El humo del World Trade Center aún no se disipaba cuando el gran compositor Karlheinz Stockhausen (1928-2007) afirmó que lo perpetrado por Al Qaeda se trataba de “la mayor obra de arte de todos los tiempos”. Repudiado en los próximos años por ese innecesario autogol a su reputación, el germano ofreció, equivocado o no, la primera interpretación desde la estética de lo ocurrido ese 11 de setiembre del 2001.
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Ese mismo año, el novelista Jonathan Franzen escribía en un tono menos sordo, aunque igual de polémico, que “los artistas de la muerte que han diseñado el ataque de las Torres deben haber gozado mucho con la terrible belleza de su acto”.
Hollywood, siempre más conservador, tardó en tramitar los efectos del ataque terrorista, alegando que se podía herir la sensibilidad del público. Lo primero que hizo fue reescribir y remontar todo el final de Spiderman (Sam Raimi, 2002), filmada antes del atentado, en la que, según se afirma, se podía ver aún el horizonte, sin amputar, de Manhattan. Con el mismo objetivo, algunas películas de catástrofes, esas donde las explosiones de edificios son moneda común, quedaron congeladas. Ese respetuoso duelo no duró mucho tiempo.
Si para ver una película sobre el naufragio del Titanic debimos esperar 85 años, para ver una sobre la caída de las Torres Gemelas aguardamos apenas cinco. El desembalse llegó en el 2006, con dos cintas de distinto tono. El cineasta Oliver Stone optó por contar un clásico relato de coraje sobre los bomberos rescatistas que perecieron en las Torres Gemelas, mientras que Paul Greengrass aportó al debate con la tensa Vuelo 93, sobre los pasajeros que recuperaron su avión a manos de los terroristas. Una se leyó bastante formulaica; la otra fue un ensayo sobre el instinto de supervivencia.
En una línea crítica, el documental Fahrenheit 911, de Michael Moore, acusó a la administración del presidente George W. Bush de tener intereses oscuros en el manejo de los atentados. La película pisó muchos callos, pero igual se llevó la Palma de Oro en el Festival Cannes en ese 2004.
Incluso hoy, veinte años después, el tema no se ha agotado para la industria cultural. Netflix acaba de estrenar la película Cuánto vale la vida, protagonizada por Michael Keaton, sobre el drama de las familias víctimas del 11-S que buscaban una reparación económica justa.
Por su lado, HBO anuncia el documental NYC Epicenter 11-S-2021 1/2, dirigido por el célebre neoyoquino Spike Lee, en el que se desbaratan algunas teorías de conspiración al respecto. El director realizó 200 entrevistas para su obra, dividida en cuatro episodios, a estrenarse este 11 de setiembre. En la recién llegada al Perú, Star+. se puede ver 9/11, un día en América, documental de seis capítulos por los 20 años de las Torres Gemelas.
TERRORISTAS EN LA TV
Otros formatos audiovisuales tampoco han sido ajenos a la representación del mundo post Torres Gemelas. El campeón fue la recordada serie 24, sobre el agente del FBI Jack Bauer (Kiefer Sutherland), de la unidad antiterrorista. No es posible imaginar una serie así si el World Trade Center no hubiera caído. La continua descripción de escenas de tortura, incluso de inocentes, se volvió habitual en las salas de los hogares, donde millones de espectadores sublimaban pulsiones contra los terroristas, casi siempre provenientes del Medio Oriente.
Aunque no se llega a tocar directamente el tema del 11-S, el fantasma de este recorre sus nueve temporadas, mientras Bauer rompe todas las reglas para evitar un nuevo ataque terrorista en suelo estadounidense. Hasta nuestro Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, le dedicó una columna y erigió a Bauer como un modelo de héroe moderno.
De otro lado, las historietas de superhéroes, usuales vehículos de valores patrioteros estadounidenses, abordaron el tema desde el nacionalismo, en el número de portada negra de Amazing Spiderman #36, donde vemos al arácnido ayudando a los rescatistas. De forma más reflexiva, el 11-S subyace oculto en toda la trama de Civil War, el gran arco de historia de Marvel (luego hecho película) en el que los enmascarados deben decidir si optan por la libertad o ceder sus derechos en nombre de la seguridad nacional, un debate de actualidad entonces.
LAS CANCIONES DEDICADAS AL 11 DE SETIEMBRE
El mundo de la música fue afectado también. Luego del atentado se prohibió la difusión de 166 canciones en algunas estaciones de radio de los Estados Unidos. Cualquier tonada popular con alusión a la muerte, a caer de algún lugar o a llegar al cielo se veía de mal gusto. Incluso prohibieron What a Wonderful World, de Louis Armstrong, sin mayor asidero que la probable melancolía que suele despertar esa hermosa melodía.
Al mismo tiempo, muchos artistas dedicaron canciones a lo ocurrido, desde Paul McCartney (Freedom), The Eagles (Hole in the World), Tori Amos (I Can’t See New York), Beyoncé (I was here), Coldplay (Politik), Cranberries (New New York), Alan Jackson (Where Were You (When the World Stopped Turning), My Chemical Romance (Skylines & Turnstyles) y Leonard Cohen (On That Day), hasta los metaleros Slayer (Jihad).
Bruce Springsteen llegó más lejos: después de los atentados convocó a su desactivada banda, la E Street Band, a los que había jubilado en los ochentas, para ponerle música a las historias de las víctimas. El resultado fue The Rising (2002), obra importante para tramitar el dolor y la necesidad de ponerse de pie después de aquel día funesto.//
RECUADRO: EL APORTE PERUANO
El músico peruano Gian Marco, junto al productor Emilio Estefan, compuso El último adiós, en homenaje a las víctimas del WTC. La presentaron en ese mismo setiembre del 2001. El tema coral fue grabado por estrellas latinas de la época, como Ricky Martin, Shakira, Alejandro Sanz, Miguel Bosé, Chayanne, Thalía, Olga Tañón, Juan Luis Guerra y varios más. La canción en inglés fue grabada por Jon Secada. Las ventas de ambos singles se destinaron a la Cruz Roja Americana.
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