En medio de memes sobre la creciente popularidad de Martín Vizcarra entre la población escolar, surge una genuina preocupación en los padres de familia que cada mañana ven (veían) partir a sus críos hacia las aulas. ¿Qué hacer para que no piensen que este tiempo de cuadernos cerrados serán vacaciones? Algunos colegios previeron esta medida excepcional y preventiva unos días atrás: directores y maestros no veían lejana la posibilidad de tener que dictar clases vía remota, en algunos casos desde las llamadas aulas virtuales y el intranet (sistema digital interno de cada colegio); en otros casos desde ese agujero negro llamado ‘nube’ que nadie sabe qué es en realidad pero que contiene, hasta el infinito, todo: incluidas -pronto- las engorrosas tareas vespertinas.
Algunos países de la región ya habían aplicado esta medida -la suspensión de clases presenciales-, por lo que era lógico –dada la velocidad con que se propaga el COVID-19- que pronto se imitaran también las medidas de contención por estos lares. Buena parte de los colegios peruanos arrastra con un déficit de logística tecnológica que en estas circunstancias ayudaría a no retrasar demasiado el calendario escolar. El ministro de Educación, Martín Benavides, tiene su prueba de fuego: asegurarse de que autoridades municipales, distritales y regionales hagan su trabajo para que no se interrumpa el cronograma de aprendizajes. Ingenio y voluntad harán falta, quizá tanto o más que presupuestos extra.
La otra cara de la preocupación nacional de estos días es la incertidumbre, graficada por un lado en la población desinformada -que cree que comprando todo el stock de papel higiénico del supermercado se salvará del apocalipsis- y por otro en la sincera y espontánea pregunta de un adolescente a la salida de su mejor día de colegio: “hay tarea, ¿la tengo que hacer hoy?”. En efecto, qué sentido tendría. Le quedan más de dos semanas por delante y su atención, como la de todos, está puesta en la virulenta noticia y no en ese mal necesario que se me sigue apareciendo en las pesadillas: los ejercicios de álgebra. Por una temporada, la casa volverá a estar en modo verano -levantarse sin apuro, hacer cualquier cosa sin apuro-, en tanto van llegando a las bandejas los conceptos, las indicaciones, los puntos menos por faltas de ortografía. Con los días el desafío será lograr una rutina de estudio razonable que podría dejar espacio, quizá, al tantas veces menospreciado ocio creativo. Eso sí, no se romperá la única regla de la casa: el Play Station se prende únicamente las tardes de los viernes, sábados y domingos.
Decíamos que es importante que no se tome este alto como un periodo vacacional, en el que se pueda ir en mancha a los centros comerciales, reuniones sociales o conciertos. Ya hay médicos que advierten que eso fue exactamente lo que sucedió en Italia, desoyendo recomendaciones sanitarias y tomando a la ligera la medida preventiva, y ya sabemos cómo acabó eso. No ir a clases será quedarse en casa lo más que se pueda. Contener el contagio hoy será no tener que lamentarnos mañana.
A la salida de este, su mejor día de colegio, mi otro hijo anunció que se iba por ahí con los amigos. Con frecuencia pensamos que los jovencitos no son muy conscientes de los peligros y su única consigna es desobedecer. Mi muchacho me llamó a la hora: “voy a casa”.
A veces no es necesario estar sentado en una carpeta para aprender.