El fútbol peruano le debe su pasado a esta mujer.
Sofía Bergmann fue una preciosa ciudadana limeña que pese a todas sus fortunas, no pudo conocer la más noble: el amor después de la muerte. Su pronta partida en París (1871) inspiró a su esposo, el acaudalado hombre de negocios de origen francés Auguste Dreyfus, a la inmensa tarde de eternizarla y así, erigir un mausoleo en los accesos principales del edificio donde, benefactor de causas justas y nuevo millonario gracias al guano de nuestro litoral (1), había decidido entregar su obra más aplaudida. Era el año 1872, el Perú turbado aún, destruido, por la Guerra con Chile. Auguste Dreyfus no hizo cálculos para donar el más moderno y elegante hospital de Lima con una sola condición: que se llame Santa Sofía, en memoria de su esposa (2).
Había imaginado y elegido para fabricar en el extranjero cómo sería el mausoleo: una base cuadrilátera de granito, un sarcófago del mismo material sobre un pie de mármol y la vigilancia de cuatro figuras de bronce. Todo esto iba a vivir para siempre en la esquina de la cuadra 6 de la ahora avenida Grau, sede del Instituto Tecnológico Superior José Pardo. Al costado del hospital Guillermo Almenara. Luego de la Guerra, Lima necesitaba solo dos cosas: paz y hospitales. En ese terreno ambos se confundían.
Un perro con un limón en el cuello amaga cruzar la pista sin respetar el semáforo. La gente camina de prisa, acomodándose la mascarilla. Cachina Fashión Center debe decir el letrero justo al frente, solo que el hollín lo tapa. Lo que alguna vez fue la Lima amurallada, protegida contra los corsarios de inicios de 1700, hoy es una ciudad de paraderos con rejas oxidadas que nadie respeta. Abajo está la Vía Expresa Grau, como ejemplo. Aquí, en algún espacio que la memoria y los archivos se encargan de ocultar, se jugó el primer partido de fútbol de Lima, el 7 de agosto de 1892. En la cancha Santa Sofía, in memoriam de aquella limeña.
(1) Breve historia del Contrato Dreuyfus.
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Gerardo Álvarez Escalona es un historiador peruano cuya labor de investigación antecede a la publicación de su libro Del Barrio al Estadio (Fondo Editorial PUCP, 2021). Por cierto, una joya de urgente lectura. En su tesis de Licenciatura en la UNMSM titulada, “La Difusión del fútbol en Lima” (2001), actualizó las primeras pistas sobre lo que significa la cancha de Santa Sofía para este deporte en el país. “Los primeros peruanos en practicar el fútbol fueron jóvenes de las élites, quienes viajaron a Inglaterra para estudiar (sea en etapa escolar o universitaria), aprendieron el juego durante su estancia y al regresar iniciaron su práctica en el país”, explica. Luego, Álvarez Escalona cita: “Jorge Basadre nos informa que se disputó un match (como se llamaba a los partidos de fútbol en ese entonces) en el campo Santa Sofía, de propiedad del club Lima Cricket, formado por ingleses residentes en el Perú”. El aviso de este encuentro fue publicado hasta en tres diarios de la capital, además de El Comercio: El Nacional, El Callao y La Opinión Nacional. No alcanzó la extensión de las coberturas a toda página de los medios de estos tiempos, titulares hiperbólicos, con infográficos y mapas de calor; apenas fueron tres líneas en los que se anunciaba lo que hoy es historia: el domingo 7 de agosto de 1892 se jugaría el primer partido de fútbol oficial, en la cancha de Santa Sofía. Bendito domingo.
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Santa Sofía, ayer y hoy
(La primera cancha de fútbol se habría ubicado en lo que hoy es la cuadra 6 de la avenida Grau)
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¿Dónde quedaba la cancha de Santa Sofía, que tan bien recuerdan el poeta José Gálvez y el historiador Jorge Basadre en sus obras? Difícil decirlo con exactitud: lo que hoy es la cuadra 6 de la avenida Grau podría ser una respuesta. La ciudad se ha transformado y, en ese sentido, otros dos sitios que conservan la memoria inicial de los clubes más importantes del Perú han desaparecido: la calle Juan de la Coba y el jirón Cotabambas, donde se fundaron Universitario y Alianza Lima respectivamente. Del primero apenas queda un letrero en azulejos que se retuitea, de cuando en cuando; del segundo el nombre y un barrio recientemente decorado por murales alusivos a la fundación.
Aunque este es apenas un artículo periodístico, conviene referir cómo era Lima a finales de 1800, la época de la post Guerra con Chile: una ciudad amurallada. Según refiere Juan Bromley en su libro Las Viejas Calles de Lima, la primera noticia sobre la posibilidad de cercar Lima con murallas de defensa “la hallamos en el 1618″. La obra —explica el libro— se terminó en 1686 y tenía cinco portadas de ingreso para peatones: Callao, Guadalupe, Maravillas, Barbones y Martinete. En 1870, es decir, apenas 22 años antes del primer partido de football registrado en Lima, el honorable empresario estadounidense Enrique Meiggs recibió el encargo de derribarlas: la modernidad había llegado en forma de ferrocarril. La caída de estos enormes muros de adobe, de cinco metros de alto, que le daban un aire medieval a la capital, dejaron ver las inmensas chacras (o chácaras) colindantes al centro histórico como La Colorada, de Ríos, de Pando, Breña, Desamparados, Lince, Lobatón, La Victoria y Santa Sofía, entre otros.
Esa tierra, que hoy cubre los terrenos del hospital Almenara y el Instituto Tecnológico Pardo, que también fue ocupada por el ejército chileno tras su ingreso a Lima, la tarde del 17 de enero de 1881, conserva el recuerdo de las primeras paredes del fútbol peruano.
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La edición del 27 de agosto de 1892 de El Comercio anunció una primera revancha de aquel match, disputado veinte días antes. Se jugaría al día siguiente. “Tomarán parte —decía la breve nota— los siguientes señores: Limeños: Denegri, Dawkins, Cooper, Biggs, Wilson, Prentices, Polis, Tenaud, Hamilton, Brooke, Nugent, Lloyd, Mc Kay, Bernales y Wafieham. Chalacos: Conder, Cowan, Watson, Foord, Jolly, Vowell, Pearson, Mc Munin, Crease, Borune, Gray, Morant, Courage, Mc Kay, M. Muck. Probablemente, ciudadanos ingleses afincados en el Perú: todavía, ningún Fernández, ningún Villanueva, ningún Cubillas. Hombres rubios y colorados de piernas largas en pantalones cortos. Unos adelantados. El domingo 11 de setiembre, también de 1892, se habría jugado la tercera y última revancha del clásico entre limeños y chalacos de aquella temporada, en el pampón de Santa Sofía. “No es demás agregar —explica el artículo de prensa— que la entrada es libre”.
El fútbol, como ahora, tenía que ser para todos.
FUENTES: Archivo Histórico El Comercio; Del barrio al estadio: Identidad y espectáculo en el fútbol peruano, de Gerardo Álvarez Escalona (PUCP, 2021); Santa Sofía: el hospital que nunca fue, del Dr. Luis Deza Bringas (Rev. de Neuro-Psiquiat. 2004; 67); Ese gol existe, de Aldo Panfichi (editor).
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