Esta semana, unos 50 restaurantes, bares, gimnasios y espectáculos de la ciudad de Nueva York han comenzado a solicitar a residentes y turistas un certificado de demuestre que están vacunados contra el COVID-19 para poder ingresar y disfrutar de los servicios que ellos pueden ofrecer. La medida, dictada por el municipio, sin embargo, será obligatoria para todos los establecimientos a partir del 13 de septiembre y busca darle impulso a la campaña de inmunización que se ha ralentizado en todo Estados Unidos, así como sacarle ventaja a la variante delta que se ha diseminado en el país de manera veloz y trágica. Esta iniciativa, de hecho, ya se tomó en otras partes del mundo, como Israel, Inglaterra o Italia (allí, por ejemplo, el requerimiento se ha extendido incluso para viajar en tren entre urbes).
Por estas latitudes, a puertas de una tercera ola según el Ministerio de Salud, ha sido noticia el que dos regidores de la Municipalidad de Lima hayan presentado un proyecto de ordenanza que propone algo similar. El debate se abrió porque hay quienes se muestran a favor de la medida en beneficio de la mayoría, y quienes no al considerarla discriminatoria o perjudicial para los negocios pequeños. Están, además, quienes se orientan por un punto medio.
Abierta la polémica, Somos consultó con investigadores y expertos en salud pública y ciencias sociales cuál sería el impacto de una disposición así en nuestro país, teniendo en cuenta cómo pensamos los peruanos y en qué realidad vivimos.
Esto fue lo que nos dijeron.
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“El objetivo principal de los certificados no debe ser motivar/obligar a que la gente se vacune, sino proteger a toda la población”
FABRIZZIO CANAVAL. Médico peruano. Experto en salud publica radicado en Londres.
Detalla el profesional: “Debo empezar diciendo que estas estrategias de salud no son nuevas, están emergiendo por el COVID-19. Pongo un ejemplo: cada país tiene condiciones de viajes internacionales. Nosotros, los peruanos, necesitábamos el carnet de vacunación de la fiebre amarilla para entrar Brasil hace unos años. Muchos países de África todavía lo piden. Con el carnet no se está restringiendo la libertad de las personas, porque estas siguen teniendo libertad de vacunarse o no, eso no deja de ser una decisión individual. Sin embargo, desde el punto de vista de la salud pública, salvaguardar el bienestar comunitario estaría por encima de la libertad individual. Es verdad que yo puedo elegir si vacunarme o no, pero esta decisión personal no puede ser causal con la que se perjudiquen otras personas. Es en este espacio donde pueden solicitarse estas cartillas de vacunación. Yo vivo en Londres porque estudio una maestría y acá es así: las personas que están vacunadas tienen que descargar una aplicación en su teléfono, ahí sale hasta cuándo es la inmunidad que les provee la vacuna. Con eso pueden entrar a restaurantes, teatros, discotecas. Si no te has vacunado te tomas una prueba rápida, la registras en el sistema de salud y se va para tu teléfono. ¿Eso se podría hacer en Perú? Va a depender de la disponibilidad y eficacia de los sistemas de salud digital con que se cuenten o consigan. Lo importante es que se entiende que al pedir este carnet no se quita la libertad a nadie, sino que se protege a quienes son más vulnerables. Eso sí: todas las estrategias tienen que estar orientadas en base a un principio de equidad. Es decir, todas las personas tienen que tener la posibilidad de poder vacunarse y si se debe demostrar documentación que certifique vacunación, hay que asegurarse de que esta sea accesible para todos (en cuanto a idioma o lenguas, temas de discapacidad). Creo que un sistema así sí funcionaría, siempre y cuando se geste que todos puedan acceder a él. El objetivo principal de los certificados no debe ser motivar a que la gente se vacune, sino proteger a toda la población, especialmente la más vulnerable”.
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“El peruano es pragmático y ‘juerguero’, se vacunaría; pero ojo, también le encanta tomar atajos”
JORGE YAMAMOTO. Psicólogo social
Dice el investigador sobre el efecto tendría esta eventual práctica: “Yo analizo esto desde mi especialidad: el comportamiento del peruano. En general, la conducta humana está basada, en gran porcentaje, en los castigos y en los refuerzos que uno recibe. Entonces, si yo quiero hacer algo y no lo pudo hacer, eso funciona como castigo, lo cual me llevará luego a liberar las barreras. Y sí, eso tendría un importante efecto en cualquier parte del mundo, pero especialmente en un país como el nuestro. El peruano, como sabemos, es bien pragmático y ‘juerguero’, entonces sería una medida muy eficiente para aumentar los índices de vacunación. Es interesante anotar que hay varios antecedentes. Yo no puedo viajar a varios países si no tengo la vacuna de la fiebre amarilla, pero no he escuchado de personas que dejen de ir a paraísos tropicales por no vacunarse. Ahí el pensamiento ‘antivacuna’ se retrae porque en la jerarquía está más arriba el darse el ‘gustito’ de viajar que los principios filosóficos entorno a inocularse. Dicho esto, también hay que recordar que el peruano es experto en encontrar atajos, y es probable que la situación vaya a incentivar el negocio del certificado ‘bamba’. Si se controla lo último, podría motivar que la gente se vacune. De lo contrario sería como la prohibición del alcohol que históricamente generó el comercio ilegal. Lo bueno es que esto es manejable, se pueden generar filtros para que la cartilla no se falsifique ”.
