Existen dos clases de personas en el mundo: aquellas que son capaces de guardar el postre “para luego” (ese luego puede extenderse hasta la eternidad si dicho dulce no es perecible), y aquellas que necesitan devorarlo ni bien llega a sus manos. Hay gente que puede guardar una caja de bombones por meses, años incluso -se han visto casos- y están quienes no controlan el arrebato de morderlos todos, tan solo para saber cuál es el relleno. ¿A qué grupo pertenece usted?
Cuando se tienen en frente las galletas de Camilla Aguilar Gómez (limeña, 26 años) es muy sencillo saber la respuesta a esa pregunta. ¿Son demasiado bonitas para comerlas? Sin duda. ¿Se prueban de inmediato, o se dejan para saborearse de a pocos? Eso será cuestión de cada uno. Pero quizá podamos llegar a un punto medio aquí: tomarnos un momento para admirar su arte, y tomarnos otro momento para disfrutarlas. Es necesario hacer ambos.
MIRA: Seis lugares bien ventilados para divertirse con los chicos dentro y fuera de Lima
El COVID-19 cambió el curso de las cosas para Camilla, como nos viene pasando a muchos. A veces, dentro de lo inesperado y lo difícil, también hay lugar para las sorpresas. Graduada de la carrera de Arquitectura en 2019, Camilla se encontraba sin trabajo ni planes específicos hacia finales de aquel año. Poco podría haber previsto lo que vendría meses después. Como venía haciendo desde hacía varias Navidades, la joven preparó ese diciembre un lote de galletas de vainilla decoradas con grageas para vender entre amigos y familia. Ese hobby -y una pandemia- terminaría por definir su destino.
A los ocho años Camilla Aguilar recibió como regalo un libro de recetas de Sandra Plevisani. La cocinera se lo había autografiado y eso animó a Camilla a ir preparando -de a pocos- todos los postres que había en el recetario. Entre todos ellos, uno se convirtió en su favorito: las galletas de vainilla. Sencillas, clásicas, con mantequilla, huevos, azúcar y esencias de canela, almendra y vainilla. A lo largo de los años Aguilar fue perfeccionando, personalizando aquella mezcla de ingredientes hasta llegar a una versión que tuviese su toque personal.
MIRA: El milagroso regreso de Percy Rojas, tras dos meses en UCI, cinco operaciones y la fe de su familia
“En Navidad se volvió costumbre regalarle a mis amigos y familia estas galletas. Luego las empecé a vender, pero en ese entonces solo las decoraba con grageas y forma redonda, de la manera más tradicional”, cuenta Camilla. Después de terminar su carrera y realizar un breve viaje por Europa que la llevó por varias ciudades -incluida París, una visita que le impactó- la joven arquitecta tomó una decisión: mientras encontraba trabajo, se metería de lleno en su propia marca de galletas. El reto no era llegar a gente de su entorno, sino conquistar nuevos paladares. ¿Cuál sería su diferencial?
La generación millennial conoce sus recursos y sabe sacarles provecho. En este caso específico, Youtube e Instagram sirvieron como punto de partida. Camilla encontró lo que buscaba investigando en el mundo digital, atenta a descubrir una opción que le permitiese convertir su pequeño negocio de galletas en una alternativa atractiva, tanto en contenido como en diseño.
“A inicios de 2020 me propuse intentarlo, vender mis galletas de una forma diferente y diseñar todo lo que iba a vender con una presentación que marcase una diferencia en mi producto. Encontré una técnica para pintar el glasé y se me ocurrió presentarlas como si fuesen un mosaico, por partes”, explica la repostera. Sus estudios en arquitectura no habían sido en vano: Camila diseño desde el packaging (cajas y envases) hasta el branding (estrategia o gestión de la marca) y todo lo que se necesita hoy para lanzar una propuesta nueva que compita en el cada vez más saturado universo de las redes sociales. Había nacido Cookie Canvas, que - como su nombre en inglés indica- convierte a las galletas en lienzos donde se pueden pintar una larga lista de creaciones. En poco más de un año, Camilla Aguilar ha plasmado al menos 70 diseños distintos.
MIRA: Mirtha Vásquez, María Antonieta Alva y otros testimonios que reflejan el acoso en la política peruana
“Quería que fuese algo que se envíe como regalo, como un detalle”, sostiene sobre su concepto. Cuando empezó la pandemia, Aguilar ya tenía una logística definida para sus envíos pero, contrario a lo que podría pensarse, la cuarentena no frenó su impulsó: más bien, lo potenció. “En ese momento, cuando nadie podía verse ni se podía ir a restaurantes, muchas personas recurrían a mí para enviar algo especial por algún cumpleaños o día festivo”, cuenta. Incluso cuando algunos insumos empezaron a escasear, ese reto le permitió explorar nuevas alternativas para su carta, como los brownies. Hoy las galletas llegan colocadas encima de una “cama” de brownies, que se esconden debajo.
Su técnica también ha ido evolucionando: Camilla hornea galleta por galleta, y pinta cada una por separado. Una vez que están frías, las baña en glasé tradicional. Cuando este endurece empieza la magia. “Uso colorantes de repostería que diluyo con vodka, el cual se evapora muy rápido. Si me equivoco en algo, simplemente vuelvo a pintar otra galleta con la parte específica, y la reemplazo”, indica. Lo más difícil de todo, confiesa, es replicar obras de arte. “Me acaban de pedir un Monet”, continúa Aguilar. “Al menos siempre me divierto haciendo las pruebas”.
Más información
Instagram: @cookiecanvas.peru
Facebook: https://www.facebook.com/cookiecanvas.peru/
Whastapp: 992-802105
Precios:
-Caja standard de 9 x 9 galletas: S/50 cuando son diseños de Cookie Canvas; de S/80 a S/120 para diseños personalizados.
-Caja especial de 16 x 16 galletas: S/95. Este formato solo sale en dos diseños: la montaña de 7 colores y un corazón de flores.
VIDEO RECOMENDADO
Contenido sugerido
Contenido GEC