Jorge Chávez Noriega

Esta semana, las calles de Cajamarca fueron reflejo de que los temores quedaron atrás: cientos de miles de personas -entre ellos, turistas provenientes de Lima, Trujillo y Chiclayo, principalmente- se volcaron a jirones y plazuelas de esta ciudad de la sierra norte del Perú para celebrar su simbólico carnaval. Se había previsto buena acogida, pero la realidad superó cualquier expectativa. Tanto la ocupación hotelera como las energías estaban desbordadas. Transitar por los barrios del centro durante los días que abarcó esta fiesta (tuvo lugar del 18 al 22 de febrero) era hacerlo a través de un mar de gente entregada al agua, la pintura y la cerveza. Solo había que dejarse llevar.

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