El 28 de julio de 2021, el Perú debió celebrar por todo lo alto el bicentenario de su independencia.
La efeméride, sin embargo, encontró al país sumido en una severa crisis política, con un alto grado de conflictividad social y muy lejos de recuperarse de los estragos de una pandemia que en pocos meses puso al desnudo varios problemas estructurales irresueltos. La colisión entre expectativa y realidad tuvo tintes de comedia negra: justo cuando nos preparábamos para lucir ante el mundo nuestra engañosa etiqueta de “país modelo”, la verdad salió a la luz y, aunque saboteó el publicitado festejo, reveló nuestra auténtica estatura y condición.
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A falta de un correlato real, es en la ficción donde el bicentenario ha encontrado un lugar donde celebrarse. Pienso en La República de las Chispas (Seix Barral, 2022), la reciente novela del escritor peruano Paul Baudry, donde se nos muestra un Perú distópico gobernado por la lideresa del ‘Partido Naranja’. Es ella quien contrata a un artista chino (Zao Zu-Zhe), experto en pirotecnia, para montar un espectáculo de fuegos artificiales a gran escala sobre el cielo de la bahía de Lima la noche del 28 de julio de 2021. Antes de su performance, el invitado es entrevistado por la periodista Roxana Chamorro, quien de niña sobrevivió a un incendio, entre otras cosas. El joven ayudante de Chamorro es Ernesto Basoalto, quien ha vuelto a Lima desde París, huyendo del recuerdo de una experiencia cercana con el fuego que casi acabó con su vida.
Las historias de estos tres personajes avanzan en simultáneo, cronológica pero no linealmente, siguiendo un entramado que Baudry pone en marcha utilizando diversos materiales que –como los leños que alimentan una fogata– van contribuyendo a la llamarada general. La narración se enriquece con notas periodísticas, páginas de diario, columnas de opinión, transcripción de audio y cables telegráficos. A cada apartado corresponde una oralidad, un tono, un lenguaje. Es difícil no adivinar en la estructura de esta novela un guiño permanente a las diversidades que pueblan la nación-telón de fondo.
El libro, además, ofrece una cartografía de algunos de los incendios más terribles grabados en la historia contemporánea de “ese western llamado Perú”. Desde el sucedido en Talara en 1968, en las instalaciones de La Brea y Pariñas, durante la expropiación de ese complejo petroquímico a manos del gobierno militar de Velasco Alvarado, hasta siniestros más recientes, como los registrados en el mercado de Mesa Redonda, la discoteca Utopía, la galería Nicolini o en uno de los cines del centro comercial Larcomar. “Los incendios, nuestros incendios”, dice Roxana Chamorro, “son ese momento en el que podemos leer nuestra precariedad colectiva resumida en un chispazo”. Páginas atrás su madre ha declarado: “Tengo la impresión de que el Perú, desde la independencia, siempre ha sido un teatro en llamas”.
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Con prosa elegante y un arco narrativo coral, Paul Baudry ha confeccionado un estupendo artefacto literario que es, por cierto, una acertada metáfora nacional: el Perú visto como una república de chispas o, más bien, como un cúmulo de chispas que intentan fallidamente forjar una república. La chispa, no solo alude aquí al ingenio nacional, sino que grafica ese estado de latencia o parálisis en el que las cosas se sueñan, pero casi nunca se materializan. ¿No es acaso el Perú eso? ¿No somos el país de la tentativa, del amague, del firulete improductivo, de la potencialidad mal aprovechada, es decir, de la chispa efímera que no llega a prender, a cuajar, a ser?
Hay mucha pólvora, mucho fuego en nuestra memoria colectiva que resurge cada tanto, con mayor voracidad, igual que los incendios mal apagados. Ahora mismo estamos inmersos en una hoguera de confrontación y recelo que nadie sabe cómo y por dónde sofocar. Algún día tendremos que renacer de nuestras cenizas. Este libro, creo, es imprescindible para imaginar ese momento. //
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