Ximena Galiano

El era mi día menos favorito del año. Jamás se lo dije a nadie, mucho menos a mi mamá. No quería arruinar el esfuerzo que hacían ella, mis abuelos y mis tíos para siempre ocupar ese asiento vacío en las actuaciones del colegio. Crecí con la idea de que mi papá, Willy, estaba muerto, nunca fue novedad. Aprendí a hablar con él rezando, y a entender que siempre estaba conmigo. Crecí en un colegio en el que los papás de mis amigos sí habían conocido a mi papá y cada vez que me encontraban me repetían, con ojos brillosos, que era igual a él.

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Hasta que un día mi mamá se enamoró y de repente me tocó un nuevo papá. No estaba escrito que sería mi padre, pude haberlo llamado ‘tío Carlos’ toda la vida. Pero su presencia no solo ocupó un asiento en mis actuaciones, sino que fue un desayuno de salchicha en forma de carita feliz, un baile de La Bamba parada encima de sus pies o volar a Emergencias por un hueso fracturado.

Carlos se había ganado ese título de manera natural una noche que llegó del trabajo y bajé las escaleras a su encuentro, llamándolo “papá”. Estoy segura de que Willy se había encargado de enviar al hombre que encajara perfectamente en nuestro rompecabezas.

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De pronto, tuve todo en abundancia: dos papás, seis abuelos y tres Navidades. Me sentía afortunada, a pesar de que la curiosidad por saber cómo habría sido mi vida con Willy siempre estaba presente. Me pregunto si mi papá me responde cada vez que yo lanzo un comentario al aire. A veces creo que intenta hablarme a través de canciones, porque siempre me llegan los mensajes precisos. Además, estoy segura de que se presenta en mis sueños. De otra manera, cómo sería posible que conozca la textura de su cabello y sus mechones grises, si nunca lo vi en persona.

Ximena Galiano y su papá Carlos Rodríguez, viendo el álbum de fotos con recuerdos de su otro papá, Willy Galiano.(Foto: Elías Alfageme)
Ximena Galiano y su papá Carlos Rodríguez, viendo el álbum de fotos con recuerdos de su otro papá, Willy Galiano.(Foto: Elías Alfageme)
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Mi sexto sentido se ha afinado con los años para saber escucharlo. No puedo cambiar el curso de la historia, pero sí mi perspectiva sobre ella. ¿Cómo querría revertir mi historia, si de otra manera no habría podido tener a Carlos en mi vida? ¿Cómo habrían sido mis domingos sin las baladas de mi papá y una que otra performance de las canciones de Pasión de Gavilanes para hacernos reír? ¿Quién me habría enseñado a diferenciar un vino del otro? ¿O quién si no él se habría convertido en mi compañero ideal en la cocina?

Es que de Willy vengo y a Carlos voy. De Willy tengo hasta las uñas de los pies y de Carlos tengo hasta mi manera de renegar. Mi historia es una lección: ver al amor como una elección. Lo mágico de mi amor con Carlos es que él me eligió a mí y yo lo elegí a él. Me costó años entender al amor como una decisión, pero el día que lo hice, comprendí que no debía permitir que alguien me eligiera menos de lo que él me eligió a mí. Hoy puedo decir que la vida me regaló dos asientos ocupados por los hombres de mi vida, quienes me aplauden con orgullo al final de cada función. //

-EL PODER DE SU HISTORIA-

Ximena tiene más de 150 mil seguidores en TikTok y alrededor de 352 mil en IG. En sus redes sociales crea contenido de humor a partir de anécdotas de la vida real. Además, es actriz y tiene un canal de entrevistas en Youtube (), bajo el nombre “El Poder de tu Historia”.

(Foto: Elías Alfageme)
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