Era 1966 cuando el senador estadounidense Gaylord Nelson intentó organizar una protesta en favor del medioambiente, pero no tuvo éxito. Fueron los universitarios quienes empezaron a sumarse a este movimiento con charlas sobre efectos del deterioro ambiental en la salud humana y conciencia ambiental. Cuando la iniciativa llegó a oídos del político, en 1970, conversó con la presidenta de la Organización del Día de la Tierra, Kathleen Rogers, para convocar a más personas. El 22 de abril de ese año, se realizó una manifestación pacífica que congregó a dos mil estudiantes de educación superior, 10 mil alumnos de colegios públicos y privados, entre otros. Lo que no imaginaron es que, medio siglo después, la lucha iba a continuarse desde casa.
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El aislamiento social por el coronavirus ha provocado que la Tierra tenga ese respiro -tan necesario- que necesitaba. Lima, por ejemplo, no es la ciudad gris que pensábamos. En marzo pasado, según informó el Ministerio de Ambiente, registró el nivel más bajo de contaminación (3 microgramos por metro cúbico) de los últimos tres años. Son tiempos difíciles, pero también tiempos donde surgen oportunidades de cambio (algunos palpables y otros, a largo plazo). Que este contexto sirva para reflexionar sobre lecciones que ayudarán a que los más pequeños tengan un mejor mañana:
EL VALOR DE LA CONVIVENCIA
Hemos tenido que pasar más de 30 días en casa para que los animales disfruten del hábitat que también les pertenece. A muestra un botón: la ausencia de bañistas por el estado de emergencia permitió que alrededor de 10 tortugas marinas sean vistas en la playa Los Pavos, en Chorrillos.
“No puedo estar más feliz de haber captado estas imágenes frente a mi casa, de poder por lo menos con ellas invitarnos a pensar del daño que hemos venido causando a la naturaleza y que un poco de nuestra ausencia hace que esta se recupere muy rápido”, fue el comentario de José Ignacio Maurtua, quien captó la entrañable escena y la compartió en redes sociales.
En una entrevista con la agencia EFFE, Miguel Ángel Valladares, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), explicó que estos episodios -que se repiten en diversas partes del mundo- son “cosas normales”, sobre todo en localidades cercanas a parques naturales o reservas. No obstante, consideró que son “anécdotas” que demuestran “que sin influencia humana, la naturaleza va recuperando su lugar”.
Recuerde que no estamos solos. Aprendamos a convivir entre nosotros y con las otras especies.
RESPETAR EL ENTORNO
El escritor colombiano Gabriel García Márquez solía decir que “la ingratitud humana no tiene límites”. Y vaya que tenía razón. El río Rímac, por ejemplo, que es la principal fuente de agua de Lima, en vez de ser una bendición de la naturaleza, es un peligroso problema ambiental. Según informe publicado por este diario en agosto del 2018, hay, por lo menos, 1.185 fuentes de contaminación a lo largo de todo su cauce. Basura, los desagües domésticos, industriales y mineros son arrojados a lo largo de sus 160 kilómetros (desde las alturas de Junín hasta el Callao).
En estos días, han circulado en grupos de WhatsApp y muros en Facebook imágenes irreconocibles del río Rímac: la contaminación se ha reducido en cerca de 90% desde la cuarentena decretada el 16 de marzo. Francisco Dumler, presidente del Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal) explicó a los medios que esta disminución se debe a que se han dejado de arrojar desperdicios ante la suspensión de las actividades laborales y sociales.
Seamos más gratos con la naturaleza y respetemos el hábitat que nos rodea.
ADAPTARSE AL CAMBIO
El coronavirus ha cambiado la vida misma como la conocemos. Cuando pase la cuarentena, el mundo que nos espera tendrá nuevas reglas. La más próxima: la forma de movilizarnos. Francia, por ejemplo, estudia medidas para impulsar la bicicleta como el principal de medio de transporte cuando acabe el aislamiento. “Después de la epidemia, habrá un rechazo colectivo a los transportes públicos. Sino se quiere usar el metro, el bus o el coche para ir a trabajar por miedo al contagio, habrá que poder moverse”, declaró la ministra de Transición Ecológica, Élisabeth Borne, a Le Parisien.
La interacción entre nosotros mismos tampoco será la misma. Saludar de mano o beso en la mejilla ha quedado atrás. La distancia social (2 metros), el uso de mascarillas, guantes y gel antibacterial serán parte del día a día.
¿Estamos listos para enfrentar los cambios que se vienen? Tal vez su primera respuesta sea ‘no’, pero tenga en cuenta que la capacidad de adaptación es la clave de nuestra especie. Una nueva evolución está en marcha. //
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