“No quieres vacunarte, pero sí entrar a mi restaurante, entonces enséñame con una prueba que no tienes COVID”
RAGI BURHUM. Científico en computación, emprendedor de startups y miembro de OpenCovid-Perú.
Apunta el experto en data: “Por un lado pienso que todos se deberían de vacunar. También creo que se pueden poner incentivos como se ha hecho en otros países, desde dar hamburguesas gratis hasta dinero. Esto es factible desde la arista técnica. Sin embargo, desde el punto de vista de los derechos de las personas, personalmente sí estoy en conflicto porque creo bastante en la libertad de las personas de elegir qué es lo que pueden hacer con su cuerpo. El Estado o las autoridades no te deberían de imponer lo que tienes que hacer. Entonces decirte que no vas a ingresar a ciertos lugares porque no tienes una vacuna me parece bastante restrictivo. Un punto medio sería ‘hacer el proceso inconveniente’. Si no quieres ponerte una vacuna y entrar a mi restaurante, enséñame una prueba de no mayor a dos días de antigüedad que demuestre que no tienes COVID. Eso puede hacer que se llegue al punto de decir: ‘no pudo estar haciéndome pruebas todo el tiempo, mejor me vacuno’. Creo que eso podría ser lo más correcto”.
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“Ese ‘pasaporte’ debería ser parte de una solución más integral”
BRUNO ORTIZ. Periodista científico
“Es indiscutible que la vacunación es hoy la herramientas más importante para detener la pandemia. Sin embargo, esto entra en conflicto porque no se puede dar una norma para que la gente se vacune. Finalmente es una sustancia que tienes que ponerte en el organismo y deberías ser libre de decidir si lo haces o no; por eso es importante el tema de al alfabetización científica, si más gente supiera cómo funcionan las vacunas, sería más sencillo que la gente entendiera por qué deben vacunarse. Ahora, más allá de eso, hay que apuntar algo importante. Estamos entendiendo mal el tema de la prevención y de los cuidados que debemos tener hacia las actividades que estamos queriendo retomar. El problema real con estos ‘pasaportes’ aquí en el Perú es que se pueda incrementar algo que yo he estado percibiendo: la gente cree que porque va a un local que, supuestamente está cumpliendo con los protocolos (la mayoría no tiene áreas ventiladas), uno puede bajar la guardia y sacarse la mascarilla. Y no. Aunque las personas estén vacunadas, también se pueden infectar, también pueden enfermar a otras. Ese ‘pasaporte’ debería ser parte de una solución integral en la que haya una autoridad que haga cumplir que los establecimientos, sean restaurantes, gimnasios o espacios de espectáculos, acaten realmente con las reglas necesarias como poseer limitación de aforo, medidores de C02, áreas con distancia social. Todo eso junto sí podría ser útil a la persona para decidir ir con más confianza. No digo que no salgamos de las casas o estemos enclaustrados otra vez, solo tenemos que empezar a ser más responsables sobre cuánto queremos minimizar los riesgo de contagio y para eso sí se necesita la intervención de las autoridades”.
“Se puede empoderar a la gente, apelar a su sentido común”
MARTÍN LEÓN GEYER. Antropólogo cultural
“Este es un tema complicado pues existe la necesidad de una regulación por parte del Estado, en nombre de todos, que puede colisionar con la vida cotidiana y sus diversas situaciones. Así, desde la perspectiva del Derecho, ¿cuál tiene precedencia, el de la libertad o el de la salud colectiva? El dilema está abierto, no solo en Perú sino en todo el mundo: ¿tenemos el derecho de exigir entonces carnet de vacunación o no? ¿Qué hacer? Recientemente el diario alemán Die Zeit publicó un editorial refiriéndose a qué acciones se deberían tomar en ese país con quienes no quieren vacunarse. Allí la población se ha vacunado ya al 63%, pero el proceso que permita proteger a la población se está ralentizando por razones psico-sociales-culturales, que a las ciencias le tomará años entender. El medio postula, sin embargo, que la presión y la imposición son el camino equivocado y consideran que la gran mayoría de los que se resisten aceptarían en algún momento cambiar su actitud y ser vacunados. Es una cuestión de llegar a estas personas. Otros en cambio consideran que regular pasa por imponer, y que ese debe ser el camino. Entonces tenemos dos vías para lograr vencer la resistencia o la indiferencia a la vacunación: la primera ve en las personas solamente una población a regular, y buscará hacerlo con un aparato de reglas que sonarán a palabras resolutas, pero que resultarán en la práctica imposibles adaptar a todas las situaciones de la vida cotidiana. La segunda, que busca empoderar y reconocer la ciudadanía de las personas, más bien cree en el trabajo preciso de la persuasión, con estrategias de comunicación social bien pensadas. Ir solamente por la primera no creo que funcione. Entiendo que seduzca la redacción e imposición de reglas detalladas o no, porque muchos sentimos que los peruanos vivimos en una sociedad muy desordenada y displicente, pero creo que siempre se puede empoderar a la gente, apelar a su sentido común. Creo que si hacemos cada vez más lo segundo, los resultados, eso sí, de un trabajo muy bien realizado, podrían sorprendernos”. //
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