por un instante y visualicen lo siguiente: solo por tomar un ejemplo, en Nueva York el aeropuerto JFK y el Newark están cerrados por vándalos –podríamos imaginar lo mismo con Barajas, el Charles de Gaulle o el Heathrow– y algunas rutas también y, para pasar, te piden cupos. Y además no hay oxígeno en los hospitales, y el tránsito está paralizado porque no hay gasolina, como en las series sobre desastres que se ven en Netflix. Eso es lo que está ocurriendo en el Perú, y no he visto que haya sido contado por los grandes periódicos del mundo. Claro, no podemos minimizar que ha habido 60 muertes, que hay heridos de bala en la cabeza y el tórax, y que eso tiene que ser investigado. Pero no es que el pueblo ha salido a la calle para defender la democracia...
"Lo que está ocurriendo con el Perú es un ejemplo de cómo una cobertura sesgada de la prensa puede hacer un daño inmenso a un país"
—Pero también es cierto que la protesta ha tenido varios momentos. El actual se vive también en Lima, ahora las demandas las gritan en la capital.
Pero hay que dar el contexto completo: en el Perú está en juego la defensa de la democracia, y no podemos ser ingenuos y no ver, por ejemplo, que ha habido 18 ataques organizados a aeropuertos, o a las comisarías, a sedes de la fiscalía. Es obvio que hay mafias de narcotráfico y de minería ilegal, que el Movadef está también metido, y que esto es algo que se viene preparando desde antes con el objetivo de instalar una asamblea constituyente a la fuerza, porque no tienen los votos para hacerlo. Eso no se puede perder de vista.
—También ha habido actuaciones policiales desastrosas. Tumbar la puerta de San Marcos para detener a cientos, y luego liberarlos sin pruebas...
Sí, eso fue un error garrafal, como lo ha sido no pedir perdón por los muertos, ni anunciar que se va a investigar y dar información. No es tan difícil, allí están los médicos legistas, ya tenemos los indicios. Lo que Dina Boluarte debió hacer es formar, como hizo Belaunde luego del asesinato de ocho periodistas en Uchuraccay, una comisión investigadora para saber rápidamente a qué se debieron las muertes.
—El lenguaje del Ejecutivo ha sido penoso, no solo de la presidenta.
Tiene una pésima comunicación. Por otro lado, creo que ha sido un error que Boluarte ponga a su abogado como ministro de Defensa, primero, y después como primer ministro. Él debió renunciar para asumir la responsabilidad política por lo que estaba pasando. Se ha perdido esa buena costumbre de renunciar por dignidad.
"Creo que ha sido un error que Boluarte ponga a su abogado como ministro de Defensa, primero, y después como primer ministro"
—La clase política en general no se expresa, no sabe comunicar su postura.
Si te fijas, en las marchas no ves líderes, ni siquiera emergentes, no hay políticos que salgan a defender la democracia. Y al final, no sabemos si este año, o máximo el siguiente, el Congreso va a ser obligado a salir de su trinchera o Boluarte va a renunciar. Y se están creando las condiciones para que en el Perú pueda surgir un populista autócrata de derecha o izquierda, más probablemente de izquierda.
—En una columna de enero del 2021 en “The New York Times” se hacía la pregunta: “¿Mi país es ingobernable?”. Dos años después, ¿ya tiene la respuesta?
Somos cada vez más ingobernables, estamos yendo hacia convertirnos en un país disfuncional.
—Allí escribió también que “en la sociedad peruana persisten profundas raíces autoritarias”.
Todos los golpes han sido populares: el de Velasco, el de Fujimori, el de Vizcarra –para mí fue un golpe, pese a que lo avaló el Tribunal Constitucional–.
—¿El gobierno de Dina Boluarte es autoritario?
Creo que el gobierno, fatalmente, está obligado a declarar el estado de emergencia en algunas zonas, y a imponer toques de queda. Esto hay que controlarlo. Esta gestión no va a resistir, no vamos a llegar, así como estamos, al 2026, sería una alucinación.