Contagiados o no, todos somos desde ya, de alguna forma, sobrevivientes del coronavirus. Del lado más rotundo está la tragedia. El dolor de perder a un ser querido o la conciencia de despedirse de un rostro amable en medio de una pandemia que no ha menguado es siempre desolador. Y a eso hay que sumarle el desconcierto por “la nueva normalidad” a la que seremos arrojados pronto, un tiempo sin abrazos, de afectos controlados y conversaciones tras mascarillas. Cuando todo esto termine, si termina, nunca nos olvidaremos de los que ya no están, como de ese tiempo extraño en que tuvimos que quedarnos en casa, por ley, y porque no hacerlo significaba jugarse la vida.
El aislamiento social obligatorio dejará secuelas en nosotros que están aún por revelarse. Cada uno ha sabido llevarlo de la forma que mejor ha podido. Algunos vieron más Netflix en estos cincuenta y pico días de encierro que en todo el año pasado. Otros aprendieron de pronto a hacer pan. Algunos hicieron todo eso y además le dedicaron varias horas de su día a la reflexión estética y al registro visual de la experiencia, siempre entre lo periodístico, lo autobiográfico y lo catártico. Así le pasó al menos a Diana Kisner, periodista y artista visual, que casi al día siguiente de que se instaurara la cuarentena para frenar el COVID-19 decidió realizar un dibujo por día que diera cuenta de su experiencia vital.
EL MURO DE DIANA
Habituada por formación periodística -ha trabajado en varios medios como redactora y editora- a tener libretas y hacer un registro cotidiano y creativo de lo que ve y piensa, Kisner decidió esta vez mantener la costumbre pero cambiar de soporte. Dejó la celulosa de papel por una gran pared blanca de su casa, acaso el mejor lienzo para un reto que no sabía entonces iba a ser tan largo. En el Día 1 de la cuarentena dibujó una guitarra que le habían regalado a su roomate. Fue el punto de partida. Y día a día, añadía un nuevo dibujo a su pared, con técnicas mixtas, pintura, collage y lo que encontrase a mano en su confinamiento. Un vaso de whisky plasmado le recordaba las charlas con un amigo. Una puerta negra, la fachada de un bar amigo.
“Una de las principales estrategias de supervivencia para adaptarse a algo nuevo es crear nuevos rituales. Para Inés (Hernández, su roomamate) y yo fue esto. Todas las noches, desde que se dio el aislamiento, era “la noche del mural”. Ahora la cuarentena se ha alargado tanto que siento que me estoy quedando sin pared. Si eso pasa, tendré que usar el techo”, cuenta Kisner entre risas.
Además del registro cotidiano, el muro le ha servido para homenajear a diversos productos culturales como las películas clásicas (El Resplandor, Jezebel, 8 1/2, Ferris Bueller´s Day Off) que ha podido revisitar durante su confinamiento y apreciarlas con nuevos ojos, más despiertos a detalles que antes no había percibido. “Los productos culturales son necesarios en contextos así porque nos dan paz mental y nos permiten expresar aquello que no sabemos cómo decir”, dice.
LOS BORDADOS DE CLARA
Desde que se decretara el aislamiento social bajo decreto, la comunicadora y artista peruana Clara Best (Lima, 1987) empezó a concebir una forma darle vuelta al asunto de estar encerrada en casa, y convertir su pesquisa en un objeto de reflexión estética. En lugar de mirar hacia afuera, un imposible geográfico y hasta legal debido al toque de queda, empezó a buscar en un sitio más cercano y personal, dentro de ella misma, recordando sus años de aprendizaje en comunidades nativas del Perú.
Una de las primeras ideas que encontró y plasmó, justo al inicio de la cuarentena, fue una intervención de mascarillas con técnicas de bordado mixtas que remiten a saberes ancestrales aprendidos de capas como Segundina Carranza (Pomabamba, Ancash), Olinda Silvano (de la comunidad shipiba en Pucallpa) y Yolanda Llontop (de Monsefú, Lambayeque) a quienes conoció y llama sus maestras. Eso fue solo el inicio.
“Me interesó también el tema de los microorganismos y cómo afectan al ser humano, que puede ser de forma positiva o negativa. Investigué sobre las bacterias y los virus y cómo dentro de nuestro organismo podemos tener millones de estas bacterias, como las de nuestro intestino, que nos ayudan a procesar los alimentos. Me llamó mucho la atención todo ese mundo que no es visible a nuestros ojos, que puede ser un universo dentro de nosotros”, cuenta Best.
Ella, que estudió comunicación social en San Marcos y artes visuales en Bellas Artes, vive con su abuelo de 95 años, una situación difícil en estos tiempos. El arte es una herramientas de investigación pero también un refugio terapeutico. Su estilo de bordado es muy personal, añade, tratando de encontrar nuevas formas a partir de formas más tradicionales.
UN ACTO DE RESISTENCIA AL MIEDO
Cuando toda la cuarentena acabe, recordaremos con cero agrado los días en que nos despertábamos y acostábamos con miedo. Las horas que pasamos frente al televisor o pegados a internet consumiendo noticias que quizás nos traían cualquier cosa menos paz o claridad mental. El miedo puede ser algo paralizante y la destacada fotógrafa y docente Ana Lía Orezzoli -ex editora gráfica de Somos- lo sabe bien. En las primeras semanas de la pandemia, cuanto más leía del tema, menos concentrada estaba. Estaba tan pegada a la gravedad de las noticias que no podía ni crear. Hasta que un día descubrió que alrededor de las 5:10 de la tarde una luz rara entraba a su cuarto a través de una ventana grande y transformaba todo el espacio.
Si algo ha permitido la cuarentena general a muchos es redescubrir las posibilidades de la propia casa y en su caso, la luz fue una excusa para ponerse a explorar. “Empece como un juego poniendo algunos elementos, un poco por intuición, para tratar de fotografiarlos y de transformarlos a partir de esa luz".
"Es un proceso que he ido desarrollando a partir de la observación y la experimentación y me permite rechazar el estrés y el miedo que me produce la cuarentena general”, dice. En tal sentido, Orezzoli ve en este proyecto visual, sin nombre aún o un concepto claro detrás, un acto de resistencia a lo que está pasando. Es un juego, una experimentación necesaria que les sirve para mantenerse ecuánime en estos tiempos tan extraños. //
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